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La pobreza alcanzó a 96% de los venezolanos

El medidor que una vez fue bandera de la gestión de gobierno: el índice de Gini, es ahora una espada de Damocles. La desigualdad de los ingresos entre los venezolanos es cada vez más abismal, en un país que jamás, en la historia moderna, había experimentado tanta desmejora en la calidad de vida de su población.

A esta conclusión llega la edición 2019-2020 de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (ENCOVI), de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), basada en el abordaje estadístico de 9932 hogares del país, cuyos resultados fueron presentados este 7 de julio por los investigadores Anitza Freitez y Luis Pedro España, a través de una videoconferencia.

En medio de la opacidad de la información oficial, de la cual no se tiene conocimiento público desde 2014, la encuesta de la UCAB viene a diagnosticar la situación socioeconómica del país, basado en un análisis de la población, la educación, la pobreza, el empleo, la migración y hasta la alimentación.

Freytez, coordinadora del proyecto ENCOVI y experta en demografía, explica que el estudio evidencia la «destrucción» de la calidad de vida de la mayoría de los venezolanos, considerados ahora como pobres de ingreso, porque de alguna u otra manera, éstos han mermado.

La población: la vida se acorta

El coeficiente de Gini, que marca hoy un escandaloso 51, sustenta las conclusiones del estudio que recoge información de unas 33 mil personas, y concluye que en la Venezuela actual, la migración selectiva aceleró el envejecimiento de su población productiva -como en ningún otro país del área- llevando a pérdida el llamado Bono Demográfico, o la relación entre la población, su edad, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

De esta variable, sin duda que la conclusión más dolorosa es la pérdida de 3,7 años en la expectativa de vida de los venezolanos, aunque el aumento de la mortalidad infantil no se queda atrás. Mientras el primer indicador tiene como referencia las estimaciones del INE, el segundo toma el patrón de la ONU: 12 menores de un año de edad fallecidos, por cada 1000 nacidos vivos. En Venezuela la relación es de 26 x 1000.

«Un retroceso en la supervivencia», le llama Freitez, quien destaca la novedad que siginifica la feminización de los hogares en el país, cualidad asociada directamente con el aumento de los hogares unipersonales. En términos más llanos, la tradicional y natural relación papá-mamá-hijo(s), cayó en Venezuela, en buena medida por la migración.

La educación: dejó de ser masiva

El país está ralentizado. La demanda ha caído, incluso en la educación. Las condiciones de vida han causado que 1.7 millones de estudiantes, entre 18 y 24 años, hayan abandonado los estudios, generando un rezago educacional -en pronedio de dos años- cuyas consecuencias a futuro son inestimables ahora.

La educación privada no se salva de la crisis. La pérdida del poder adquisitivo, en todos los estratos sociales, minimizó la proporción de alumnos en este sistema, aún cuando su suerte es mejor que la de cuatro millones de niños y adolescentes que no va a clases con regularidad debido a sus condiciones de vida.

Una situación que ni siquiera el PAE (Programa de Alimentación Escolar) puede paliar en su totalidad por cuanto, según los hogares encuestados, sólo el 28% de la población estudiantil beneficiada, lo recibe todos los días, y 74% sólo recibe el almuerzo. Freytez lamenta que todos los esfuerzos por masificar la educación en el país, en los sectores más pobres, hoy no se evidencian.

Más de la mitad de la población más pobre no completa el ciclo enseñanza, proyectando una exclusión educativa que, por si fiera poco, puede aumentar con la pandemia.

El empleo: más horas de trabajo

«La hiperinflación parece que llegó para quedarse», especula la investigadora, apoyándose en pruebas que demuestran como el nivel del salario ha caído entre 2015 y 2019 tanto en el sector público como en el privado, presionando la inactividad laboral a un 44%.

Pero pudiera no ser ese el peor de los escenarios, considerando que la población aún laboralmente activa, ha debido prolongar sus jornadas de trabajo hasta por 46 horas semanales.

El asalariado busca más empleo por cuenta propia, y dado que el sector manufacturero redujo su capacidad empleadora a la mitad de su capacidad, el sector servicios y el del comercio, son las principales fuentes de empleo.

La emigración: hogares unipersonales

En el 71% de las encuestas se respondió que, al menos una persona había emigrado del hogar, siendo generalmente un hombre, lo que confirma lo expuesto líneas arriba en cuanto al aumento de la feminización y unipersonalidad de los hogares de la Venezuela actual. También explica el repunte de la mano de obra femenina en el sector laboral.

