El compositor, pianista y director de orquestas con ascendencia larense, José Agustín Sánchez, vuelve a hacer historia. Se convirtió en el primer venezolano y en el primer músico en el mundo, en realizar una expedición artística y científica a la Antártida.
El joven nacido en el Táchira de madre caroreña, realizó cerca de 20 ofrendas musicales al planeta con su piano eléctrico alimentado mediante un innovador sistema de energía solar, en escenarios muy remotos como la cima de montañas y glaciares, icebergs, cuevas de hielo, lagunas congeladas y bases científicas.
Esta aventura arrojará como resultado una nueva obra sinfónica y posibles producciones discográficas. “Tengo en mente grabar varias producciones discográficas que recogen algunas sonoridades de la Antártida, como el sonido de los glaciales, del viento, del hielo, de la fauna y del agua en movimiento, cuyo resultado será algo único y terapéutico para la audiencia que quiera conectarse con la pureza de este continente enigmático”, explicó el compositor, acotando que «esta nueva composición hablará sobre la importancia del silencio y la apreciación de la vida por medio de la contemplación».

Antártida virgen y noble
La Antártida ya ha sido sede del arte. A mediados de los años 80, la banda chilena Los Habibis estuvo en una base científica grabando unos videoclips. En 2013 la agrupación Metallica ofreció un concierto de rock en un domo. En 2016, el pianista italiano Ludovico Einaudi se presentó sobre una estructura flotante como parte de una campaña de Greenpeace.
Pero este trabajo del venezolano es completamente diferente, porque está basado en una expedición de cinco semanas a los confines de este territorio virgen y noble, en procura de un legado para la humanidad, a pesar de los riesgos.
Y es que tocar piano sin guantes en la Antártida, requiere una preparación especial, dadas las temperaturas de -20 C lo que hacen que las manos se congelen rápidamente.
José Agustín Sánchez se entrenó con el método del holandés Win Hoff, que combina respiración y concentración en ambientes gélidos, incluso tan extremo como la Antártida, donde las traicioneras corrientes marítimas, las olas de hasta siete metros de altura, los icebergs afilados y poco visibles, el campo magnético polar y muchas otras variables impredecibles, configuran un ambiente hostil.
Arte, ciencia y vida
«La música hizo que las ballenas aparecieran, cantando con el chofar (cuerno) y el piano. También tuvimos contacto con los pingüinos en diversas colonias que se acercaban al lugar de las ofrendas musicales para escuchar, y fue impresionante ver como una foca leopardo danzó en espiral mientras la música sonaba sobre el hielo”.
Así cuenta Sánchez el resultado de la investigación científica que también fue motivo de la expedición: registrar cómo la música incide en los ecosistemas y su fauna, midiendo sus reacciones.
El tema no es nuevo para él, en tanto es conocido como “el Alquimista Sónico”, por su estudio de cómo las vibraciones generan cambios en diversos espacios, comportamientos, estados psíquicos y emocionales.
De hecho, durante la pandemia por la COVID-19, hizo “desinfecciones y vacunas musicales” en decenas de hospitales en Venezuela.
En este caso, evidenció y estudió cómo diversas especies de fauna respondieron positivamente a las tonalidades y armonías de su piano.

Cómo y cuándo comenzó todo
El compositor, orgullo de San Cristóbal y de Carora, tuvo un recorrido secuencial muy conceptual e interesante. Todo comenzó en 2022 tras su visita al Tepuy Roraima, donde al estar en contacto con las aguas más puras del planeta, decidió que tenía que ir a la mayor reserva de agua dulce del mundo.
Para ello, primero tenía que cruzar la principal arteria fluvial: el Amazonas, por lo que recorrió todo Brasil hasta llegar al punto donde el agua tiene mayor potencia: las Cataratas del Iguazú. De allí al fin del mundo: la tierra de fuego, en Ushuaia, para luego cruzar el canal de Drake y ofrendar con su música a la Antártida.