Estas fueron las palabras que le dedicó el bachiller Pedro Rodríguez Ortíz, al beato José Gregorio Hernández, en el homenaje de los estudiantes de medicina.
El acto se realizó en sesión solemne en el centro de estudiantes de medicina.
Señores:
La mayoría de mis compañeros ha querido que sea yo quien tenga la honra de manifestar en estos instantes de tristeza para la Ciencia y para la Patria, el profundo dolor que aqueja nuestros corazones, en esta hora en que venimos a regar con lágrimas y flores la tumba del querido maestro.
Perplejo todavía por la magnitud del acontecimiento, mi espíritu sólo puede decirle una oración: la del cariño y de la gratitud; esas dos rosas simbólicas que supo cultivar con manos de artífice, cuando desde la curul de su cátedra, nos enseñaba a ahondar la ciencia de Bichat y amar a la de Descartes.
¡Oh maestro!; desde el tugurio desmantelado donde el hambre y la miseria se abrazan a la humanidad doliente, hasta los salones aristocráticos donde se revuelca el galgo blanco del placer y la alegría, sollozan bajo la pesadumbre de tu ausencia. Ya no irás, como en mejores días, sobre tu frente la blanca aureola del saber y en tus manos la sustancia salvadora, a consolar el dolor de los que sufren.
Ya no irás con tu palabra evangélica, llena de energía y de entusiasmo, a fortalecer nuestros corazones y ha inculcarnos, como sabio ductor, esa honradez ínclita que debe regir la vida de todo profesional.
Ya duermes el sueño interminable…
La noche se cierne sobre tu fosa derramando su llanto de estrellas… mientras flores y lágrimas, flores de cariño, lágrimas de tus discípulos y de todo un pueblo agradecido, humedecen tu tumba para decirte: Adiós… ¡No el adiós del olvido, sino el adiós de los que aún te amamos!…
Con información de: Rincón de Pedro Rodríguez Ortíz
Foto: Arquidiócesis de Caracas