Hasta nuestras oficinas de redacción, se acercó el joven Fernando Miranda, de 30 años de edad, quien dijo residir en el sector Las Casitas de El Cují, en la parroquia del mismo nombre, del Municipio Iribarren.
Un tanto compungido, Miranda apuntó que “deseo hacer pública la forma lamentable en que falleció mi señora esposa, Naikeris Kary Álvarez Pérez, de 27 años de edad, quien, al momento, presentaba un embarazo de 33 semanas, precisamente de nuestro primer hijo, que era varón”.
Expresó que el deceso de su señora esposa tuvo lugar en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Central “Antonio María Pineda”, de Barquisimeto.
Nuestro visitante quiso resaltar el hecho de que “yo no hago esta denuncia pública en absoluto por algún deseo de venganza, pues, total, ya eso no me le va a devolver la vida a mi difunta esposa”.
–Pero sí lo quiero hacer del conocimiento público porque, en primer lugar, durante el tiempo en que ella estuvo allí recluida, aproximadamente 22 días, pudimos presenciar cómo, al igual que nosotros con mi esposa, numerosas personas vivían una pesadilla para la atención a sus familiares allí hospitalizados.
–Por supuesto, todo ello aparte de todas las carreras que tenían que protagonizar para dar con los medicamentos e insumos que les pedían, porque, lamentablemente, en ese hospital le piden de todo a los familiares del paciente.
Varios factores
Afirmó el visitante que, a su juicio, fueron varios los factores que se conjugaron y que llevaron a la muerte a su esposa, tales como negligencia en la atención debida por parte de algunos –ojo: no de todos– médicos y enfermeras que la atendían; la inexistencia total de insumos y de medicinas, y, de paso, la abundancia de ratas en buena parte de la UCI.
En un documento escrito, Miranda cuenta que su esposa fue ingresada el 3 de noviembre pasado presentando una preclampsia, a nuestro primer centro asistencial, y, en ese mismo día, perdió al bebé.
Ante las complicaciones del caso, debió ser recluida en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), en donde le detectaron, además, dificultades en riñones y pulmones, pero allí, aún así, logró experimentar cierta mejora en su estado de salud.
No obstante, unos siete días después, “comenzaron a suministrarle unos medicamentos que, según algunos de los médicos del servicio, no eran lo más convenientes”.
En el escrito, Miranda cuenta que, de repente, se presentó allí el caso de un paciente que ingresó asimismo bastante grave, con un pulmón perforado, tras haber sido arrollado por un vehículo que conducía la esposa de un alto funcionario del transporte oficial aquí en Barquisimeto, y toda la atención se centró entonces en ese paciente.
“Durante unos diez días” –prosigue el documento–, “se descuidó la atención al resto de los pacientes, incluida mi esposa, por supuesto, y es el 17 de noviembre cuando por fin dan la orden de cambiarle los antibióticos, con lo cual se notó una notable mejora en su salud”.
“Simultáneamente, ordenan para ella una traqueotomía, ya que había pasado mucho tiempo entubada, dada la parálisis de atención por varios días a que antes me referí”.
Neumonía
“Es entonces cuando le diagnostican una neumonía que adquirió casi con seguridad en el área de la UCI, ante la falta de aire acondicionado que hay allí, y también ante la falta de un espacio acorde para todos los pacientes”.
“Ante esta nueva complicación, nos piden realizarle con urgencia una rinofibroscopia para destapar los bronquios y diagnosticar qué tanto de líquido había en sus pulmones”.
“Aparejado a ello, nos solicitaron una serie de medicamentos y de procedimientos para poder aplicarle el nuevo tratamiento”.
“Todo lo que nos pidieron lo conseguimos en el mismo día, pero, pese a que estuvimos durante tres días detrás de los médicos para que le aplicaran dicho tratamiento, ello no fue posible, y es, por cierto, a raíz de esto, es decir, de que no se le aplicó a tiempo el tratamiento antes indicado, que mi esposa fallece”.
¿Respuesta correcta?
“Y lo más triste e indignante, de todo esto, si se quiere, es que la respuesta de los médicos no fue siempre la más correcta, e incluso, muchos de ellos se escudaban en lo de los sueldos que ganan”.
“Y la respuesta del mismo director del hospital, no solamente a mí, sino también a otras personas a quienes se les había fallecido allí algún familiar, fue siempre la misma: ‘El tiempo de Dios es perfecto’. Imagínese usted”.
–Repito –enfatizó Miranda–, ya a mi esposa no le vamos a devolver la vida, y menos a mi bebé perdido en el percance, pero sí aspiro a que esto no le vuelva a ocurrir a ninguna otra persona que tiene derecho a ser atendida debidamente, tal como lo establece la Constitución Nacional.
–Y, de paso, valga señalar que nosotros, vale decir la familia de mi esposa y yo, en este lamentable percance familiar, debimos gastar alrededor de 4.600 dólares, cuestión que no nos duele en absoluto, ya que todo fue por ella, cuya pérdida sí es lo que de verdad nos duele.
Valga destacar igualmente que, en el acta de defunción de la mencionada dama, se lee, como causa de su deceso: “Shock séptico, punto de partida ginecológico abdominal posoperatorio de embarazo de 33 semanas”.
Reinaldo Gómez