ICOLT / Tras seis años de recesión y contracción económica, siendo 2018 el más duro, con la hiperinflación y la economía dolarizada, con sueldos que no alcanzan y con la producción petrolera en mínimos niveles. Esa es la Venezuela de #MaduroII, describen analistas para quienes el mandatario asume su segundo mandato en el peor de los contextos.
La promesa de continuar el legado de Chávez, que hizo al llegar al poder tras unas reñidas elecciones en 2012, incluyó mantener los controles, los dólares preferenciales y los subsidios –que el chavismo llama “protección social”-, y a juzgar por la actual realidad, ese legado no funcionó.
Maduro ha tenido que convivir con una aguda crisis quizás sin precedentes, en todos los frentes, especialmente en el político y el económico.
En el político, expertos consideran que Maduro logró aplastar a sus adversarios y dividir a una oposición que, a juzgar también por los hechos, no supo capotear la situación, y de allí la discusión sobre el soporte constitucional e institucional con el cual la administración logró anular el Parlamento, bloquear una iniciativa de referendo revocatorio e inhabilitar a adversarios políticos.
Pero en la gestión pública, aún con el respaldo del sector militar y las instituciones del Estado, la situación es otra, y ese aspecto crucial seguirá siendo su desafío.
No en vano en su discurso de asunción fustigó la corrupción y la consideró peor que el imperalismo. Esa corrupción que tanto ha acusado la oposición y la misma sociedad civil, pero que el chavismo negaba y hasta estigmatizaba a los denunciantes como traidores a la Patria.
Maduro inicia el nuevo sexenio con 56 años de edad y con más cuestionamientos y presiones de la comunidad internacional. No obstante, y sobre la premisa de que lo económico priva sobre lo político, entendidos en la materia recuerdan lo volátil del escenario mundial y nacional.
La discusión sobre si más sanciones internacionales terminarán asfixiando las ya debilitadas finanzas del gobierno o si la presión de EEUU se traducirá en despliegues armados articulados con sus aliados –y de paso vecinos inmediatos de Venezuela- Colombia y Brasil, es extensa.
Como también lo es si la igualmente debilitada industria petrolera nacional podrá mantener al país, o si habrá algún viraje económico que detenga una hiperinflación que los economistas adjudican, sobre todo, al mal manejo del gasto público y los controles cambiarios.
Es obvio que la discusión sobre la negociación interna entre los bandos en pugna, será columna vertebral de la estabilidad nacional.
Hay análisis discretos, pesimistas, alentadores y hasta apocalípticos. El 2019 apenas comienza.