“¡Papi no, papi no!”, así se escucha entre el silencio los el grito de llanto del hijo de José Castillo, mientras observaba el féretro de su padre junto a su madre y su hermana. Del otro lado del home, se encontraba la señora Mirta, hermana de Luis Valbuena quien aun no podía creer la muerte del pelotero.
Al empezar la eucaristía todos los familiares tomaron asiento, su atención era nula hacia las palabras del sacerdote, tenían una mirada perdida, como si estuviesen analizando ¿por qué les sucedió esto a sus seres queridos?, al parecer no lograron encontrar respuesta a su pregunta.
Las lágrimas aumentaron su caudal en el rostro de las familias, cuando veían a los cuerpos de sus seres queridos ser llevados en los hombros de sus compañeros a dar un último recorrido alrededor de las bases del Don Antonio Herrera Gutiérrez.
Al final ambos grupos tomaron caminos distintos, los Valbuena se quedaron en la ciudad crepuscular para realizar los actos fúnebres, mientras los Castillo tomaron rumbo hacia Barinas, donde se encuentra la mayoría de su linaje.