Villalón y su medio siglo artístico
El Dr. Alberto Castillo Arráez, cuando escribió el prólogo del libro “Sol en Las Bardas” del primer cronista de Barquisimeto, don Eligio Macías Mujica, expresaba que Macías Mujica había escrito lo que había vivió y hoy al referirnos al medio siglo de vida artística de Armando Villalón, escribimos de él, lo vivido, como lo dijo Alfredo Boulton en la presentación del libro que escribió sobre Rafael Monasterios, al rememorar que lo había conocido en su adolescencia, cuando su padre sirvió de mecenas de Monasterios, mientras este estuvo recién llegado a Caracas, luego que el gobernador de turno en Lara, lo degrado salarialmente al tal grado, que tuvo que retirarse forzosamente, es decir, Alfredo Boulton lo recordaba y recordaba sus cuadros en esa época, pero que al momento de escribir sobre este artista larense, no podía hacerlo bajo la misma óptica de sus mocedades.
En esta oportunidad cuando sentimos la atmosfera que se creó en torno a Armando Villalón, el pasado domingo 28 de mayo, en que se inauguró la muestra “Ecosofia”, en la galería Rafael Monasterios de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, fuimos testigo de excepción, como el acto cobró una dimensión que rebasó todas las expectativas, pues además de inaugurar una etapa pictórica, en la vida del artista con la nueva propuesta que presentó, aquello se convirtió a su vez, en la reinauguración de la vida cultural de Barquisimeto, donde concurrieron figuras de todos los niveles amantes del arte y la cultura, de la ciudad y su gente.
El inicio de la actividad, con la actuación musical de “Barquisimeto IV”, fue una antesala, que nos distinguió como “Capital Musical”, pues en la pintura, los colores son las notas en la música, ya que en una como en la otra manifestación artística, se parte de una escala tonal de 7 colores y en la otra de una escala melódica de siete notas básicas, a través de los cuales el ingenio de la creación humana ilimitada da rienda suelta a la combinación de estos elementos, que van cobrando formas plásticas y de sonido, que debido a su carga emotiva impactan profundamente los espíritus de los espectadores.
Más, tamaña atmosfera, sólo fue posible indudablemente por el motivo de la cita, Armando Villalón el ser humano de tan especial condición, Armando Villalón el artista, Armando Villalón el enamorado de la vida para la cual nació y en fin, Armando Villalón el símbolo. Este maestro, vio la luz primera en nuestra urbe crepuscular, el 5 de julio de 1945, en aquel Barquisimeto aun bucólico y pequeño, que comenzaba a despertar a la modernidad.
La humildad de su grupo familiar, liderado por la entereza de su madre Josefina Villalón, será el nervio motor, que estimuló las inquietudes de aquel jovencito que pintaba las paredes de su casa, cercana la Estación del Ferrocarril Bolívar, que ya en decadencia, aun prestaba servicios. Con el entusiasmo que le es connatural, salía airoso de su casa con la olla repleta de las empanadas que hacia su madre y con un cordel que le guindaba del cuello y cuyos extremos sobre el pecho, lucían; uno con un pote con picante y el otro con un pote de suero, para que los parroquianos aderezaran el condumio con el gusto de su preferencia, granjeándose simpatías, amistades y la admiración, por su espíritu de trabajo, siempre sonriente, siempre alegre y más al retornar al hogar con la olla vacía y el importe económico fruto de las ventas que entrega a su madre, cuya sonrisa le henchía más su espíritu.
Paralelamente en la Escuela Simón Rodríguez, los maestros maravillados con su talento lo requerían para ilustrar el periódico escolar y para pintar las escenografías para los actos escolares, ello contribuyó indudablemente a afianzar esas inquietudes, que su madre asimismo estimulaba con la aquiescencia de dejarlo pintar en las paredes de la casa. Sin embrago, todo ese fantástico mundo cobraría mayor relieve, gracias a su madrina, la profesora Ana Emilia Maurielo, quien se apareció un día en su casa con un regalo, y vaya que regalo. Aun hoy, Villalón recuerda con emoción aquel instante. El regalo que le llevó la Profesora Maurielo, fue una de esas enormes bandejas metálicas con tapa, cuyo interior guardaba en pequeños compartimientos, los pigmentos para pintar en acuarelas, sumando a ello un juego de pinceles, que le dilataron las pupilas por la emoción, por tan portentoso obsequio para un jovencito con esas manifiestas inquietudes.
