La Casa de la Mavare autentico Patrimonio Nacional
El sábado 8 de junio de 2013, aparece en la edición del diario El Informador el titular: “Sigue sonando la 29-10”, al referirse al inmueble sede la Orquesta Mavare sede 1915 y aposento familiar de los Lucena, desde su arribo a Barquisimeto provenientes de El Tocuyo en 1906, ello debido a la ocupación irregular de que es objeto este inmueble desde el año 2010, sin que haya existido autoridad alguna que intervenga positivamente en la recuperación de la sede la orquesta típica más antiguas una vigente en Venezuela.
Ahora bien, Barquisimeto conserva con esta casa, una de las joyas urbanas e históricas más significativas como “Capital Musical de Venezuela”, se trata del inmueble identificado con el número 29-10, que desde el año de 1915 ha sido la sede de – la orquesta típica más antigua aún vigente en Venezuela –, como lo es la cementaría Orquesta Mavare, emblemática edificación situada en el ángulo suroeste de la actual carrera 16 con la calle 29 del casco central de la capital del estado Lara, diagonal al Santuario Eucarístico La Paz, por la carrera 16 frente al renombrado Colegio San Agustín porque en su frente por la calle 29, está la Plaza Juan Pablo Wohnsiedler, anteriormente Plaza León Colina y mucho tiempo atrás, hubo allí un surtidor de agua para que las familias se abastecieran del preciado líquido para consumo del hogar.
Esta casa data de los albores del Siglo XX y fue ocupada por la familia Lucena, cuando ésta arrobo a Barquisimeto proveniente de El Tocuyo en 1906, fecha a partir de la cual sus robustos muros se empezaron a impregnar de musicalidad, dado el palpitar artístico de Napoleón Lucena como clarinetista de una fina riqueza tonal, cuando apenas contaba con 16 años, por cuyo talento, el maestro Pedro Istúriz Meneses en su calidad de Director le da ingreso a la Banda del Estado Lara, donde estrechará lazos de amistad con sus demás integrantes, fogueándose en la ejecución de su instrumento, en el trabajo de la dinámica de grupo que constituye ser parte de una agrupación musical y reafirmándose en él su entrañable identificación con la música y los músicos compositores de su tiempo y del tiempo que lo antecedió.
Esa casa, vibró con el llanto de Juan Bautista Lucena, quien con tan sólo con un año de edad se encontraba inmerso en aquel sublime acontecer, siendo los viejos muros del inmueble testigos silentes de cómo se desarrollaba el espíritu artístico de aquellos hermanos que se llevaban quince años de diferencia, pero mimetizados ambos por igual por la música, esa que se cultivaba desde la esquina opuesta a esta casa, es decir, desde la esquina noreste de la carrera 16 con la calle 30, donde don Teodosio Adames con su violonchelo o su violín, hacia emanar con suave acento melódico las piezas, que luego interpretaría en la orquesta Mavare de su amigo Miguel Antonio Guerra, a quien acompañó en la fundación de la misma el memorable 31 de diciembre de 1897.
Por la casa de los Lucena, se paseó el Dr. Simón Wohnsiedler, para maravillarse con el precoz talento del pequeño Juan Bautista “Juanchito” Lucena, quien mostraba inusitada destreza musical. Esos lazos de amistades con artistas del pentagrama, se vieron enriquecidos cuando Napoleón, ingresó a las filas de la Orquesta Mavare, dado el entendimiento artístico con su compañero y colega clarinetista Miguel Antonio Guerra, que vivía a tres cuadras de allí, en la carrera 17 entre calles 27 y 28.
Era un Barquisimeto pequeño, bucólico y gentil, de calles empedradas y lindo atardecer, con sus casa de amplios corredores donde el tímido ladrillo dejaba sensaciones de frescura y paz, era un Barquisimeto de alta moral, alta inteligencia y en fin de ese cumulo de virtudes del hogar y el ciudadano, donde despuntaba la casa de los Lucena, que pivotaba en medio de un artístico acontecer, cuyas adyacencias eran centros de arte y la más sana y honorable camaradería; en la equina opuesta don Teodosio Adames chelista y violinista de emotivas interpretaciones, miembro fundador de la Mavare, en su frente norte el Colegio San Agustín regentado por el Presbítero Dr. Juan Pablo Wohnsiedler y donde impartía música el gran maestro José Eligio Torrealba quien allí mismo a solicitud del General Aquilino Juares, fundó la Banda del Estado Lara y cuyo fallecimiento en 1909 fue de duelo oficial al cual se sumó toda la colectividad y no muy lejos en la carrera 18 con la calle 28 el Dr. Simón Wohnsiedler , quien además de médico y excelente pianista fue un eximio compositor de reconocida factura artística, así mismo dos cuadras hacia el sur el Colegio La Salle, el primero de Venezuela y donde el Reverendo Hermano Luis Eduardo impartía música y esparciría sus composiciones por doquier. Una cuadra hacia el este, marca la distancia con la casa donde habitaba don Virgilio Valera, a la postre inseparable violinista de la Orquesta Mavare, luego que en 1915 Miguel Antonio Guerra le entregara la batuta a Napoleón Lucena.
