El tenista serbio Novak Djokovic no buscó guardarse sus sentimientos en la cancha el sábado 4 de septiembre. Cambió así la actitud que había mostrado durante sus primeros dos compromisos de este Abierto de Estados Unidos.
Djokovic dejó salir todo. Se dio palmadas en el pecho, elevó un puño para festejar sus buenas jugadas y se llevó un dedo a la oreja para instar al público a que hiciera más bulla.
Este es el Djokovic al que todos están acostumbrados a ver y todos desean ver sobre la cancha. El que gana en los escenarios del Grand Slam, como ha ocurrido a menudo en esta temporada mágica, pero también el que se anima y arenga a los espectadores.
Ahora quiere que el público lo acompañe en su camino para hacer historia, una historia que lo colocaría como el mejor de todos los tiempos..
Djokovic dio otro paso en su intento de completar el primer Grand Slam en un año calendario dentro de la rama masculina en más de 50 años. Avanzó a la cuarta ronda en Flushing Meadows para su 14ta aparición consecutiva, tras recuperarse para derrotar con parciales de 6-7 (4), 6-3, 6-3, 6-2 a Kei Nishikori. /JU
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