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Coromoto, la virgen que detiene las tormentas

La Madre de Cristo, que se le apareció al indio Coromoto, viene manifestando que Venezuela es tierra bendita y verá la reunificación de las familias.

Yamilet Herrera Dudamel (@herrerayamilet) / FOTOS: Cortesía

“Vengan a ver esto porque yo no estoy segura, estoy un poco nerviosa”, le pidió Nancy Morella Giménez, científica del papel, y escéptica religiosa, a los compañeros que junto a ella conformaron el equipo que restaura la reliquia de la virgen de Coromoto, en Guanare, que data de 1652.

La especialista estaba observando la estampa a través del microscopio y pudo ver que el ojo izquierdo de la virgen, del tamaño de la punzada de una aguja, era perfecto, dentro del cual se ve un ser masculino sosteniendo algo en la mano. Es el indio Coromoto, que quedó grabado en su mirada.

Retrocedió desconcertada. “Es un globo ocular con iris, con retina, fue el susto de mi vida, sentí como si una presencia viva me estuviese mirando”.

Así relata César Alvarado, representante de la Arquidiócesis de Barquisimeto y portavoz del equipo de restauración de la imagen, la experiencia de esta mujer quien quedó temblando, tal como el cacique Coromoto, ante las revelaciones que tienen a María como protagonista.

Ella está aquí
Pareciera que la virgen se está dejando restaurar, provocando un proceso que no se hizo en 2002 porque el riesgo de dañar la imagen era inminente. Seis años después robaron parte del tesoro que rodeaba el relicario y la Conferencia Episcopal decidió acceder a la restauración para de ese modo renovar también la fe.

-¿Hay algo inusual ahora?

—Es claro que esta imagen no es hecha por mano humana, hay algo sobrenatural en ella, sentencia Alvarado, recordando que en el equipo hay médicos, antropólogos, biólogos, personas capacitadas, que avalan cosas inexplicables a la razón.

-¿Se está dejando restaurar?

—La imagen va cambiando según lo que está pasando en el país, se ha estado recuperando sola, por eso decimos que la virgen está viva en Guanare.

El primer reto era destapar el relicario, soldado con estaño. No era posible abrirlo hasta que el padre Manuel Brito, rector del santuario, la colocó en sus manos y, sin ningún esfuerzo, cedió.

La estampa estaba adherida al vidrio, por lo que usaron un tratamiento llamado pozo: sumergirla en agua, la cual los expertos aceptaron que fuera bendecida.

El proceso tardaría unas tres horas, y comenzaron a rezar el rosario. A los 18 minutos se desprendió y se quitó la mancha marrón que cubría el rostro mariano.

-¿Escogió Venezuela para manifestarse?

—Somos un país muy matriarcal, muy “mamero”. La Coromoto es la única aparición aprobada por la iglesia donde se le muestra a una familia (el indio Coromoto estaba junto a la suya en ese momento) y el demonio juega a romper hogares mediante la diáspora. Ella va a intervenir para restaurarlos, así como se ha restaurado su efigie.

-¿Por qué nos ha tocado vivir esta situación?

—Porque nos olvidamos de Dios, no aprendimos a valorar hasta lo más pequeño.

Nuestra señora de Coromoto, la virgen que detiene las tormentas, va a detener esta por la que estamos pasando los venezolanos.

De esta situación vamos a sacar las gracias y las herramientas para construir ese país hermoso que ella misma nos está mostrando. Hay que estar preparados para esa transición.

-¿Entonces, cuál es su mensaje?

-Que le demos valor a la familia, que tengamos ánimo, esperanza, porque vienen cosas maravillosas. Venezuela va a resurgir de las cenizas, de la oscuridad. Así como se borró la mancha que cubría su rostro, nuestro país quedará limpio para mostrar y recordar su esencia, lo verdaderamente importante.

Va a haber mucha luz para los que están aquí y para los que regresarán a construir esa civilización del amor que Dios quiere con todos nosotros.