Desde esa fecha, esa casa, la casa de los Lucerna, la casa de la esquina suroeste de la carrera 16 con la calle 29, ha sido epicentro del palpitar artístico de uno de los emblemas más prestigiosos de Venezuela, la Orquesta Mavare, la orquesta típica más antigua aún vigente en la nación. Allí, en esta casa, la casa de la carrera 16 con la calle 29 por espacio de ochenta y seis años, sus paredes atestiguaron el discurrir sonoro de la Orquesta Mavare, de sus integrantes, de sus genialidades y ocurrencias. Fue allí, donde embriagado de música y de talento a rabiar, el jovencito Juan Bautista “Juanchito” Lucena, se fue nutriendo del arte de los sonidos, de teoría y solfeo, de composición y armonía, hasta enamorarse del contrabajo, el instrumento a través del cual se prodigó en multiplicador de emociones infinitas como música de sublime sensibilidad. Por ello la familia, para que el adolescente pudiese ejecutar el enorme instrumento, le buscó un cajón velero, uno de esos de madera donde venían las velas para el alumbrado, para parado sobre el mismo “Juanchito” pudiese llegarle con facilidad al diapasón del contrabajo y lograr las diferentes modulaciones tonales.
Día y noche, desde la campanada de la aurora hasta el toque de ánimas del templo vecino, por los corredores y salas de esta casa, la casa de los Lucena, la casa de la Orquesta Mavare, se pasaban las notas musicales de corazón en corazón, como un eco del cielo. En 1923 llega hasta las puertas de esta casa, la Casa de la Mavare, Juan Pablo Ceballos, el músico y compositor quiboreño de altura melódica, cuando llegado a Barquisimeto, para trabajar de contable en un negocio de la Calle del Comercio, vio llegar en el tranvía de caballos a la Mavare, que llegaba para una actividad en un negocio frente donde él trabajaba, quedando maravillado con las melodías bellamente interpretadas por la orquesta, a decir del propio Juan Pablo. Pues bien esa misma noche, se presentó en la sede de la Orquesta Mavare, es decir, en el historiado inmueble de la esquina suroeste
De la carrera 16 con la calle 29 y allí concurrió a los ensayos desde 1923 hasta 1929, tiempo en el que Juan Pablo Ceballos fue flautista de la Orquesta Mavare bajo la dirección de Napoleón Lucena.
Acaudalados personajes, eminentes religiosos, presidentes del Concejo Municipal y Gobernadores de nuestra Entidad Federal, desfilaron por esta casa, la casa de los Lucena, la casa de la Mavare, la casa de la esquina suroeste de la carrera 16 con la calle 29, en busca del acuerdo que permitiese la presencia de la Mavare en tal o cual acto.
Aún está tatuado en el corazón de Barquisimeto con letras indelebles, cómo se congregaban los músicos de la Mavare allí espontánea y desinteresadamente , para salir a pie con sus instrumentos por toda la Calle del Comercio el Día de Reyes, con unos personajes que los acompañaban con unas cestas en mano, para recolectar los donativos en dinero y en especies, que al final eran entregados en el Asilo de Huérfanos, con un bellos concierto, como nos lo ate3stiguaron muchos de los músicos que participaron en esas actividades en distintas épocas y cada 24 de diciembre, hacían lo mismo para culminar en el Asilo de Ancianos, donde además de entregar lo recaudado entregaban sentidas interpretaciones de nuestros autores populares, hermosamente armonizadas en los arreglos de la Mavare.
Por ello, escribió en una oportunidad el Dr. Pascual Venegas Filardo, para una de las caratulas de los discos grabados por la Orquesta Mavare, que la agrupación, además de haber deleitado por varias décadas a los amantes de nuestra música tradicional, había sido academia donde muchos músicos aquilataron sus conocimiento y que sin ello no hubiesen podido darle carácter de perdurabilidad a sus composiciones. Ello fue así, y fue así en esa casa, la casa de los Lucena, la Casa de la Mavare, la casa de la esquina suroeste de la carrera 16 con la calle 29, de donde surgieron como importantes figuras, músicos como Ángel María Abarca, el célebre “Sansón”, porque como policía de oficio, con una de sus enormes manos, sujetaba al detenido por las muñecas y se lo llevaba fuertemente agarrado a pie hasta el cuartel de policía, donde hoy se levanta el edificio sede de la Gobernación en el ángulo noreste de la carrera 19 con la calle 23. Pues bien, Ángel María Abarca, aprendió en esta casa junto a la Mavare teoría y solfeo, composición y armonía, siendo a la postre un respetado compositor, cuya obra legó a la Mavare, llegando en una oportunidad a ser uno de sus arreglistas.
