(AP) — El olor a laca para el cabello invade a Alexa Flores López mientras le da los toques finales a un elaborado peinado recogido en su espeso cabello negro. Cuando Alexa se enteró de que iba a celebrar su fiesta de quince años, apenas pudo contenerse.
“Se emocionó muchísimo, como si se le fuera a salir el corazón”, dijo su madre, Carmen López Díaz. “Estaba contando los días”.
En el Hospital Infantil Federico Gómez de la Ciudad de México, los voluntarios vestidos con uniformes de enfermeras blancos y azules se apresuran a atender a los niños y niñas que cumplen años. Les rizan el cabello, les maquillan y les ajustan las pajaritas.
Todo esto en ocasión del evento anual del hospital “Mis XV” o “Mis quince años”. Ya sea que los jóvenes pacientes estén en tratamiento por una enfermedad grave o hayan superado el cáncer, el hospital celebra el paso a la edad adulta de estos adolescentes. Después de someterse a tratamientos costosos, algunas familias no pueden permitirse pagar una fiesta, y el hospital les ofrece una alternativa.
“Realmente sólo hemos comprado zapatos porque el hospital se encarga de todo”, dijo Díaz.
El hospital comenzó a organizar el evento en 2017, después de que las enfermeras voluntarias se enteraran de que una querida paciente cumpliría pronto 15 años. Lo aprovecharon para organizar una celebración para ella y, finalmente, lo convirtieron en un evento anual del hospital que se ha mantenido vigente durante siete años.
En México, la “quinceañera” o “cumpleaños número quince” es un gran rito de iniciación para los adolescentes, en particular las niñas. La ocasión marca la transición de la adolescencia a la edad adulta.
Aunque el cumpleaños de Alexa fue el mes pasado, el hospital permite a los pacientes participar si sus cumpleaños ocurren dentro del año de la celebración.
Ha sido paciente del hospital durante los últimos tres años recibiendo tratamiento para el lupus. A su hermana menor le diagnosticaron la misma enfermedad el año pasado, lo que complicó las cosas para la familia. Sin embargo, la celebración en el hospital ha sido algo que se espera con ilusión.
“Nunca imaginamos tanto. Pensamos que esto iba a ser un evento hospitalario normal”, dijo su madre.
Francesca Solórzano, quien ha sido voluntaria en el hospital durante 17 años, ayuda a Alexa en su gran día y atiende todas sus necesidades. Solórzano se asegura de que la adolescente tenga suficiente agua y rocía laca para el cabello sobre su vestido para asegurarse de que la tela permanezca impecable.
También luce un broche plateado y azul que combina con el ramo de Alexa.
“Recibo más de lo que doy”, dice Solórzano sobre el voluntariado. “Dono mi tiempo aquí y recibo muchas bendiciones a cambio”.
Solórzano lleva a Alexa a un vestidor para que se cambie de ropa. Cuando sale con un vestido azul marino salpicado de lentejuelas, los voluntarios exclaman: “¡Qué bonita!”. Otra voluntaria saca su teléfono móvil y le saca una foto. “¡Parece una princesa!”.
En el otro extremo de la sala, Carlos Emilio Escalona García, de 15 años, toma asiento junto a su madre después de vestirse.
Para su madre, Marta Magdalena García Chávez, el día está lleno de pura alegría.
“Es realmente hermoso ver todo esto”, dijo. “Él acaba de ser operado, así que no habríamos tenido la posibilidad de hacer una fiesta”.
Carlos es paciente del hospital desde hace 13 años. Ha tenido problemas cardíacos desde niño y acaba de ser sometido a su cuarta cirugía. Su madre dijo que se cansa a menudo, pero que aún está motivado para aprovechar al máximo cada día.
“Como cualquier otro adolescente, mi clase favorita es la de educación física”, dice Carlos. “También disfruto mucho con las matemáticas; me divierto mucho haciendo distintas operaciones”.
Los preparativos para el gran espectáculo del hospital se han estado gestando durante mucho tiempo. Ya en enero, el hospital se puso en contacto con maquilladores y otros proveedores para ver si querían participar. Todo el evento se organiza de forma gratuita.
Después de ponerse sus majestuosos looks, es hora de que comience la fiesta.
Abajo, en el salón de banquetes, los miembros de la familia se agolpan en la pista de baile, estirando el cuello para ver a los adolescentes. Cuando entran con sus parejas, Carlos y Alexa terminan alineados uno al lado del otro.
“¡Un aplauso para nuestros quinceañeros!”, dice alguien entre el público.
Mientras dan inicio al primer baile, Alexa toma la mano de su pareja y su madre hace zoom con su teléfono para grabar un video. Después de que termina el estribillo de la canción, su madre respira profundamente y guarda su teléfono, lista para capturar el momento.
Ella mira con asombro a su hija mientras gira con su falda de tul azul.
AC