ICOLT / Los mexicanos estrenarán más que un nuevo presidente, este sábado 01 de diciembre. La toma de posesión del izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) marca un punto de inflexión en uno de los experimentos de apertura de mercado y privatización más radicales del mundo.
No en vano los mercados financieros se han tambaleado antes de su toma de posesión. Lo sociable, franco y espontáneo de López Obrador, tal vez es demasiado para ellos.
López Obrador es el primer presidente desde la Revolución Mexicana que ganó popularidad como líder activista, y ve su llegada al poder como la “cuarta transformación” del país.
Una agencia de calificación redujo la perspectiva de México a “negativa” y el peso y las bolsas cayeron en las últimas semanas. Enseguida el equipo de AMLO lo forzó a ofrecer un mensaje conciliador.
Aunque calmó los mercados, no deja de calificar a sus críticos en el país como «fifí» _ una palabra coloquial mexicana para describir algo elitista o frívolo. A ellos les dice que tienen que pasar más tiempo con los pobres y la gente de los pueblos pequeños.
AMLO se muestra amistoso aunque algo obstinado y con una suerte de carisma. Ciertamente, ningún otro político en la historia del país ha estrechado tantas manos ni recorrido más pequeñas y polvorientas ciudades industriales que él.
Pero no falta quienes le llamen “desordenado, ambiguo, contradictorio y caprichoso». A esos, el electorado que contribuyó con su aplastante victoria electoral el pasado 1 de julio, los llama tecnócratas, y esperan que el nuevo mandatario los aparte del poder y promueva empleos y mejores salarios.
Hay muchas interrogantes todavía sobre AMLO y sus acciones para manejar dificilísimos problemas que padece México. La historia apenas comienza. La confianza está allí, y ha tenido réditos en el capoteo que hasta ahora López ha dado al amenazador discurso de Trump.