Empujada por el consumismo, la preocupación desmedida por la imagen física y la ostentación, la sociedad está dejando de lado el ser, priorizando la vanidad. Hasta qué punto ese comportamiento es malsano y cómo dosificarse.
Sobre el tema, a propósito de la Semana Mayor que invita la reflexión, El Informador Venezuela conversó con monseñor Carlos Curiel, obispo de Carora.
También del párroco de la iglesia Inmaculada Concepción de Barquisimeto, Jesús Lárez, y el presidente del Colegio de Psicólogos de Lara, Gerardo Sánchez Ramírez.
Para empezar, Sánchez define la vanidad como la forma de comportarse, donde la preocupación exagerada por la apariencia y que las demás personas ofrezca una valoración positiva.
Al respecto, los religiosos hacen énfasis en la humildad, y coinciden en que es “una virtud que se aprende en el hogar, en la casa. No somos más que otros, estamos llamados a servir y ayudarnos unos y otros”, apunta Lárez.
El problema está -en que desde el punto de vista cultural, las personas están haciendo todo lo posible por brillar y en consecuencia exagerar en todo:
En el vestido, en la forma de hablar, en la moda, “vamos exagerando, más y más y todo es como una espuma de jabón que en cualquier momento explota y no queda nada”, advirtió.
Para citar luego, el ejemplo de Jesucristo quien tomó la naturaleza humana y por ende tuvo actitudes, pensamiento y carácter humano sin dejar de ser Dios y al mismo tiempo toda esa realidad la elevó, la divinizó, no en apariencia sino desde el punto de vista espiritual.
“Dentro de cada ser humano hay una gran riqueza y cuando las descubre saca lo mejor de sí y comparte con otros, entonces tenemos que tener la capacidad de multiplicar el bien, como lo hizo Jesús” aconseja el párroco.
“Superficialidad monetizada”
En opinión del psicólogo Gerardo Sánchez, la vanidad en sí misma no representa un problema. “ Es más, hay cierto grado de vanidad necesaria para el desarrollo de la identidad y la personalidad porque permite reconocerse y sentirse a gusto como nos vemos y nos ven las demás personas”.
Sin embargo, advierte que cuando esa atención está enfocada en lo superficial, en lo que los otros piensan y dicen sobre esa apariencia, «sí puede derivar en sufrimiento personal cuando no se recibe del entorno los elogios y admiración que se esperan».
Actualmente, eso se evidencia en las redes sociales, donde la exhibición de la imagen y el deseo constante de aprobación y reconocimiento parece ser la norma. Además, se ha convertido en una profesión en la cual si se tiene éxito, se puede a llegar a ganar mucho dinero.
“Es decir, la superficialidad está monetizada, se premia, mientras que la profundidad en los contenidos son relegados a un segundo plano”, subrayó Sánchez.
El psicólogo explicó que existen psicopatologías como los trastornos histriónicos o trastorno narcisista de la personalidad donde esa superficialidad es uno de los signos que caracterizan estas personalidades, pero no significa que un comportamiento vanidoso sea el que cause el problema de salud mental.
Insistió la vanidad como comportamiento no es, ni causa patologías psicológicas, pero como forma de relacionarnos que se nos impone social y culturalmente, en particular en las redes sociales «sí está generando problemas de salud mental en la población», advierte el presidente del Colegio de Psicólogos del estado Lara.
Llevar una vida natural
El padre Lárez sugiere llevar una vida natural, humilde, dar lo mejor de sí y cultivar la fe y obrar conforme a ella.
Asimismo, monseñor Carlos Curiel, el obispo de Carora, expresó que en este mundo complicado, lleno de vacíos de todo tipo, “es necesario salir de la cultura de la indiferencia, porque cuando el sufrimiento del otro me conmueve se actúa con misericordia y se deja de lado la soberbia”.
En su caso, dijo «trataría de pedirle a Señor humildad y sencillez para poder captar todo y responder con criterio del Evangelio, es decir con los criterios del Maestro, el amor a Dios, el amor al prójimo”.