La semana pasada conocí en el centro de Puerto La Cruz a Doña Jacinta, es una señora de unos 70 años de edad que por casualidad de la vida (o tal vez por causalidad como algunos dicen) me la topé en dos tiendas en la calle Sucre.
En la primera, a la espera que una vendedora nos atendiera, sostuvimos una cordial y típica conversación sobre la difícil situación del país. Hablamos – en cuestión de 3 ó 4 minutos – de los temas que están en la boca de todos los venezolanos, la inflación, la especulación y lo difícil de vivir en un país que, como dijo Jacinta, «se lo llevó quien lo trajo».
Al cabo del tiempo mencionado, ella fue atendida preguntó por el artículo que necesitaba le respondieron «se terminó», ella agradeció y se retiró, no sin antes dedicarme un atento y simpático saludo de despedida.
Me tocó el turno y logré conseguir lo que andaba buscando y seguí mi camino. Una o dos cuadras más, entré a una pequeña farmacia, allí nuevamente estaba Jacinta, esta vez con un récipe en la mano.
Delante de nosotros habían como unas 10 personas, y nos pareció prudente continuar la charla de hace minutos atrás. Ella me comentó que es una maestra jubilada, vive – o por lo menos hace el intento – de su ingreso de jubilada y de lo poco que su hijo que trabaja en Perú puede enviarle, lo cual ha sido muy poco durante este 2020 debido a que la Pandemia lo dejó cesante en aquella nación andina.
Ella ha logrado sobrevivir vendiendo cositas que tenía en su casa, su difunto esposo era lo que llamamos «todero» y había dejado varias herramientas de trabajo así como artículos del hogar guardados, los cuales ella ha logrado vender gracias a que una vecinita la ayuda a publicarlos en Marketplace en Facebook.
Hablando de todo un poco, del dólar en la economía venezolana, de como ella el año pasado con 20$ hacía de todo, luego con 100$ (que recibía de remesa) llenaba la nevera de su casa, compraba sus medicina y le sobraba, y ahora a duras penas – con esos 100 o menos – no le alcanza ni para la cuarta parte de lo que en enero o febrero adquiría.
Cuando a Jacinta, por fin, le llegó el turno, me sumergí en las profundidades digitales de mi celular – allí en el océano de las redes sociales – sin embargo, oí que Jacinta preguntaba si había y cuánto valía una pastilla para controlar su tensión arterial; ella preguntó por Tensomax de 30 miligramos y ¡Eureka! Sí había… No obstante la caja de 100 pastillas – las únicas disponibles – costaban 29 millones de bolívares.
Ella sin decir nada se empezó a retirar de la farmacia, su rostro hacia minutos lozano y normal se apagó totalmente. Llevaba encima una mezcla de dolor, tristeza, angustia y derrota.
«Señora Jacinta, no se vaya», alcancé a detenerla. «¿Cuánto le falta?… No se preocupe yo la ayuda a pagar su medicamento». El alma le volvió al cuerpo y me echó la bendición la cual recibí con humildad.
Así como Jacinta, miles de adultos mayores en todo el país se ven ahogados económicamente. Así como Jacinta millones de venezolanos no tienen – o no les alcanza – para cubrir sus necesidades de salud… Sin duda la crisis económica no solo son tendencias, cifras y márgenes, sino que son seres humanos sufriendo y sobreviviendo.
En conclusión: ¡Hay que sanear la economía venezolana ya!