Este lunes 11 de septiembre se están cumpliendo 50 años del aciago y brutal golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, ocurrido el 11 de septiembre de 1973, una acción encabezada por quien era el comandante en jefe del ejército, general Augusto Pinochet, acción en la cual, de paso, el entonces mandatario austral perdió la vida.
Por cierto, la mayoría de los entendidos acepta la versión de que Allende se suicidó, para lo cual –también por cierto– habría utilizado un fusil –o un rifle— que le había regalado Fidel Castro.
Algunos, sin embargo, no admiten tal especie, por cuanto –aseveran—Allende no se iba a quedar en el palacio presidencial de La Moneda para “pegarse” un tiro, sino para “luchar hasta lo último”.
Aguas turbulentas
El mandatario socialista llevaba ya tres años en el poder, tres años durante los cuales siempre estuvo navegando en aguas turbulentas, y, en algunas ocasiones, muy turbulentas, fundamentalmente a nivel interno.
Uno de los factores que tal vez motivó el que Allende estuviese debilitado desde un primer momento fue el de que su victoria en las elecciones presidenciales en las que ocupó el primer lugar no fue muy contundente, sino que su alianza de izquierda apenas logró alrededor de un 30 por ciento –o un poco más– de los votos, con apenas muy poca ventaja sobre el segundo lugar de la democracia cristiana y sus aliados.
Valga recordar que, en Chile, al menos en esa época, en las elecciones presidenciales, para que un candidato fuese de verdad aceptado como “ganador”, debía lograr más del 50 por ciento de los votos.
Y, en caso contrario, la decisión final debía trasladarse al Congreso Nacional.
Y esto último fue precisamente lo que pasó, y allí, en medio de múltiples negociaciones, diálogos, pugilatos y hasta maniobras, se logró obtener la mayoría necesaria para que el líder socialista fuese ratificado como presidente electo.
Debilitado
De manera, pues, que, en nuestra modesta opinión, al asumir su mandato, el presidente Allende ya estaba debilitado políticamente, y máxime en un país cuya población siempre había sido conservadora. en su gran mayoría.
Sin embargo, pese a todo, y hasta contra viento y marea, Allende logró hacer realidad algunas ligeras reformas económicas con tintes de izquierda.
Incluso, su popularidad personal y su liderazgo se incrementaron, al extremo de que su coalición de izquierda logró asimismo obtener la primera mayoría en las últimas elecciones municipales efectuadas durante su mandato, con alrededor el 40 por ciento de los votos.
Pero, a los múltiples obstáculos que ya tenía Allende delante de si, dos factores se hicieron al final presentes para dar al traste con el gobierno izquierdista de Allende.
Los dos factores
En primer lugar, la abierta intervención, mediante mil subterfugios, del gobierno estadounidense de Richard Nixon en el país, con miras ya abiertamente al golpe de Estado contra el mandatario socialista.
Y, en segundo lugar, lo que todo parece indicar que fue un muy desacertado manejo de la política militar por parte del mismo Allende.
Así, algunos cuatro o cinco meses antes del 11 de septiembre de 1973, con manifestaciones callejeras antigubernamentales casi a diario, y, finalmente, con la larga huelga de camioneros, que se prolongó casi por un mes, la situación de orden interno se le fue yendo de las manos al mandatario austral.
Toda esa amalgama de situaciones diversas en contra desembocó finalmente con el lamentable golpe de Estado que encabezó Augusto Pinochet, y que dio inicio a su extensa y sanguinaria dictadura de 17 largos años.
Lo demás es historia harto conocida.