Esta casa, la casa de los Lucena, la casa de la Mavare, la casa de la esquina suroeste de la carrera 16 con la calle 29, desde el año 2002 fue adquirida por la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, cuando la UCLA se convirtió en causahabiente de la Orquesta Mavare, con el fin de prolongar la tradición artística que representa esta emblemática agrupación en el amplio concierto nacional de la música típica de nuestro país, como institución del Estado orientada a la Educación Superior, plenamente comprometida con los tres pilares fundamentales de la academia, como lo son la Educación, la Investigación y la Extensión, procurando así el fortalecimiento del vínculo con la comunidad donde hace vida y a la cual se debe a fin de cuentas, de conformidad con los postulados de su Reglamente y en concordancia con la norma que regula las Universidades, de manera cónsona con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Este inmueble, dice la nota de El Informador (2013): “…La Casa “29-10” de Barquisimeto es historia pura, especialmente nuestra, por haber sido sede de la Orquesta Mavare y escenario del virtuosismo musical larense de principio del Siglo XX; aunque hoy es objeto de un proceso legal ejecutado por la UCLA a razón de su invasión en octubre de 2010…”
Desde entonces 14 años han pasado, demostrándose como se va destruyendo el Patrimonio Cultural, aunque este no esté en el Registro General del Patrimonio Cultural Venezolano, pues entonces ¿cómo puede interpretarse, qué la Orquesta Mavare haya sido declara Patrimonio Cultural del estado Lara, según Gaceta Oficial del estado Lara No.24469 de fecha 28 de octubre de 2019 e igualmente Patrimonio Cultural del Municipio Iribarren, según Gaceta Municipal Extraordinaria No. 4656 de fecha 22 de noviembre de 2019 y la casa que ha sido su cede desde 1915 no? Realmente es una ambigüedad, una inexplicable dicotomía, además de ser una prueba fehaciente del desinterés hacia los nuestro, hacia nuestro patrimonio cultural tangible intangible y la memoria histórica de la nación. Es como si hubiese un desprecio hacia conocernos y reconocernos a nosotros mismos como pueblo, tal como reza en la Ley Orgánica de la Cultura (2014) al referirse a la identidad venezolana, donde también se encuentra tipificado que el patrimonio cultural, “…es el conjunto de bienes y manifestaciones materiales, inmateriales y de la naturaleza heredados y contemporáneos, que producto de la actividad humana y sincretismo histórico se entienden y reconocen como resultado o testimonio significativo de la identidad cultural venezolana…” y en cuanto a la identidad cultural el mismo instrumento normativo resalta al respecto que: “….son las múltiples formas de conocernos, reconocernos, expresarnos y valorarnos; el sentido de pertenencia al pueblo venezolano, la significación social y la persistencia del ser en la unidad, a través de los múltiples cambios sociales, económicos, políticos e históricos; son elementos de la identidad cultural la unidad en la diversidad, memoria colectiva, la conciencia histórica y la organización social…”
No podría ser este inmueble, un perfecto vehículo como idónea forma de conocernos y reconocernos como pueblo, de expresar y valorarnos a través del mismo, como un sitio permanente de visitas guiadas para conocer la interesante historia de la Orquesta Típica más Antigua aún vigente en Venezuela, además de ser el símbolo más emblemático de la “Capital Musical de Venezuela”, cuyas historia de 127 años, tiene un periodo de 86 años allí transcurridos. ¿Cómo poner en uso social el patrimonio cultural que representa indiscutiblemente esta casa?, como lo manifiesta el artículo 12 de la Ley Orgánica de la Cultura, cuando se ampara a los ocupantes irregulares, que en nada favorecen a las prerrogativas a que está destinada naturalmente esta casa, por su historia, por su significación insoslayable. ¿Cómo fomentar entonces el sentido de identidad y de pertenecía a que llama la Ley Orgánica de la Cultura?
Indudablemente, cada vez cobra más fuerza la tesis, de que estamos viviendo los tiempos de la cultura de la incultura, ya lo decía el Padre de la Patria, el Libertador Simón Bolívar: “…un pueblo ignorante, es instrumento ciego de su propia destrucción…”
Domingo, 10 de marzo de 2024.
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