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La Caroreñicidad en el Biotel

El espacio cultural del Biotel, por iniciativa de los hermanos Furiati fue escenario de un homenaje que le rindió la intelectualidad barquisimetana al escritor caroreño   Cecil Álvarez, quien además de novelista representa el esfuerzo de los torrenses para defender y promover sus valores culturales.

Las palabras iniciales de este dialogo grupal fueron pronunciadas por Jorge Euclides Ramírez, quien destaco las virtudes del homenajeado como  personaje histórico quien con voluntad y tesón mantuvo a buen resguardo la herencia espiritual dejada por Juan Martínez Herrera.

En el acto estuvieron presentes calificados líderes intelectuales de la sociedad larense, varios de ellos integrantes del Consejo Consultivo de Barquisimeto, Fundación  Casco Histórico, Club Café Lectura, Sofá Bararida, Fundasab, Cantón Carora, Asocacu y Ateneo del Oeste. Como parte musical se disfrutó de un concierto de guitarra del maestro Valmore Nieves y un recital de tangos de Rosario Anzola.

Cuando Juan Martínez  Herrera llega a  Carora con su esposa Teresa Yepez, tía de Cecil, de las playas de El Coyón salió una melodía de cardones cortando el viento como si fueran inmensas teclas de un piano fabricado por seres vestidos de sol y del Cerrito de la Cruz bajó un rumor de voces afinadas que cantaron El Mesías de Haendel

Carora estaba tendida bajo el calor y las esperas bucólicas en una modorra de caimaneras de beisbol en los playones del contorno y de películas vaqueras en la tarde, Radio Carora con el rítmico 1121 era la referencia musical para la juventud y la vida era vista por una ventana a través de la cual se miraba lo importante como propiedad de las grandes ciudades.

Juan Martínez Herrera llegó como odontólogo pero pronto  se hizo Melquiades  cultural para descubrir los diamantes  enterrados en la modorra circular de un pueblo cerca de Dios pero distante  de sus  talentos  naturales.

Fue Cecil incondicional colaborador de su tío político y baluarte operativo de la gesta que se inicia a principios de la década de los  años sesenta del siglo XX y que ahora se continua de manera esplendorosa, atravesando tormentas de todo tipo, superadas precisamente el talento maravilloso de Cecil Álvarez para navegar como Ulises, triunfando sobre dragones, ciclopes y perversas sirenas. Hoy lo que se tiene como proeza  cultural caroreña se debe en mucho al trabajo de resistencia inteligente de Cecil Álvarez, ahora escritor celebrado y muy leído.

Toca hablar entonces de la narrativa de este señor de la palabra  que mantiene atados gracias al mundo virtual a paisanos residenciados en diferentes países del planeta y les hace vivir lo cotidiano caroreño como una aventura interminable con el orgullo de pertenecer a una dinastía de seres espiritualmente poderosos.

Las novelas de Cecil Álvarez tienen personajes reales que él les pone el agregado de su estro telúrico. La riqueza de su narrativa se fundamenta en que sobre la realidad agrega elementos que él hace aflorar a la vida desde sus esencias cósmicas y las convierte en entornos sensoriales.

El escritor Cecil Humberto Álvarez Yepez redacta sus novelas mediante un viaje astral donde él al mismo tiempo  es autor y personaje, al estilo de Miguel de Unamuno en Niebla, donde autor y personaje debaten sobre el destino, pero en este caso Cecil no confronta a sus protagonistas sino que redirecciona sus ilusiones para que todas confluyan en Carora como espacio universal para la música y la literatura.

El padre Alberto Álvarez Gutiérrez heredero del talento y el altruismo de Ramón Pompilio Oropeza afirma que la fuerza telúrica nace de la caroreñicidad, que no es otra cosa que la fe convertida en trabajo y cultura. Cecil es fiel exponente de esta caroreñicidad a la cual Barquisimeto rindió homenaje.

Jorge Euclídes Ramírez

Foto: Cortesía

LA

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