En las profundidades del océano habita el mayor corazón jamás conocido: el de la ballena azul (Balaenoptera musculus). Este gigante marino no solo ostenta el título de animal más grande que haya existido en la Tierra, superando incluso a los dinosaurios, sino que también alberga en su interior un corazón que podría competir en tamaño con un coche pequeño.
Sí, literalmente. El corazón de una ballena azul adulta puede pesar hasta 180 kilos, tener el tamaño de un Smart y medir casi 1,5 metros de largo. Late aproximadamente 5 veces por minuto cuando está sumergida, pero puede reducir su ritmo hasta 2 latidos por minuto durante una inmersión profunda para conservar oxígeno. En esos momentos, puede pasar casi un minuto entero entre latidos.
📌 Dato curioso: ¡Un niño pequeño podría gatear dentro de la arteria principal de una ballena azul!
Este corazón gigantesco impulsa cerca de 220 litros de sangre por latido, abasteciendo un cuerpo que puede medir más de 30 metros de largo y pesar más de 170 toneladas. Para ponerlo en perspectiva:
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Una persona tiene alrededor de 5 litros de sangre en todo su cuerpo.
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Una ballena azul tiene cerca de 10.000 litros.
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Su aorta —la arteria principal— tiene un diámetro similar al de un plato de cena.
Pese a su descomunal tamaño, el corazón de la ballena azul apenas ha podido ser estudiado. Recién en 2015, un equipo de científicos del Royal Ontario Museum logró recuperar y conservar uno, tras el varamiento de una ballena azul en Canadá. Fue una hazaña científica: el órgano debió ser extraído, preservado y plastinado (una técnica que lo solidifica sin descomponerlo).
La imagen de ese corazón dio la vuelta al mundo. Su sola presencia impone respeto y asombro: no solo por su tamaño, sino por su simpleza majestuosa. Un órgano enorme, palpitando lentamente en las profundidades, sosteniendo la vida de una criatura que apenas se deja ver.
El corazón de la ballena azul es un símbolo de cómo la naturaleza supera todo lo imaginable. Un recordatorio de que, en un mundo donde muchas especies están desapareciendo, aún existen maravillas colosales que merecen ser protegidas.