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#HistoriasReales | La cochina que se convirtió en mujer

Foto: Daniel Sosa

#EspecialDeSemanaSanta | Mi abuelo nos aseguró que esto le ocurrió hace 69 años, en #Barquisimeto. Es una de esas historias que pocos creen, pero que para 1953, parecían ser muy reales.

Hasta hace siete años, cuando lamentablemente falleció, todos los viernes de concilio -antes del inicio de la Semana Santa- mi abuelo nos contaba a mi prima y a mí, la historia de «la cochina que se convirtió en mujer». Nos parecía raro, pero nosotras le creíamos mucho al abuelo.

Según la historia, eran las 6:00 PM de aquel viernes de concilio, y mientras mi abuela esperaba que su esposo llegara a la casa con comida para sus hijos, él se estaba gastando la ganancia del día en un bar de la ciudad.

Llegó la medianoche y el local cerró. Mi abuelo, con muchos tragos de más, se dispuso a manejar de regreso a la casa, ubicada en lo que ahora se conoce como Barrio Nuevo.

Según contaba, cuando ya iba a la altura de la calle 57 con carrera 13a, o Roosevelt, como muchos la conocen, y a menos de una cuadra para llegar a la casa, ve frente a él a una enorme cochina que no se apartó, por lo que terminó arrollándola  con su camión.

A pesar del susto, mi abuelo decía que sintió algo de felicidad porque su familia tendría comida por varios días. Pero al bajar del camión para montar al animal y llevarlo a casa, se llevó una inmensa sorpresa.

Ahí no había ninguna cochina, sino una hermosa mujer. Él no lo podía creer, el miedo y la adrenalina se salieron de control.

Al intentar sacar a la mujer de debajo del camión, ella le dijo que estaba bien, que no le había pasado nada. Pero él insistió en llevarla al hospital.

Aunque estaba bastante alicorado, levantó a la dama y, como pudo, la metió en el camión. Contaba que la mujer le coqueteaba, pero él sólo pensaba en llevarla con un médico para asegurarse de que estaba bien, por lo que ignoró sus insinuaciones. Más pudo el susto.

Solo fue cuestión de minutos cuando al ir por el Parque Ayacucho, y voltear a ver cómo seguía la mujer, ésta había desaparecido. Aterrado y sin entender lo que pasaba, mi abuelo aceleró rumbo a casa. Sentía una presión en el pecho, todo le daba vueltas y la cabeza parecía que le iba a estallar.

Al llegar, se bajó del camión para abrir el portón pero terminó desmayado en el piso. Mi abuela lo escuchó y salió gritando pidiendo ayuda. Sus comadres acudieron y juntas lo metieron a la casa.

Mi abuela nos contó que, después de semejante escarmiento, mi abuelo no volvió a gastar el dinero de la comida en licor. En adelante, tomó como tradición desde que mi prima y yo teníamos cinco y seis años respectivamente, contarnos esta historia cada viernes, antes de iniciar la #SemanaMayor.

Sharon Guédez
Foto: Daniel Sosa

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