El 2 de junio de 2010 se disputaba el encuentro entre los Tigres de Detroit y los Indios de Cleveland (Guardians), donde el pitcher venezolano Armando Galarraga se encontraba a las puertas de entrar en la gloria del béisbol mundial.
Llevaba eliminados a 26 bateadores de forma consecutiva. Estaba a uno de lograr el Juego Perfecto. Estaba muy cerca de entrar a formar parte de una reducida lista de elegidos. Apenas una veintena a lo largo de toda la historia de las Grandes Ligas.
El jugador novato Jason Donald era el siguiente bateador. Debía ser la última víctima de Galarraga para alcanzar la perfección. Consiguió impactar la bola, pero de manera suave, y ésta se quedó entre la primera y la segunda base. El jugador en la inicial por los Tigres era Miguel Cabrera, quien atrapó la pelota y se la lanzó a Galarraga, quien la recibió y pisa la almohadilla.
Era un out en toda regla. Galarraga y Detroit celebraban el que se acababa de convertir en su Juego Perfecto. Pero la alegría solo duraría lo que dura un pestañeo, .Jim Joyce, el árbitro en la primera base, decretó que Donald había llegado a tiempo a la base. Nadie podía creerlo. Ni siquiera el corredor de Cleveland. El partido perfecto ya no era posible.
Las cámaras de la televisión pasaron una y otra vez la repetición y en cualquiera de los ángulos se observaba que era out, Galarraga había capturado la bola pisando la base, antes de que lo hiciera el corredor contrario. Pero ya no había nada que hacer. La decisión estaba tomada.
El error del árbitro de la inicial Jim Joyce había echado a la basura la perfección que el serpentinero criollo había conseguido.
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