Este domingo 7 de octubre se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. 147 millones de ciudadanos están llamados a unos comicios considerados los más disputados de los últimos años, que llegan tras una de las campañas electorales más tensas de la historia.
Los claros favoritos son el ultraderechista Jair Bolsonaro y el heredero de ‘Lula’, el izquierdista Fernando Haddad. Los comicios incluyen la renovación de dos terceras partes del Senado, congresistas, gobernadores y representantes de 27 estados del país. Para cubrir estas vacantes hay más de 29.000 candidatos.
Los candidatos
Bolsonaro, víctima de un reciente ataque que de alguna manera impactó la decisión del electorado, excapitán del ejército, y diputado federal desde hace 28 años. Durante la campaña, sus declaraciones han estado teñidas de frases que lo declaran como un extremo derechista. Quieren promover la libre economía de mercado, la liberación de la venta de armas a la población entre otras medidas populistas y peligrosas.
Haddad, profesor de ciencias políticas, exalcalde de São Paulo y ex ministro de Educación, ha defendido que Brasil recupere la prioridad de lo social, que acabe con las reformas liberales de Michel Temer. Es el candidato de un encarcelado Lula y llega con el peso de las acusaciones de corrupción, a su Partido de los Trabajadores.
Las últimas encuestas dan un 28% de intención de voto para el candidato de la derecha y un 22% para Haddad.
Antecedentes
La crisis económica iniciada en 2014 y los escándalos de corrupción vinculados con la petrolera estatal Petrobras, provocó una fuerte polarización de la opinión pública, disminuyendo la popularidad de los partidos más tradicionales, tanto de la izquierda (PT) como de la derecha (PSDB) y también del centro (MDB).
El actual presidente, Michel Temer (MDB), rompió la coalición con el gobierno del PT tras el impeachement de Dilma Rousseff y asumió una postura política de centro derecha. Tiene la popularidad más baja de un presidente en la historia de la democracia brasileña: apenas un 4% de la población aprueba su gestión. Al igual que Lula da Silva y Rouseff, está siendo investigado por corrupción.
Todos estos escándalos han generado una gran desconfianza en los políticos de ese país, cuya economía no está en su mejor momento y, recuperarla, implica un alto y espinoso reto para el ganador. Ninguno de los favoritos, según los sondeos, ha demostrado estar a la altura de la exigencia.