El venezolano Misael Cocho llegó en autobús a Perú, donde consiguió trabajos esporádicos para enviar dinero mensualmente a su madre y su hijo de cinco años, en Caracas.
Pero en cuanto consiguió su empleo más estable por ahora en Lima, los casos del coronavirus se dispararon. Perdió su empleo, vendió su televisor para comprar comida y hace meses que no ha podido enviar dinero a Caracas para comida para el niño y la madre de Cocho.
Las consecuencias de la pandemia dejaron en dique seco a muchos emigrantes venezolanos en el extranjero y a los familiares que dependen de ellos. Y conforme desaparece el empleo en países como Perú y Colombia, grupos humanitarios señalan que muchos migrantes venezolanos tienen ahora problemas para comer.
Cocho, de 24 años, afronta un dilema. ¿Debería quedarse en Perú por si la economía mejora, o volver a Caracas, donde la vida es precaria pero podría no empeorar?, analiza la agencia AP en un reportaje.
El decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello –UCAB-, Ronald Balza, pronostica que las remesas que enviaban los migrantes venezolanos, seguirán cayendo ante el descalabro económico que ha ocasionado la pandemia de coronavirus.
“Lamentablemente no podemos decir cuánto porque no hay un sistema financiero transparente que lo permita”, dijo en entrevista a Unión Radio.
Explica que la demanda de bolívares caerá, debilitando aún más la moneda local y presionado la subida del precio del dólar
Aproximadamente la mitad de los venezolanos que emigraron a otros países de América del Sur son trabajadores informales -jornaleros, vendedores, artistas callejeros y meseros-, según estimaciones de Provash Budden, director regional de las américas para el grupo de ayuda humanitaria Mercy Corps, citado por AP.
El impacto económico del virus golpeó de lleno a esos trabajadores, que cuentan con poca o ninguna red de apoyo. “Estos venezolanos que se fueron están en situación de riesgo extremo e imprevisto y sus familiares están aquí sin gasolina, sin luz y sin electricidad y en unas condiciones muy difíciles para producir”, remata Balza.
Cocho duerme en un colchón en una casa abarrotada de inmigrantes venezolanos. El casero les ha dejado no pagar el arrendamiento por ahora, pero Cocho no sabe cuánto tiempo durará esa generosidad.
“He tenido que optar por vender las cosas que no utilizo para poder sobrevivir».
Del 15% de venezolanos que salieron del país, unos 1,8 millones fueron a la vecina Colombia. Otros emigraron a Brasil, Ecuador y Perú. Los que tuvieron más éxito que los trabajadores informales iniciaron negocios e inscribieron a sus hijos en escuelas locales.
Pero el coronavirus interrumpió de forma abrupta las aspiraciones de muchos migrantes y limitó su capacidad de ayudar económicamente a los afectados parientes que dejaron en casa.
La cifra de venezolanos retornados desde principios de marzo supera los 20 mil, y aún cuando están en casa y -como ellos dicen-, nadie los sacará de allí, llegan a su país donde la pequeña recuperación que se había observado ante la circulación del dólar se ha visto afectada con los últimos acontecimientos económicos.
En Caracas, la madre de Cocho, Maylin Pérez, de 48 años, dijo estar muy angustiada por el posible alcance del brote. El último envío de Cocho fueron 10 dólares en febrero para ayudarla a comprar comida para ella y su nieto.
De modo que ella teje coloridas mascarillas para cambiar por productos que añadir a las lentejas y el arroz que llegan cada mes en la caja de alimentos subvencionada por el gobierno. No pueden permitirse huevos, queso ni carne, asegura.
Pérez dijo que lo mejor de su día son los mensajes de texto de su hijo, que también llama cada pocos días para que el niño pueda oír la voz de su padre.
Ella dijo que intenta convencer a Cocho de que no se preocupe de enviar dinero, porque está más preocupada de que él se contagie.
“Preocúpate por ti», dijo que le repetía. «Primero (…) tu salud, tu vida”.
FOTO: AP