Hay cosas más profundas que aún la conferencia episcopal no ha dado autorización para que se pregonen, advierte el vocero de la arquidiócesis.

El más incrédulo

En la sabana de Guanare vivía la tribu de los Cospes. Coromoto era su cacique, el que detenía las tormentas. En su lenguaje, Coro significa viento, tormenta, y moto detener. Era el año 1651 cuando él iba con su esposa a labrar. Al cruzar una quebrada una mujer hermosísima les invita a ir a donde los blancos para que les eche agua bendita en la cabeza.

El fraile Juan Sánchez, a quien Coromoto cuenta lo sucedido, interpreta que la virgen quiere bautizarlos. El cacique alienta a su gente a aceptar, pero el maltrato de algunos españoles a los nativos lo enfurece y cambia de opinión.

Por eso, siendo ya 1652 y 8 de septiembre, fecha cuando la iglesia celebra el nacimiento de María, el capuchino bautiza al grupo pero no a Coromoto quien, añorando su antigua vida y lleno de ira, regresa al bohío que habían levantado en el nuevo territorio católico.

Esa noche es sorprendido otra vez por la virgen, quien se le aparece de forma humana. Él estaba con su esposa, su cuñada y su sobrino, recién bautizado.

El cacique le reclama: ¿Hasta cuándo me vas a perseguir? ¡Por ti dejé mis tierras de labranza para que nos esclavizaran! Ella le sonríe y entra a la cabaña. Él trata de sacarla y la figura desaparece dejándole en las manos una minúscula estampa resplandeciente que él decide quemar. Como la fogata estaba apagada, la envuelve en una hoja de plátano y la coloca en el techo.

¿Esa estampa es la que se ha restaurado?

—Sí, a pesar de ser de un material frágil, parecido al papel de algodón; de que Juan Sánchez la llevó en su pecho; de que el pueblo la besaba y luego fue colocada en un estuche donde la humedad y otros factores le causaron deterioro. Es diminuta, del tamaño de una huella dactilar, 2,5 centímetros de alto por 2 de ancho.

-¿Cómo se salvó en aquel momento?

—El sobrino alertó a Juan Sánchez y este pudo rescatarla. Coromoto, preso de rabia, quema el poblado y regresa a sus montañas. En el camino es picado por una serpiente. Al sentir que el veneno le arrebata la vida, se arrepiente y pide perdón. Acepta ser bautizado como Ángel Custodio. Muere, pero pide a los indígenas recibir el sacramento y deja sentada la primera comunidad católica de nuestro país.

Mariofanía

Mariofanía es una aparición mariana. La nuestra es una mujer post adolescente, sonriente, con rasgos mestizos, sentada en la entrada de un bohío. En el ojo derecho se ve el mapa de Venezuela de entonces, tiene estrellas en la frente que corresponden a la constelación de la fecha y hora cuando apareció: 8 de septiembre de 1652, entre las 6:00 y 6:30 PM.

El cabello tiene la forma del templo votivo de Guanare, «como si los arquitectos lo hicieron guiados por el Espíritu Santo», dice Alvarado, aclarando que a través de los microscopios en el laboratorio de fitopatología de la UCLA, se observa que no tiene corona sino un penacho indígena de plumas u hojas; que no está sentada en un trono sino en la entrada de un bohío y a sus espaldas se pueden ver cañas con símbolos que -se comprobó- son palabras en arameo que significan “La mujer más llena de gracia”. Por todo ello es que se le dice mestiza, mientras que el niño sí está vestido como un rey y sosteniendo el planeta.

Equipo restauración 

Han participado Pablo Enrique González, artista plástico; Nancy Morella Giménez, científica de papel (reparó el Acta de Independencia y cartas de Simón Bolívar); el cura Manuel Brito, rector del santuario de Guanare; Nemesio Montiel, antropólogo, y María García de Fleury, socióloga. 

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