Se confirma también la pérdida del bono demográfico toda vez que la población migrante se ubica entre los 15 y 29 años, es decir, la más laboralmente activa. No obstante, se detectó también un repunte de la movilización de población profesionalizada, de entre 30 y 49 años de edad.

La reunificación familiar pasó a ser otra causa de migración en Venezuela.

Todo este panorama configura una nueva situación económica en los hogares venezolanos, sobre todo los de más necesidad material. Las familias dependen, en mayor o menor medida, de las remesas.

Sobre ese tema, Luis Pedro España, desde Madrid, explicó que también han generado una brecha entre grupo sociales, presionando aún más la desigualdad.

Venezuela es ahora uno de los más países más desiguales de la región, comparada con la Colombia que, irónicamente, este gobierno llegó a criticar por esa razón.

La pobreza: es multidimensional en Venezuela

«No es desigualdad, es que no hay recursos que compartir», sentencia España, enmudeciendo cualquier otra explicación sobre la carestía económica de los venezolanos. La ENCOVI muestra que el 79.3% de los venezolanos no tiene como cubrir el mínimo de sus necesidades alimenticias y de servicios, mientras que el 96% de los hogares tiene algún tipo de pobreza.

Desde la pobreza de ingreso, entendida como una progresiva desmejora de las condiciones materiales, hasta la pobreza estructural, con carencias de todo tipo, pasando por la pobreza de consumo, referida a la cantidad de kilocalorías que están comiendo los venezolanos.

68% consume por debajo de las dos mil recomendadas. En Venezuela, la pobreza es multimensional.

España dedica un apartado a los programas sociales gubernamentales, reducidos en los últimos años a las asignaciones monetarias o alimenticias directas, siendo las más determinantes los bonos y los CLAP. 42% de los hogares del país se ayudan con uno u otro o ambos, toda vez que no se reconoció exclusión en el otorgamiento del beneficio.

La comida: sobrevivir con carbohidratos

Sensible tema. incluso cruel, cuando el investigador revela que la desigualdad es tal  que la gente con menos poder adquisitivo come cinco veces menos proteínas que quienes tienen posibilidades materiales. A punta de huevos -y en la medida de lo posible-  se mitiga esta carencia.

La pobreza de ingreso y de consumo se dejan ver en todo su esplendor cuando España explica que, aún distribuyendo equitativamente toda la comida disponible, no se llegaría en el país a consumir la media de 2000 kilocalorías por persona.

De cada cuatro hogares, en al menos uno la inseguridad alimentaria es severa

No resulta difícil, entonces, entender porqué 74% de la población no tiene esa seguridad alimentaria, tan perseguida como objetivo de gestión social. En este país, y en estos momentos, los pobres se llenan con carbohidratos.    

Ya organizaciones como Caritas lo vienen advirtiendo, y la ENCOVI lo confirma: la desnutrición infantil es la cara más perversa de la crisis nacional. 693 mil niños menores de cinco años de edad están desnutridos, a la luz del indicador peso-edad.

Venezuela se igualó a Haití y Guatemala o, peor aún, se acercó a cifras de la África deprimida.

Al final…, unificar esfuerzos

«Venezuela nunca ha tenido estos indicadores en los siglos XX y XXI. Por eso nos salimos del contexto de la región latino y suramericana», dice Luis Pedro España quien junto a Anitza Freitez y todo el equipo del proyecto ENCOVI, apuestan a que esta encuesta -que aseguran es el estudio social más grande hecho recientemente en el país-, encauce esfuerzos hacia la atención de las variables allí expuestas, incluso trascendiendo la distancia mostrada por el sector gubernamental.

Ficha Técnica

La encuesta ENCOVI, creada en 2012, es un muestreo probabilístico diseñado en dos etapas: segmentos censales y hogares, y aplicado entre noviembre de 2019 y marzo de 2020.

Si bien la meta era aplicar 16.900 encuestas, pero la interrupción por la pandemia permitió aplicar 9.932, tanto esa cifra como las 33.000 personas impactadas, constituyen una muestra estadística representativa nacional. El cuestionario, con más de 600 preguntas, se aplicó en hogares de todo el país -excepto Delta Amacuro y Amazonas- a través de entrevista directa, mediante dispositivo electrónico de captura. Una innovación de este año.

ICOLT / FOTO: Ángel Zambrano

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