La escasez de gasolina ha tocado máximos esta semana de cuarentena radical. La percepción de muchos es que hemos vuelto a la situación de marzo y abril. Eso explica las kilométricas colas, en las cuales la gente transforma sus carros en casas, para pernoctar hasta por cinco días.
Tarzilio Goyo tiene 60 años y es hipertenso, pero ni el coronavirus lo convenció de quedarse en casa. Necesita surtir su carro, y ya ni le importa pagar la gasolina a precio internacional, lo que le importa es llenar su tanque para poder seguir trabajando, porque es comerciante.
Él comenta sobre los sacrificios que debe hacer una persona para lidiar con esta situación: comer a deshoras, no poder dormir, pasar días y noches sin asearse.
Pero también cuenta, que en medio de la cola ha conocido personas que aún tienen valores, y que de una u otra manera le han brindado el apoyo con alimentos o agua.
En cuatro días de cola no faltan las disusiones políticas. La gente pelea, reclama o simplemente calla, pero al tiempo se organizan y enumeran los carros para evitar la viveza criolla.
Como Tarzilio se encuentra Javier Pabón, quien llegó a la cola el pasado jueves después del mediodía, él cuenta a El Informador, que sus más de 65 años, nunca había echo una cola por cinco días para echar gasolina.
«Ni siquiera en el paro petrolero del 2002».
También ha tenido que dormir en su carro y soportar el inclemente sol del día, o las insesantes lluvias de la madrugada, todo eso, en cuatro días de cola por el hidrocarburo.
En las kilométricas fila de carros, no hay distinción social, hay mujeres, chamos y personas de la tercera edad, todos ellos solo tienen el deseo de tanquear sus vehículos para poder seguir realizando sus actividades laborales.
Por Anderson Piña Pereira
Fotos: Enmanuel De Sousa
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