La óptica sesgada e incluso egoísta, por desconocer los hallazgos que desde 1997 se han reportado sobre el poblamiento indígena en los predios de Palavecino; pareciera que es la norma por parte de algunos personajes quizás desconocidos dentro del espectro de la cotidianidad cultural de esta localidad.
La primera aparición en el año 2005, de una osamenta y de materiales utilizados en el ritual ancestral de origen prehispánico; que sepa yo, fueron reportados y localizados por algunos lugareños. La extracción y levantamiento del registro estuvo a cargo del equipo técnico del Museo Antropológico de Quibor J.M. Cruxent; con el apoyo y el acompañamiento de los cronistas parroquiales de Cabudare y Agua Viva.
Recuerdo que en esos tiempos el amigo Darío Pérez, quien habitaba en un sector muy cercano a las faldas de la serranías del Terepaima; fue la persona nos suministró los datos de aquel curioso caso, por haberse topado con una extraña osamenta cubierta de fragmentos o pedazos de losa.
Tras los estudios, se diagnosticó una posible data cronológica entre el 700 DC y el período de contacto; es decir entre 1500 y 1600 años de nuestra era cristiana.
En el caso particular que nos atañe, hemos emprendido tiempo atrás, toda una campaña por consolidar un espacio que permita preservar y exhibir dichas piezas de origen prehispánico, con el apoyo de incuestionables antropólogos de la talla de Félix Alberto Gil, y en una ocasión, del arqueólogo y cronista morandino Pedro Pablo Linarez.
Por necesidad y por el material localizado, propusimos que se instalará en la emblemática pero hoy derruida Quinta de Silva Uzcategui, o conocida casa rosada de Agua Viva.
Lamentablemente, la poca comprensión y el abandono del proyecto de restauración iniciado en la pasada gestión, por parte de la actual administración municipal, tronchó la posibilidad cierta de que Agua Viva tuviese un digno espacio sobre estos temas.
Con honda preocupación, debo denunciar que el ambicioso proyecto de recuperar la Quinta de Agua Viva, dispuesta inicialmente para este objetivo, se paralizó, sin tener claro su destino.
Puntos, data y existencia de cementerios Indígenas
Desde entonces, nuestra perseverante indagación en esta materia, ha sido una constante. Incluso el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC) tiene conocimiento de estos hallazgos por el cumulo de información aportada por nuestra oficina.
Hipotéticamente, de acuerdo a la apreciación del especialista antropólogo Félix Gil, esta primera osamenta extraída en Palavecino en 2005, pudiese corresponder a una tribu aborigen allí asentada; presumiblemente Ajagua, Caquetío o Cuiba; caracterizado según informe, en el estilo cerámico Tierroide o tierra de los indios.
Ya son más de diez puntos de nuestra geografía palavecinense, donde existen vestigios claros de civilizaciones previas al período de contacto.
En años recientes localizamos muy cerca de Agua Viva otra osamenta acompañada de abundante material cerámico, algo inédito, según palabras del antropólogo Félix Gil; ya que la localización en nada es similar a los enterramientos que usualmente se ubican entre los 80 cmts o 3 mts; según la clasificación arqueológica.
Otro hallazgo ocurrió en 2017, justo en predios del Valle del Río Claro, a 8 metros de profundidad, trayendo asombro en el experto de la materia. El enterramiento poseía abundante material de cerámica correspondiente al estilo cerámico Boulevard o estilo San Pablo, con datación entre el 300 y 600 aD.C. Lo cual posee un verdadero valor de estudio para la antropología.
Se pudo apreciar que dicha osamenta fue colocada encima de una capa refinada de arena o tierra traída de otro sitio, como parte quizás de un ritual de practica funeraria ancestral.
Se han visto entierros con esta capa de arena refinada en Quibor, Sicarigua; entre otros lugares. Tratamiento funerario muy particular relacionado con el tema indígena; presente en sitios arqueológicos relacionados con la etnia Caquetia, Gayona, Quibure, Humocaro; de acuerdo con los hallazgos de la época en sitios arqueológicos explorados en su momento.
Curioso fue observar los 8 metros, en tres niveles de estratificación: una primera capa de tierra, otra de granzón y por último una capa de 3 metros de tierra firme, de lo cual dedujimos que en algún momento en esta zona del valle ocurrió un comportamiento aluvial, que nos debe alertar e invitar a profundizar un estudio minucioso de esta zona.
Siento que la historia de Palavecino se está mutilando e ignorando.
Será hasta otra próxima entrega. Espero que dicho balance pueda alertar sin ningún sesgo a nuestras autoridades.
José Luis Sotillo J.
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Excelente, como siempre