Los científicos han hallado pistas de que las principales vacunas del mundo contra el COVID-19 ofrecen protección duradera que podría disminuir la necesidad de administrar refuerzos de manera frecuente, pero advierten que se necesita más investigación y que las mutaciones del virus siguen siendo un factor impredecible.
Ya se están realizando estudios cruciales, y cada vez hay mayor evidencia de que la inmunidad que proporcionan las vacunas de Pfizer y Moderna basadas en el ARN mensajero no depende exclusivamente de anticuerpos que disminuyen con el tiempo. El cuerpo cuenta con capas superpuestas de protección que ofrecen respaldo.
Pfizer y Moderna han dado pie a las preguntas sobre la necesidad de un refuerzo al estimar que las personas podrían requerir de inyecciones anuales, de la misma forma en que ocurre con la influenza, y las compañías están trabajando para tener algunos candidatos listos para finales de este año. Sin embargo, las farmacéuticas no decidirán cuándo se utilizarán los refuerzos. Esa decisión le corresponderá a las autoridades sanitarias de cada país.
Otros expertos afirman que los refuerzos podrían ser necesarios sólo cada cierto número de años.
“Me sorprendería si realmente necesitáramos un refuerzo anual», dijo el doctor Paul Offit, especialista en vacunas del Hospital Pediátrico de Filadelfia y asesor de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus iniciales en inglés).
Los expertos resaltan las maneras en que el sistema inmunológico recuerda al coronavirus, de forma que una vez que vayan desapareciendo los anticuerpos originales, las defensas del organismo puedan volver a entrar en acción en caso de que resulte expuesto nuevamente al COVID-19.
“Me siento bastante optimista. No descartaría la necesidad de refuerzos, pero la respuesta inmunológica luce bastante impresionante hasta el momento”, declaró John Wherry, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania.
Los anticuerpos que se crean después de recibir la vacuna o tras una infección natural van disminuyendo de forma natural, pero existe evidencia de que dichos niveles permanecen fuertes de seis a nueve meses después de recibir una vacuna de ARN mensajero, y posiblemente por más tiempo. También lucen efectivos contra las preocupantes mutaciones del virus, al menos hasta el momento.
Los científicos aún desconocen la que suele llamarse correlación de protección, el nivel por debajo del cual los anticuerpos ya no pueden combatir al coronavirus sin ayuda adicional.
El doctor Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del gobierno estadounidense, dijo a una subcomisión del Senado la semana pasada que la protección que ofrece la vacuna no sería infinita.
“Yo supondría que en algún momento necesitaremos de un refuerzo”, dijo Fauci. “Lo que intentamos averiguar en este momento es cuál sería ese intervalo”.
A la fecha, el 62,8% de la población adulta de Estados Unidos ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra el COVID-19, y 133,6 millones, o más del 40%, están completamente vacunados. La tasa de nuevas inoculaciones ha disminuido a un promedio por debajo de las 600.000 diarias, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés). La cifra se acerca al objetivo que fijó el presidente Joe Biden de que cuando menos el 70% de la población haya recibido al menos una dosis de la vacuna para el 4 de julio.
El número de infecciones y decesos relacionados con la enfermedad continúan disminuyendo. El promedio nacional de siete días para nuevos contagios cayó el martes por debajo de los 17.300 respecto a los más de 31.000 hace dos semanas. Los fallecimientos diarios se redujeron de 605 a 588, según datos de la Universidad Johns Hopkins. En total, el virus ha cobrado la vida de más de 595.000 personas en Estados Unidos.