Los mexicanos evitan cruzar a Estados Unidos por zonas conocidas, porque la vigilancia y el control por la Patrulla Fronteriza es demasiado estricta para impedir que pasen.
Cientos de migrantes se forman a lo largo de un muro fronterizo en Arizona alrededor de las 4:00 de la mañana, mientras agentes los separan en grupos por nacionalidad.
“¿Alguien de Rusia o Bangladesh?. Necesito a alguien más de Rusia aquí”, grita un agente y luego dice en voz baja, casi para sí mismo: “Estos son rumanos”.
Es una tarea rutinaria para la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en las primeras horas de la madrugada en esta extensión plana de desierto donde el muro termina. Migrantes de al menos 115 países han sido detenidos aquí en el último año, pero eso puede ser menos sorprendente que lo que falta: los mexicanos están prácticamente ausentes.
En cambio familias de Venezuela, Colombia, Haití, Cuba, Brasil, India y docenas de otros países llegan a Yuma, Arizona, después de vadear el río Colorado con el agua hasta las rodillas. Su presencia refleja cómo una regla de la era de la pandemia aún define los viajes de muchos migrantes, pese a que gran parte de Estados Unidos ha dejado atrás al Covid-19.
La cambiante demografía marca un drástico alejamiento del pasado reciente, cuando los inmigrantes eran predominantemente de México y de los países que conforman el Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Eso es evidente en algunos de los cruces más concurridos, como Yuma, Eagle Pass, Texas, cerca de donde varias personas murieron recientemente al intentar cruzar el río Bravo, llamado así en México, y río Grande en Estados Unidos.
Los mexicanos cruzan por otros puntos, pero a menudo intentan no ser detenidos porque es probable que sean expulsados bajo una regla implementada durante la pandemia que les niega la oportunidad de solicitar asilo.
Los mexicanos aún representan siete de cada 10 encuentros en el sector de Tucson, Arizona, de la Patrulla Fronteriza, donde los contrabandistas les ordenan caminar de noche con garrafas de agua pintadas de negro, mochilas camufladas y botas con suela alfombrada para no dejar huellas en la arena, dijo John Modlin, el jefe de sector.
“Una historia increíblemente diferente de dos fronteras, a pesar que están dentro del mismo estado”, señaló. Los migrantes que no son de México y el Triángulo Norte representaron el 41 % de las paradas en la frontera entre octubre y julio, frente a sólo el 12 % tres años antes, según datos del gobierno.
En Yuma visten sandalias y cargan bolsas de compras llenas de pertenencias sobre sus hombros. Algunos llevan niños pequeños. Por lo general los migrantes caminan una distancia corta por tierras tribales y se entregan a los agentes, en espera de ser liberados para continuar con sus casos de inmigración.
Los mexicanos representaron el 35 % de todos los encuentros fronterizos entre octubre y julio, más que hace tres años, pero muy por debajo del 85 % reportado en 2011 y el 95 % de principios de siglo.
AP
Las patrullas fronterizas son muy estrictas