Reinaldo Gómez.- Un potencial nuevo incremento del salario mínimo mensual en el país no vendrá a ser sino más de lo mismo; es decir, con ello, lo que ocurriría sería sencillamente un simultáneo incremento del costo de la vida, una mayor especulación de la que ya hay y, en general, un aumento aún más acelerado de la hiperinflación que nos acogota desde hace ya varios años”.
Pablo Chirinos, presidente de la Cámara de Comercio del estado Lara, fue quien así se expresó para este diario, al ser consultado en torno a algunas expresiones de ciertos personeros públicos y políticos de la capital de la República altamente vinculados al gobierno nacional, algunos de los cuales, por un lado, han solicitado tal incremento, y, por el otro, han anunciado esa posibilidad.
-Y digo que será más de lo mismo -añadió-, porque eso es lo que ha ocurrido con cada uno de los anteriores casi 50 incrementos del salario mínimo mensual que se han producido en Venezuela desde hace 20 años, es decir, desde el momento mismo en que se instauró en el poder el actual gobierno.
-Es que el gobierno se ha empeñado, desde el momento de su arribo al poder, en querer hacer creer que, con tales aumentos salariales, los venezolanos, o por lo menos buena parte de ellos, van a tener solucionados sus problemas de sobrevivencia, y, subsecuentemente, se empeñan en no querer ver algo que está a la vista de todo el mundo, como lo es el gigantesco y galopante proceso hiperinflacionario que ellos mismos han desatado y que se acentúa cada vez más con la sarta de errores y desaciertos que en materia económica han venido cometiendo.
-No sé -prosiguió- cuándo será que el gobierno va a entender que el primero y principal desafío económico que tiene el país es el problema inflacionario, que comenzó a galope tendido desde el momento mismo en que el gobierno empezó con las expropiaciones compulsivas de empresas y de tierras, y con el propiciamiento de las invasiones, todo lo cual prácticamente condujo a la destrucción del aparato productivo nacional, con la secuela de calamidades que todo ello trajo para el país: Desempleo, hambre, miseria, desnutrición, empobrecimiento, escasez, envilecimiento de la calidad de vida, delincuencia, colapso de los servicios de salud y de otros servicios públicos.
Desesperante
El presidente de la Cámara de Comercio, Pablo Chirinos al ser consultado acerca de la actual situación del comercio y de los comerciantes larenses respondió que es desesperante y me imagino que esa misma debe ser la situación de todos los comerciantes del país.
-¿Y eso…?
-Bueno, aparte de la hiperinflación misma y a lo cual ya antes me referí, hay que agregarle otras calamidades que también se nos están presentando, tales como el hecho de que en este momento ya no contamos con ningún tipo de financiamiento ni de la banca pública ni de la banca privada, y, de paso, ahora, a nuestros proveedores, tenemos que pagarles de riguroso contado, y en la mayoría de los casos mediante el sistema de prepago, o sea que uno primero tiene que pagar y después es cuando recibe la mercancía .
-Por eso, le insisto: Estamos en una situación sencillamente desesperante. Y otro detalle: De los pocos establecimientos comerciales que aún no han cerrado sus puertas, muchos de ellos, por la misma situación económica del país, se han visto obligados a reducir el tamaño mismo de sus negocios, lo cual, obviamente, no solamente implica que el establecimiento no está rindiendo sus frutos como anteriormente ocurría, sino que, además, seguramente todo ello ha implicado la reducción de personal por cuanto ya no están en capacidad de pagar los sueldos.
-¿Qué situación vislumbra usted para el futuro, en caso de mantenerse este proceso inflacionario en el país?
-Pues vendrán más cierres de negocios, por la mismas razones que antes le indiqué.
-¿Habrá alguna salida para la situación económica del país…?
-Pues, yo creo que todavía la hay, pero ello tendría que ser mediante la puesta en práctica, al menor tiempo posible, de un programa creíble y sustentable de recuperación económica, y que comience por un combate decidido al flagelo de la inflación, al que, por cierto, el gobierno sabe cómo combatirlo, pero se empeña en no querer hacerlo.