Cogito ergo sum-. Me siento a escribir este artículo cuando recién terminó de hablar la presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Indira Alfonzo, quien anunció, con el 82,35% de la transmisión de las actas de votación, que hubo en las elecciones parlamentarias una participación del 31% de los electores inscritos en el Registro Electoral Permanente.
Esto indica que hubo una abstención, por lo menos oficialmente, de unos 69% de los venezolanos. Ahora bien, sin entrar en el debate de la fidelidad o confiabilidad de esta cifra, es necesario sopesarlo con otros datos, para tener una visión clara de lo que ocurrió este domingo 6 de diciembre.
El primer análisis es comparar la relación participación-abstención de este proceso con los anteriores comicios parlamentarios. Si lo medimos con las elecciones del 2015 la diferencia es abismal, pues la participación fue del 74% y la abstención fue de tan solo 26%, y en las del 2010 votaron un 66% del REP y se quedaron en sus casas un 34%.
En cambio, cuando la oposición llamó a la abstención en el 2005 la no participación electoral alcanzó un techo del 75% y votaron a duras penas el 25% de los venezolanos inscritos en el REP. La diferencia de aquel entonces al de ahora, es que en aquel caso la oposición acató monolíticamente el llamado a no votar, sin embargo en esta ocasión no fue así, hubo un sector que sí participó.
Otro aspecto es la cantidad de votos obtenidos. En esta oportunidad el llamado Gran Polo Patriótico contabilizó 3,5 millones de votos (17,2% del REP), lo cual pudiera llegar a 4,2 millones cuando se escruten el 100% de las actas. Si medimos esta votación con la última obtenida por Nicolás Maduro en el 2018, la cual rondó los 6,2 millones de votos, observamos una pérdida de 2 millones de personas que decidieron no votar por el Psuv ni por sus aliados en este proceso.
Esta caída del 32% del voto del Psuv obedece a varios factores, aunque el más importante es la crisis económica, la cual está a niveles insoportables y cada vez más aguda para un inmenso número de venezolanos.
Ahora, si nosotros determinamos que hay un promedio histórico del 30% de abstención (poco probable que se mueva a votar), es decir unos 6.213.127 electores que jamás ejercen su derecho y le restamos a eso los probables 4,2 millones de votos que posiblemente termine sumando el Gobierno, quedarían 10.297.294 venezolanos – de los cuales 1.663.993 sí votaron el domingo – que son opositores a Nicolás Maduro.
¿Qué se desprende de esto? Que si la oposición rectifica su política de abstención con miras a los retos electorales por venir, sería una fuerza arrolladora que derrotaría en todo el país al Psuv y al resto del Gran Polo Patriótico.
Esos más de 10 millones de personas que suman a opositores duros y decididos, y a miles de ex-electores del chavismo que están decepcionados, cansados y hartos de promesas y de sumar necesidades, representarían en cualquier elección más del 67% de los votos escrutados, una paliza total.
La pregunta es: ¿Se dejará que el Madurismo-chavismo con menos del 20% del electorado se haga nuevamente de las gobernaciones, alcaldías, consejos legislativos y cámaras municipales en los eventos comiciales previstos en el 2021 y 2022?
¡Para mí el guarapo dulce, el café amargo y el chocolate espeso!
José Dionisio Solórzano / www.dionisiosolorzano.blogspot.com / @jdionisioss