Cometeríamos, injusticia, de cargarles la mano a los generalotes que le entonaron, a pie de catafalco, el “Happy birthday to you” al difunto, Hugo Chávez. Hay que tenerlo bien presente, el precursor, de tales ridículos fue, precisamente, el supuesto cumpleañero del miércoles pasado. A ninguno de los grandes guerreros de la Historia -entre los más chapuceros a ninguno, tampoco- se le ocurrió ¡jamás! conmemorar como fecha patria una derrota, como en la que capituló el golpista del cuatro de febrero de 1992. Evitamos citar ejemplos, específicos, no sea que algún airado nos reclame por compararlo con semejante interfecto. Quisimos decir, rendición sin presentar batalla, ni reventar un cartucho, al grito de guerra: “Más vale que digan, aquí se rindió un miedoso a que digan, aquí ofrendó la vida un valiente”. Gestas así, traen a la memoria las de aquel, sargento, Demetrio López de García: “¡El Zorro!” ¡Atrapemos a “El Zorro!” -pero el sainete militar, comenzaba y terminaba en zafarrancho, choques de panzas con panzas, entre García y sus subalternos. En la Revolución de lo que fue mi amada, Venezuela, bufonadas como esas, se premian con condecoraciones. Basta mirar en los videos, los pechugones de los chafarotes. «Esta medallita que está aquí, es por puntualidad. Aquella por reprimir civiles desarmados. La insignia de más arriba es por cantar y por bailar el ‘trencito’. Vino con un gratuito -ñapa, le decimos en Caracas- con el que gané mi ascenso a Mayor General.» La conmemoración del natalicio de un ya difunto, demanda un mínimo de sobriedad. En particular, si los oferentes, en lugar de payasos se pretenden celadores de nuestra soberanía. Acotación necesaria: Nuestro respeto, para los trabajadores bajo la carpa que ejercen su oficio con dignidad, no para sus malos imitadores. Toda ocasión es buena, si urge retomar el sendero de la respetabilidad. Cuando están frescos, sucesos lamentables, como los de marzo de este año, en La Victoria, estado Apure, por poner el caso, en los que ocho jóvenes venezolanos, fueron masacrados por los narcoasesinos de las FARC, que horadan y seguirán horadando, territorio en otro tiempo sagrado y de dominio venezolano ¿Será que serenata, como la que comentamos, es una manera de recuperar el prestigio? A los generalotes cantarines, muy madrinos, que se han vanagloriado de antinorteamericanos, de lo transidos que se encontraban les pasó por alto que, la canción que coreaban, era made in USA. Ya que iban a chupar medias post mortem, han debido hacerlo sin descuidar detalles, como pautan el riguroso rito de las zalemas. En el supuesto negado que hubiese sido metabolizable la cantata nada marcial, habría resultado menos indecorosa de habérsele dedicado al comandante, supuestamente, eterno, nuestra ya clásica felicitación aniversaria, composición del maestro Luis Cruz, autóctona como ninguna y por ello, más acorde con el cacareado «nacionalismo» de La Momia, pero colaboracionista, en definitiva, cipayo, entreguista en decúbito ventral, vendepatria compulsivo, porque esas cosas se califican por hechos y no por las proclamas. Y ya que hablamos de detalles, incluida, para completar la monstruosa «adaptación», detritus directo, del chavomadurismo, en perjuicio de la música y las estrofas originales, de la referida tonada. Lo peor siempre cabe, en medio de tan nefando influjo. “¡Ay, qué Noche tan Preciosa!” degradada, casi, a narcocorrido. A saber: «♬Y ruego a Dios, porque pases/ un cumpleaños feliz/ haciendo toda la noche, p … y p… / ¡en los pañales que te di! ♬» |