Una crisis que afecta desproporcionadamente a las mujeres no puede resolverse sin ellas. A pesar de que la mitad de la población está conformada por mujeres y de que la evidencia sugiere que la participación de las mujeres en política mejora la calidad de la gestión del Estado, la inercia del patriarcado sigue intentado suprimirnos o, en el mejor de los casos, reducirnos al rol de megáfonos subalternos de la voz de los hombres.
Efectivamente, estudios en América Latina muestran que las mujeres están menos propensas a participar en actos de corrupción, a crear políticas clientelistas una vez elegidas a cargos de elección popular, y que sus gestiones muestran mejores resultados que los del otro sexo particularmente alrededor de las áreas de salud infantil y de disminución de nacimientos prematuros.
Similarmente, se han registrado importantes beneficios de la participación de las mujeres en procesos de paz. Según diversos estudios, la inclusión de mujeres como testigos, firmantes, mediadoras y/o negociadoras en procesos de paz aumenta en un 20% la probabilidad de que un acuerdo dure por lo menos dos años, y en un 35% que dure más de 15 años.
En la política venezolana, ha sido una constante la supresión o minimización de la voz de las mujeres. Desde las posiciones de liderazgo en los partidos políticos, pasando por el número de candidaturas femeninas y mujeres elegidas a cargos de elección popular, las mujeres venezolanas han estado severamente subrepresentadas en las instancias de decisión política.
Sin embargo, ha habido en los últimos tiempos algunos signos de esperanza. Por ejemplo, una de las diferencias fundamentales que hacen del proceso de negociaciones sobre Venezuela en Ciudad de México uno más robusto que los anteriores es la inclusión de mujeres en la mesa de negociación y la decisión—sin precedentes — de ambas partes de incluir un enfoque de género dentro de las negociaciones. Es precisamente esa la dirección en la que hay que seguir remando con insistencia.
Para encontrar soluciones a los problemas más apremiantes y estructurales de nuestra crisis, es necesario replantear completamente la forma en las mujeres son incorporadas al proceso de toma de decisiones. Pero esta incorporación supone, en primer lugar, reconocer cómo la crisis ha afectado a ciertos grupos de manera diferenciada, particularmente a las mujeres.
El conflicto venezolano tiene un impacto diferenciado en las mujeres: es hora de reconocerlo.
Para lograr una solución a largo plazo es necesario que todas las partes se comprometan a hacer frente a los impactos de género que existen dentro de este conflicto. El primer paso es reconocer que este afecta a las mujeres y a los hombres de forma diferente.
Como las cosas se ven mejor con ejemplos, les propongo una historia. La de una joven de 16 años del sector popular La Bombilla en el barrio Petare en Caracas. No tiene gas doméstico ni agua potable. Tiene que cocinar con leña y redirigir el agua de lluvia que cae sobre su techo a unos colectores para poder beber y asearse.
Regularmente, está sometida a redadas violentas de fuerzas de operaciones especiales de la policía y ser víctima del despojo arbitrario de su propiedad y la de sus vecinos y, en muchos casos, tener que ser testigos de cómo familiares y vecinos son extrajudicialmente ajusticiados en la acera.
No tiene acceso regular a alimentos ni a transporte público. Tiene ya un niño de dos años por lo que tuvo que abandonar la escuela. Sufre pobreza menstrual. Cada vez ve con mayor cercanía la necesidad de instrumentalizar el sexo para sobrevivir. Esta situación de injusticia y opresión estructural se ha visto tremendamente potenciada por la crisis venezolana de la última década. La historia de esta joven parece una construcción literaria, pero es lamentablemente la de muchas.
Tres cuartas partes de mis compatriotas viven actualmente en la pobreza extrema. A pesar de la narrativa imperante de una supuesta mejoría económica, la inmensa mayoría de los venezolanos sigue sin acceso a los bienes y servicios más elementales. El impacto de la crisis sobre las mujeres y las niñas ha sido particularmente pernicioso. Muchas de ellas se han visto obligadas a abandonar la escuela para ayudar a proveer sustento a sus familias. La necesidad ha transformado a muchas de ellas en presa fácil de estructuras ilícitas dedicadas al tráfico sexual y el trabajo forzado.
A medida que el sistema sanitario de Venezuela colapsa, el acceso de las mujeres a la atención de salud reproductiva es cada vez menor. Los embarazos en adolescentes, las enfermedades de transmisión sexual y la mortalidad materna e infantil han aumentado drásticamente, ya que las mujeres y las niñas no pueden recibir la atención que necesitan.
Aquellas que son detenidas arbitrariamente por las autoridades y las fuerzas armadas de Venezuela sufren aún más. La ONU ha documentado cómo a las mujeres venezolanas se les ha negado el acceso a la atención sanitaria en las cárceles de Maduro y han sido víctimas de violencia sexual y de género, (incluyendo agresiones, amenazas de violación y violencia selectiva).
El sufrimiento dentro de Venezuela ha obligado a un número récord de mujeres y niñas a buscar refugio en otros países. En estos destinos, luchan contra la falta de acceso a la atención médica, los abusos físicos y la discriminación, y viven con la amenaza constante de violencia sexual y tráfico de personas. La violencia sexual se encuentra fuertemente presente en el proceso migratorio de nuestras hermanas venezolanas, vinculado a la xenofobia y a la hipersexualización de sus cuerpos.
