El presidente de la República, Nicolás Maduro, afirmó que este bisiesto nuevo año 2020 estará marcado por la recuperación económica del país.
Hay que tomar en cuenta que se prevé como año electoral en el que se espera escoger una nueva Asamblea Nacional, lo que implicará aumento del gasto por parte del Estado.
En esa misma onda, comenzando enero, la Fedecámaras, que agrupa y representa al tejido empresarial del país, vaticinó una “leve recuperación económica”, a su juicio influenciada por las fuerzas del mercado, pero también marcada por grandes desigualdades.
Pero, la economía venezolana sigue despuntando a nivel global por sus pésimos resultados al ser hoy 65% más pequeña de lo que fue en 2013. Aun así, la mayor parte de los analistas coincide en que en 2020 la caída del PIB será menos pronunciada y habrá un ritmo inflacionario más bajo, luego de seis años de recesión y dos en hiperinflación.
Según el FMI, la economía venezolana se reducirá en 2020 un 10%, la mayor caída de entre todos los países para los que el organismo hace proyecciones, pero la caída no será tan grande como lo fue en 2019 y años anteriores.
Economistas vaticinan otro año de «contracción» y aclaran que para que se pueda hablar de una verdadera recuperación, «deben recuperarse el consumo, la inversión y la producción» y ningún analista atisba nada de eso en el futuro inmediato Venezuela. A pesar de datos coyunturales aparentemente positivos en los que influyen muchos factores temporales, los expertos no ven motivos para el optimismo.
Esa apreciación empresarial de “leve recuperación” se basa en el hecho de que el gobierno de Maduro ha modificado elementos clave de la que durante años fue una política económica estatista, que establecía férreos controles sobre la actividad económica.
Entre otras acciones, se derogó el control de cambios, que perseguía las operaciones con moneda extranjera en el país, y se dejó de aplicar el control de precios, que en el pasado llevó a cierres y multas para los negocios que no respetaban la escala tarifaria fijada por las autoridades.
Esto para asirse de las oportunidades de negocios a las que el gobierno viene abriendo las puertas desde hace varios meses, para incorporar a aliados estratégicos y capitales poco escrupulosos, en medio del cerco de las sanciones internacionales impuestas por varios países, principalmente Estados Unidos, la mayor parte de ellas contra funcionarios venezolanos, pero también contra el sistema financiero y la industria petrolera.
En varias ocasiones Maduro ha dicho que el país “ha salido victorioso” de la “guerra económica” impulsada por Washington, aunque a lo interno y a lo externo analistas observan al país en grave crisis económica con efectos directos en la población.
Los recientes cambios de orientación de las políticas públicas del gobierno de Maduro, según Tamara Herrera, directora de la consultora Síntesis Financiera, se han dado pero no “por convicción, sino por la necesidad a la que han forzado las sanciones».
Privados
En medio del cerco de las sanciones, sin recursos para invertir, y con el país en ruinas, observadores afirman que Maduro está aplicando un esquema silencioso de privatización tanto en el sector petrolero, como en otros sectores productivos y de servicios del país, concediendo poco a poco más espacios a empresas privadas y transnacionales de países no aliados con EEUU.
Incluso a nivel nacional, los privados se han visto obligados a asumir la función de autogenerar servicios, como luz y agua, ya sea con plantas propias o cavando pozos.
El integrante de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Jesús Faría, dijo que en 2020 no habrá un ‘boom’ económico, pero sí se observará una recuperación y que la mejoría será posible, entre otras cosas, gracias al rol de los privados, que “han comenzado a usar sus recursos en divisas para llevar a cabo sus actividades tanto de producción como de comercio”.
Señaló Faría que en las industrias básicas “se ha abierto el compás para formar asociaciones, empresas mixtas con el sector privado nacional y extranjero” y que es algo que se observa “en todas las empresas del Estado venezolano”.
