Los seres humanos no siempre entienden que los problemas y dramas del mundo son la consecuencia de sus propios actos. El cine es una manera de llamar a botón. Rafael Marciano lo sabe y lo usa para ello.
© Ivar Colmenares Trujillo / Fotos: Cortesía
Cinco historias transcurren simultáneamente durante un mes que dejó marca en la historia contemporánea de Venezuela: abril de 2002. La picardía del autor quiso situar allí su última pieza cinematográfica. Le valió una acecho gubernamental, pero también la posibilidad de expresarse.
Rafael Marziano, aunque insista en lo ínfimo de su lugar en el universo, es el afamado cineasta venezolano autor de este largometraje venezolano al que bautizó “Pequeñas historias”, un retrato en familia seleccionado como mejor película en la 15° edición del Festival de Cine Venezolano efectuado desde el 14 al 20 de junio.
Se realizó en Caracas, porque Mérida, su albergue tradicional, está ‘apagada’ y ‘oscura’. No fue motivo, empero, para proyectar lo mejor del cine venezolano que aún sigue haciéndose, demostrando un talente y talento inéditos en los registros de la cinematografía nacional.
“Es que la vocación por expresar se agudiza cuando las cosas son más terribles”, sentencia Marziano con un discurso ceremonioso que no oculta su crudeza, y que le ha valido la reputación de ser un profesor universitario que no juega carrito.
La mirada hacia adentro
“La letra con sangre entra”, escribe de él un exalumno en misprofesores.com, quién sabe si uno de los que últimamente ha presentado “tesis excelentes” que le hacen confiar en las futuras generaciones, cuenta quien siendo arquitecto de profesión, usa la imagen cual escalpelo, para diseccionar las más básicas emociones humanas ante los ojos de los espectadores.
Esa es su intención, porque a la gente “hay que ponerla a pensar (…) no puede morirse de indolencia (…) se necesita un discurso que haga mirar qué tan responsables somos de lo que pasa”. Al cineasta le molesta que la gente ande echándole la culpa a otros de lo que sucede, en vez de mirar dentro de sí, y por eso su objetivo es removerles el alma.
“Pasar hambre es bueno”, suelta sin remilgos en el contexto de cómo la situación actual del país ha despertado buenas e inesperadas potencialidades. Aunque no se le preguntó, nos atrevemos a pensar que las considera cruciales para superar la…., barbarie.
Barbarie Vs Humor
Rafael Marziano conoció la Polonia comunista. Allí estudió cine becado por la Unesco y se graduó con honores. Se arroga entonces la autoridad de afirmar que el comunismo es “aburrido, gris e ineficiente en algunos aspectos”. En tanto, su carrera cinematográfica la ha desarrollado en la Venezuela de la 4ª y la 5ª, y de la última dice que es una “barbarie”.
Específicamente la “barbarie del robo”, la “bananera”, esa con la que han sido -y siguen siendo- estereotipados unos cuantos gobiernos latinoamericanos. El cine como transformador social, al menos el que procura Marziano, toma inspiración de esas realidades y proyecta un mensaje. Además porque el cine, como las artes, “se alimenta de la miseria”.
Cuestiones de ley En medio de la “barbarie bananera” en la que el cineasta Rafael Marziano acusa que vivimos, él mismo reconoce la impronta progresista que permitió la reforma a la Ley de la Cinematografía Nacional, en 2005, lo cual no hubiese sido posible en otro contexto, en “términos de posibilidades materiales”. Pero, ojo, recuerda que el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), ente rector de la cinematografía nacional, es un organismo plural, de modo que la confluencia de posiciones y opiniones ha sido -considera- la clave de la iniciativa legal cuyos cambios para bien son innegables, aunque opina que pudiera mejorarse el aporte a la industria a través de incentivos tributarios para las empresas.
Lo hace con humor, porque éste es el “único refugio” que aún le queda a los venezolanos. “Al humor déjenlo tranquilo”, reclama el realizador, aclarando que la burla no banaliza el problema o la situación, sino que ayuda a entenderlos mejor.
Honestidad artística
Eso es lo que nunca debe faltarle a una pieza cinematográfica, responde tajante al consultarle el requisito sine qua non de un película. Para ilustrar lo que significa, citó el ‘El triunfo de la voluntad’, obra propagandística del gobierno alemán de 1934, dirigida por Leni Riefenstahl y considerado como el documental político artístico mejor consumado en la historia del cine.
Es un film que exalta el nazismo, para insulto de sus detractores quienes hasta lo han denunciado en Youtube y éste lo ha suspendido, pero cumple el objetivo propuesto. “El mensaje trasciende la intención del autor”, dice el condecorado profesor de la UCV, permitiendo asumir que la honestidad artística trasciende la temática y se refiere a la capacidad efectiva de la obra, de mostrar y transmitir con claridad y firmeza lo que el autor ha querido.
“Ha habido una intención de alejar al espectador venezolano, de su cine” El cineasta destaca la necesidad de educar en la materia y de valorar el cine nacional.