(EFE).- La OPEP vaticinó este lunes que el consumo mundial de petróleo seguirá aumentando al menos hasta 2045, una previsión que contrasta con la de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que ve posible el pico y declive definitivo de la demanda mundial de combustibles fósiles antes de 2030.
En su informe anual «Perspectivas del Mercado Mundial de Petróleo 2023» (WOO 2023), presentado hoy en Riad, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) prevé que la demanda mundial de energía crezca un 23 % hasta 2045, cuando totalizaría los 359 millones de barriles equivalentes de petróleo equivalentes al día (mbeq/d), un 23 % más que los 291 mbpe/d del año pasado.
De ese total, la demanda «primaria» de crudo llegaría hasta los 105 mbpe/d (16 mbpe/d más que en 2022), mientras que el mundo estaría consumiendo 116 millones de barriles diarios (mbd) hacia 2045, un 16 % más que actualmente, un aumento que tiene «el potencial para ser aún mayor», afirma el documento.
Si bien la energía eólica y la solar crecen a mayor ritmo, el petróleo mantiene hasta mediados del siglo la mayor cuota en el «mix» energético. La única fuente cuya demanda ve la OPEP reducirse es la del carbón.
Con este panorama, la organización defiende como «vital» que unos 14 billones de dólares, o una media de 610.000 millones de media al año, sean invertidos en el sector.
Muy diferente es el planteamiento de la AIE que en su «Hoja de Ruta» para alcanzar las «cero emisiones» de CO2 a mitad de siglo en el sector energético, apuesta por una reducción de la demanda mundial de fósiles en un 25 % hasta 2030, y en un 80 % hasta 2050, mediante inversiones masivas en las energías renovables.
La OPEP, en cambio, deja claro que no prevé que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con el sector energético dejen de aumentar antes de 2035, cuando alcanzarían un pico de 35.700 millones de toneladas (mt), un 4 % más que en 2022, antes de iniciar un lento descenso y quedar en unas 34.000 mt en 2045.
La disparidad de estas posiciones, que se corresponden a la de la industria petrolera mundial, por un lado, y a las de las principales naciones industrializadas de la AIE, por el otro, hacen prever unas difíciles negociaciones en la cumbre climática COP28 convocada para el 30 de noviembre en Dubai (hasta el 12 de diciembre).
A principios de mes, Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, avanzó en Madrid que aspira a que en Dubai se logren compromisos para reducir el uso de combustibles fósiles y triplicar las inversiones en las fuentes renovables.
Con esta estrategia, la AIE defiende que ya no se necesitan «nuevos proyectos de extracción de petróleo y gas de larga duración» y que los flujos de capital al sector deberían limitarse a «algunos activos de petróleo y gas existentes», así como a proyectos ya aprobados.
«Los llamamientos a detener las inversiones en nuevos proyectos petrolíferos son erróneos y podrían conducir al caos energético y económico», sostiene, por el contrario, el secretario general de la OPEP, el kuwaití Haitham Al Ghais, en su introducción al informe.
«La historia está repleta de numerosos ejemplos de turbulencias que deberían servir de advertencia para lo que ocurre cuando los responsables políticos no reconocen la complejidad de la energía», advierte.
Bastó un conflicto geopolítico como la invasión rusa de Ucrania para que las preocupaciones por los costes y la seguridad de la energía pasaran a dominar la política energética, relegando a un segundo plano la reducción de las emisiones de efecto invernadero, recuerdan los expertos de la OPEP en su informe.
Al Ghais destaca en este contexto «un cambio significativo en la narrativa relacionada con las transiciones energéticas» que se habría producido ya «contra la opinión de que el mundo debería dar la espalda a los combustibles fósiles».
«Los gobiernos y los partidos políticos están repensando sus vías energéticas sostenibles, teniendo en cuenta la realidad sobre el terreno y las opiniones de la población», y prestando más atención a las capacidades y circunstancias nacionales de cada país, afirma el secretario general de la organización con sede en Viena.