Las mujeres tienen que ser las protagonistas del cambio
Como dijimos al comienzo, una crisis que afecta desproporcionadamente a las mujeres no puede resolverse sin ellas. Las mujeres venezolanas han liderado la lucha por una Venezuela libre y democrática durante las últimas décadas con compromiso y determinación. Han impulsado la creación de organizaciones de la sociedad civil, se han postulado para diferentes cargos, han liderado protestas y han representado a sus electores en la Asamblea Nacional, incluso cuando hacerlo les ha costado su sustento, su seguridad y —en algunos casos— su vida.
Conozco personalmente el costo que trae consigo comprometerse vitalmente en la lucha por la democracia. Como líder política y asambleísta, pasé varios años movilizando a los votantes, construyendo alianzas entre partidos y liderando protestas en defensa de la democracia. En 2019, después de que el gobierno de Maduro me acusara falsamente de participar en un golpe de Estado, pasé ocho meses refugiada en la Embajada de Italia en Caracas antes de que se me concediera el asilo político. Ahora, me corresponde ser una de las mujeres que representan nuestros intereses en la mesa de negociación en México.
Inspiradas por este espíritu de contribuir con más fuerza a hallar una solución a la crisis, docenas de mujeres venezolanas nos reunimos en Ginebra en octubre de 2021, con el auspicio de Independent Diplomat, para participar en una nueva iniciativa liderada y asumida por venezolanas.
Juntas, lanzamos la plataforma Mujeres por la Democracia en Venezuela, una red de mujeres comprometidas con una Venezuela libre y democrática provenientes de todos los rincones del país y con las más variadas experticias. Nuestro grupo lo componen abogadas, doctoras, banqueras, defensoras de los derechos humanos, líderes comunitarias, diplomáticas y funcionarias electas. Somos expertas en temas medulares para la reconstrucción del país.
Los problemas de nuestra gente deben ser el corazón de la agenda de todos los actores
Aprovechar la experiencia de las mujeres venezolanas significa, simplemente, seguir las prioridades establecidas e identificadas por las comunidades afectadas.
Las mujeres hemos pedido insistentemente en que se avance en optimizar el acceso a la ayuda humanitaria. Dada la gravedad de la crisis de Venezuela, la ayuda debe llegar a quienes más la necesitan. Para que esto ocurra, el régimen debe conceder a organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos acceso inmediato a la población para entregar ayuda de forma apolítica, de acuerdo con los principios humanitarios básicos.
Asimismo, las mujeres venezolanas exigen acciones concretas para proteger a la toda la población femenina de la violencia sexual y de género. Una mujer es asesinada cada 28 horas en Venezuela. Organizaciones de derechos humanos, como el CEPAZ, han pedido en repetidas ocasiones una estrategia nacional para combatir de forma integral la violencia de género.
Acordar un Plan de Acción Nacional para combatir la violencia de género ayudaría a abordar exitosamente lo que en efecto es en sí misma una emergencia nacional. Este es un aspecto en que las mujeres de ambos lados de la mesa pueden ponerse de acuerdo.
Que el Estado venezolano recupere la capacidad estadística y la voluntad de publicar los datos es otro desafío fundamental para tener impacto en todas las áreas que hemos mencionado hasta ahora. El Estado venezolano no ha publicado datos oficiales que detallen la situación dentro de Venezuela desde 2015. Las investigaciones sobre las condiciones de vida disponibles no incluyen las diferencias de género.
Esto aumenta la dificultad de compartir la magnitud de nuestro sufrimiento con el resto del mundo y la de resaltar su gravedad para conseguir la ayuda internacional que tanto necesitamos. Esto es algo que nosotros solos no podemos cambiar: la comunidad internacional debe presionar al régimen para que publique todos los datos que posee, y para que permita a los organismos independientes realizar investigaciones que generen la información necesaria para ayudar al pueblo venezolano.
Hacer que lo improbable sea inevitable: La tarea de hacer que el cambio sea indetenible.
En la última década, la crisis ha permeado todos los aspectos y niveles de la vida social. No hay ninguna persona, familia u organización que no se haya visto afectada directa o indirectamente por el conflicto. Esta experiencia nos ha demostrado a todos que, a pesar de las diferencias y posiciones encontradas, todos estamos juntos en la misma barca. La solución, por tanto, debe también abarcar todos estos elementos e incluir a todos los afectados.
Todos juntos podemos construir un camino hacia la libertad y la prosperidad de nuestro país y llegar a los acuerdos necesarios para poner fin a esta crisis tan amarga. Por esta razón, no solo debemos garantizar que haya más mujeres presentes en política, en las organizaciones de la sociedad civil, en la mesa de negociación, sino también que sean ellas, las que con su vocación de derribar muros y tender puentes, abran el camino hacia el cambio. Un conflicto que afecta desproporcionadamente a las mujeres no puede resolverse sin ellas.
Mariela Magallanes
Dirigente del partido La Causa R
Diputada de la Asamblea Nacional de Venezuela de 2015
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