Desde entonces, jamás se a apagado la flama artística de su espíritu, la fuerza impulsora de su alma sublime, que encontró desde las aulas escolares una luz que alumbrase su camino, con diversos visos en el calidoscopio de la vida, pero cuya luz cual faro, siempre estuvo allí, palpitante, unas veces más que otras, pero siempre allí. Luego en la Escuela Técnica Industrial, se encontrará con el profesor Rafael Francisco López, que luego se contará entre los fundadores del Politécnico de Barquisimeto, quien después de observar la manera de dibujar los perfiles de las piezas mecánicas y otras asignaciones, le aconsejó que estudiase arte, dada la calidad de su trabajo y que en nada tenía que ver, con el dibujo técnico.
La Sugerencia del profesor López fue captada por el joven estudiante y mientras terminaba el bachillerato, tomó cursos libres por las noches en la Escuela de Artes Plásticas, a fin de ir aquilatando aquellas inquietudes tan hondamente enraizadas en él. Más tarde entraría a laborar en una empresa de repuestos como vendedor, luego vendedor de automóviles y entre uno y otro ramo, se desempeño exitosamente, aunque la luz del pensamiento artístico en su estro sapiente, seguía allí palpitante, constante, musitante.
Contraerá matrimonio con Isabel Gómez, para formar un hogar hermoso, pues Isabel de Villalón será la mejor cómplice que va a tener para enrumbarse en la sede de la pintura de lleno y por entero, ya que en su devenir, Villalón se inscribirá en las clases particulares que daba el maestro Ramón Díaz Lugo, donde agudizará la percepción artística y el trazo, como el empaste de la paleta, para amalgamar colores, en busca de tonalidades y efectos cromáticos, entre contraposición de planos y perspectivas.
Comenzará Villalón a desarrollar su pintura, entre el oficio de vendedor y sus actividades, vendiendo un cuadro de vez en cuando, hasta que un buen día, se le acercó Chemaría Giménez y le vio unos lienzos, su colorido y dibujo, cuyas atmosferas iluminadas le llamaron la atención, sugiriéndole al joven vendedor, que se dedicara a la pintura y de inmediato, lo pone en contacto con quien le representaba comercialmente. Así, Villalón, con el respaldo de su esposa, comienza como artista plástico de tiempo completo. De aquello 51 años han pasado, luego vendrá su viaje a Europa, sus estudios en el Círculo de Bellas de Artes de Madrid, las clases con el reputado profesor español Rogelio García Vásquez igualmente en Madrid y en el reconocido Estudio Arjona también de Madrid.
Su regreso será, el despliegue de todo lo vivido, de todo lo aprendido y de la conjunción de todos esos aconteceres, más su ahora aquilatado talento, cuya armónica articulación, dará por resultado una obra depurada de atractivas atmosferas, dentro de la temática del Valle del Turbio, en oportunidades en simbiosis con el Ávila caraqueño. Una trayectoria de medio siglo, cinco décadas de trajinar frente al caballete, de la pincelada creadora para el trazo sublime, cuya perspicacia incisiva del detalle, lo lleva con rápida agudeza de excelente tino, a resolver las cuestiones plástica en el proceso de realización de la obra.
Su más alta distinción la recibirá, con el Doctorado Honoris Causa, que le otorgará la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado el día 28 de julio de 2010, un momento de protocolo académico de altos quilates, de emociones encontradas, con discursos cónsonos con el momento y con base al homenaje tanto de Armando Villalón, como de Esteban Castillo, dos maestros de las artes plásticas, dos barquisimetanos sobresalientes sin duda alguna.
Su discípulo más connotado, Manuel Alfredo Brito, es una continuidad de la semilla sembrada por Rafael Monasterios, que Ramón Díaz Lugo le transmitiera a Villalón y este a Manuel Brito, son líneas de aprendizaje enraizadas con la tierra crepuscular, sus encendidos atardeceres y esa forma de captar la piscología del paisaje, cuya nueva propuesta, presentó Armando Villalón, el pasado 28 de mayo en la Galería Rafael Monasterios de la UCLA.
Domingo 04 de junio de 2023.
Fotos: Archivo