Solo de enero a junio de este año, unos 40.000 niños migrantes han atravesado la selva de Darién, frontera natural entre Panamá y Colombia huyendo de conflictos, desastres naturales y pobreza según cifras presentadas por el Servicio Nacional de Migración panameño.
David Arosemena, director nacional de Aldeas Infantiles en Panamá dijo que la mayoría de los migrantes son procedentes de países latinoamericanos, pero también africanos, estos niños afrontan una travesía peligrosa, llena de ríos caudalosos, paisajes escarpados y animales salvajes.
El riesgo físico es evidente, pero igual de importante es el impacto psicológico que pueden sufrir, ya que viven “experiencias traumáticas, al ver a otros niños morir, a personas ahogarse, al ser testigos de una situación de violencia, de abusos, donde personas atacan para robar dinero, abusan de las mujeres sexualmente, etc.
En muchos casos, al perder a sus familiares, estos menores son entregados a los conocidos coyotes, que les ayudan a cruzar la selva. Sin embargo, si sobreviven al trayecto, por lo general son entregados a las autoridades, que no siempre están preparadas para acoger a menores en esta situación.
“Los niños, cuando llegaban a Darién, eran recibidos por la policía de frontera, y esta policía de frontera tiene una unidad de niñez, y los niños eran llevados primordialmente a los lugares de detención donde llevaban a personas con condiciones que tienen que ver más con delitos”, precisa Arosemena.
Una situación que, según él, va en contra de los derechos humanos: “No es por exagerar, pero si los metes en una cárcel donde van personas que están en conflicto con la ley, los estás tratando como criminales”.
Como solución, Aldeas Infantiles ha creado hogares temporales, con ambiente familiar, para que los niños puedan esperar allí hasta que un familiar les recoja. Sin embargo, defienden que el objetivo último será crear las condiciones necesarias en sus países de origen para evitar que se vean obligados a migrar.
Con información de RFI
Foto: Cortesía Ap News