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Construidas en horas y destruidas en segundos: las alfombras florales de Semana Santa son un trabajo de amor en Guatemala

En las calles empedradas de Antigua, la Semana Santa no solo se celebra con procesiones majestuosas y fervientes rezos, sino también con una tradición única y colorida: las alfombras de aserrín. Luis Álvarez, un devoto católico con más de 30 años de experiencia en la creación de estas obras efímeras, lidera un grupo de familiares y amigos para elaborar una alfombra de 35 metros de largo antes del paso de las procesiones frente a su casa.

“Una alfombra es un momento de acción de gracias por todas las bendiciones que recibimos durante todo el año”, explica Álvarez. “Cada mota de aserrín es una oración”.

Para los residentes de Antigua, estas alfombras, que vemos en imágenes gracias a la cobertura del fotógrafo de AP Moisés Castillo, representan una conexión profunda con la fe, la familia y la comunidad. Francisco González-Figueroa, quien desde niño ha participado en las procesiones como cucurucho, ahora lleva a sus hijos para unirse a esta tradición. “Uno siempre está esperando este momento. Son las sensaciones: el contacto con lo divino, pero también la música, los colores, los olores”, comparte.

En Guatemala, durante la Semana Santa, un cucurucho es una persona que participa en las procesiones religiosas llevando sobre sus hombros una pesada estructura conocida como “anda” o carroza, que lleva una imagen religiosa, generalmente representando a Jesús o a la Virgen María. Estas procesiones son una parte central de las celebraciones de Semana Santa en Guatemala, y los cucuruchos son figuras importantes en estas ceremonias, demostrando su devoción y compromiso religioso.

La participación en las procesiones y la elaboración de alfombras ha experimentado un resurgimiento en los últimos años, especialmente después de que las restricciones relacionadas con la pandemia llevaran a la cancelación de los eventos durante tres años. Julio de Matta, un cucurucho desde hace dos décadas, expresa el sentimiento compartido por muchos: “Le pedimos a Jesús que quitara la pandemia porque queríamos cargar con él”.

La noche anterior a las procesiones, la ciudad se llena de actividad mientras los residentes trabajan incansablemente para crear alfombras intrincadas y hermosas. Iván Lemus, cuya primera alfombra fue una promesa a su abuela enferma, describe el proceso emocionante de elaborar estas obras de arte efímeras. “Jesús pasa frente a tu casa y tú estás ofreciendo algo y estás siendo bendecido”, expresa con emoción.

A medida que las procesiones avanzan por las calles adoquinadas, las alfombras se convierten en un tributo visible a la fe y la gratitud. Alejandra Santa Cruz, mientras arregla su alfombra junto a su familia, comparte: “Es nuestra manera de agradecer a Dios porque hemos trabajado todo el año”.

Sin embargo, a pesar de la belleza y el significado de estas alfombras, algunos se preguntan si vale la pena el esfuerzo cuando son pisoteadas por las procesiones en cuestión de minutos. Pero para Álvarez y muchos otros, el verdadero valor está en el proceso mismo y en la espera del momento en que Jesús pase.

En medio de la agitación del turismo y los cambios en la ciudad, las tradiciones de Semana Santa en Antigua siguen siendo un vínculo vital que une a la comunidad en la devoción y el amor compartido por su fe y su historia. Como dice González-Figueroa, “Esto no nos hace mejores ni peores, pero nos une”. Y en ese sentido de unión y devoción, las alfombras de aserrín siguen siendo un testimonio vibrante de la fe y la comunidad de Antigua, Guatemala.

Influencia precolombina

Las alfombras de aserrín son una tradición profundamente arraigada en la celebración de la Semana Santa en Guatemala, pero su origen se remonta a una combinación de influencias culturales y religiosas.

Una de las influencias más significativas es la fusión de las creencias religiosas católicas con las tradiciones y prácticas indígenas precolombinas. Antes de la llegada de los españoles, las culturas indígenas de Guatemala, como los mayas, tenían sus propias ceremonias religiosas que incluían el uso de materiales naturales para crear ofrendas y decoraciones rituales. La práctica de hacer alfombras de aserrín puede haber evolucionado a partir de estas tradiciones indígenas, adaptándose luego al contexto católico de la Semana Santa.

Además, la introducción del catolicismo por parte de los colonizadores españoles trajo consigo una serie de prácticas y ceremonias religiosas, incluidas las procesiones de Semana Santa. La elaboración de alfombras de aserrín se convirtió en una forma de mostrar devoción y reverencia durante estas procesiones, especialmente en las ciudades y pueblos donde la Semana Santa se celebra con gran pompa y solemnidad.

Con el tiempo, la práctica de hacer alfombras de aserrín se ha convertido en una tradición arraigada en la cultura guatemalteca, transmitida de generación en generación. Hoy en día, las alfombras de aserrín son una parte integral de las celebraciones de Semana Santa en Guatemala, con comunidades enteras trabajando juntas para crear estas hermosas obras de arte efímeras como una forma de expresar su fe y devoción.

Fuente: AP News

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