La rusa Elena Rybakina sorprendió a la tunecina Ons Jabeur para conquistar el campeonato de Wimbledon 3-6, 6-2, 6-2 el sábado 9 de julio.
Tan “imprevisible” e “increíble” como Rybakina de 23 años consideró su título y tan “superfeliz” como estaba por el Grand Slam y con el puesto 23 del ranking, su reacción inmediata al conseguir el último punto de la final fue lo más silenciosa posible.
Exhaló. Se dirigió a la red para estrechar la mano de su rival, número 2 del ranking. Sólo se permitió una leve sonrisa cuando levantó la vista para ver la emoción en el palco de la Cancha Central. No hubo gritos de alegría. No hay saltos en el aire. No se derrumba sobre la hierba.
“Tengo que enseñarle”, apuntó después la efusiva Jabeur, “cómo celebrarlo realmente bien”. No fue hasta más de dos horas después de la conclusión de su victoria ante la súper ranqueada de la WTA, cuando Rybakina se dio cuenta de la importancia de todo ello, incluida la obtención del primer trofeo de individuales femenino en un torneo importante para su país de adopción, Kazajistán.
Ese momento de comprensión llegó cuando, durante una rueda de prensa llena de preguntas sobre su falta de expresión en la pista, un periodista le preguntó cuál era la reacción de sus padres ante este triunfo. No estaban presentes el sábado 9 y ella no había hablado con ellos.
“Probablemente”, dijo, con los ojos llenos de lágrimas, la cara enrojecida y la mano puesta sobre la boca, “van a estar muy orgullosos”. Y entonces, tras una pausa, Rybakina bromeó: ”¡Querían ver la emoción!”.
DESDE 1962 PRIMERAS EN GRAND SLAM
Esta era la primera final femenina de Wimbledon desde 1962 entre una pareja de jugadoras que debutaban en un partido por el título de un Grand Slam, y Rybakina reconoció estar nerviosa al principio. Cuando salió al sol que llenaba el estadio, no saludó a los espectadores, como hizo Jabeur. En su lugar, Rybakina mantuvo un doble agarre de las correas negras y rojas de la bolsa de la raqueta que llevaba sobre los hombros.
Y fue Jabeur la que jugó mejor en los primeros compases, corriendo y manejando el fuerte servicio y los golpes de fondo de Rybakina para romper y conseguir una ventaja de 2-1.
Jabeur, de 27 años, entró en una racha de 12 victorias, todas ellas sobre hierba, e intentaba convertirse en la primera mujer árabe o africana en ganar un título individual de Grand Slam en la era profesional, que data de 1968.
“Sólo intento inspirar a tantas generaciones como pueda”, indicó Jabeur, que había guardado una foto del trofeo de individuales femeninos de Wimbledon en su teléfono para inspirarse. “Espero que no se sientan realmente decepcionados, pero me esforzaré al máximo la próxima vez”.
NACIÓ EN MOSCÚ
Rybakina nació en Moscú y representa a Kazajistán desde 2018, cuando ese país le ofreció financiación para apoyar su carrera tenística. El cambio ha sido un tema de conversación durante Wimbledon, porque el All England Club prohibió a los atletas que representan a Rusia o Bielorrusia entrar en el torneo debido a la guerra en Ucrania.
Las giras de tenis femenina y masculina respondieron a ello reteniendo y moviendo todos los puntos del ranking de Wimbledon, lo que significa que Rybakina no obtendrá el ascenso que tendría en cualquier otro año.
“No elegí el lugar donde nací”, aclaró Rybakina. “La gente creyó en mí. Kazajistán me apoyó mucho”. Desde que comenzó la clasificación informática de la WTA en 1975, sólo una mujer con un puesto inferior al de Rybakina ha ganado Wimbledon: Venus Williams en 2007 con el número 31, aunque había sido la número 1 y ya había ganado tres de los cinco trofeos de Wimbledon de su carrera.
AP
Elena Rybakina besó el trofeo sin mostrar emoción en su rostro