Por su parte, Víctor Álvarez, quien fuera ministro durante el gobierno de Hugo Chávez, considera que este año el gobierno puede dar pasos hacia la aplicación de una esquema similar al de China, donde “un gobierno que ratifica su carácter socialista, estimula la inversión privada con incentivos tributarios, cambiarios, arancelarios y de otra índole que contribuyan a la reactivación económica, la generación de nuevas fuentes de empleo e ingresos en divisas para el país”.
Pero el pasado de las estatizaciones llevadas a cabo en Venezuela por el movimiento bolivariano implican un riesgo para todo aquel que coloque sus capitales en asociación con las actuales autoridades.
Sin embargo, Álvarez cree que el punto crítico para los inversionistas está en la necesidad de contar con contratos legales, aprobados por la Asamblea Nacional (AN), lo que daría una explicación alternativa a los hechos suscitados en el Parlamento nacional el pasado cinco de enero cuando se nombró una nueva directiva parlamentaria, más afín al gobierno de Maduro.
Efectos
La directora de Síntesis Financiera, Tamara Herrera, cree que la sensación de bonanza que se vivió en los últimos días, sobre todo en Caracas, «no tiene una significación macroeconómica todavía» y no está convencida de que la vaya a tener a medio plazo. Afirma que “ahora estamos bajo los efectos del hecho de que el Gobierno adelantó el pago de algunos bonos, algo que podría prolongarse en función del calendario electoral (de este año), pero, ¿cuánto puede durar eso?”.
Advierte que la nueva política del gobierno es de «permisividad», pero no de auténtica «liberación», ya que «no ha estado acompañada de la reforma del marco legal». Señala que la expansión de los negocios de importación, favorecida por una suspensión de aranceles, responde a motivos que muchos economistas consideran en realidad perjudiciales a la larga para el saneamiento de la economía.
Indicó Herrera que “en Venezuela se ha perdido toda capacidad de producir a precios competitivos por la falta de movilidad laboral, la inflación, y los gastos fiscales y de otro tipo que sufren las empresas, por lo que se ha llegado a un punto en el que resulta más rentable importar”.
Esta es la clave que explica el boom de establecimientos que venden con alto margen de beneficio artículos adquiridos en Miami u otros lugares de Florida.
Señala Herrera que “la agresiva política monetaria del gobierno, que ha reducido los bolívares en circulación, ha hecho además que el dólar esté artificialmente devaluado en Venezuela y sea más ventajoso importar”.
Después de años proscribiéndolo, ahora el gobierno lo tolera y Maduro se mostró recientemente partidario de su uso. Dijo que la dolarización «puede servir para la recuperación» y como «válvula de escape» para la economía del país. De acuerdo con un informe de Ecoanalítica, el dólar ya supone más de 53% del total de las transacciones en el país. Pero eso no significa que esté al alcance de la mayoría.
Herrera estima que «solo 35 ó 40% de la población tiene acceso a divisas» y lamenta que «todo esto solo está acentuando las desigualdades», al punto que la vida cotidiana se hace muy dura para los que continúan manejándose en bolívares en una economía dolarizada. Maduro dijo que a estos «los salva la patria», con el sistema de bonos y ayudas del gobierno y bolsas de alimentos, pero hay colectivos que denuncian que esas ayudas son insuficientes y gran parte de la población que no percibe divisas tampoco percibe esos bonos.
Para Luis Vicente León, de la consultora Datanálisis, el proceso en curso «consolida una dualización económica, dividida en un segmento minoritario y dolarizado, alimentado por remesas, ahorros externos, exportaciones, contrabando, oro y operaciones ilegales; y otro segmento mayoritario primitivo, empobrecido y dependiente de subsidios».
Los analistas indican que en Venezuela se está produciendo una segregación de facto de los ciudadanos en función de la moneda de la que disponen y que otro factor diferencial es el lugar del país en el que uno viva.
Elizabeth Dávila H.