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El Sistema y José Antonio Abreu, el gran promotor cultural

Gráfica: Referencial

Por: Jesús Peñalver.

Más que músico o economista, José Antonio Abreu fue el gran promotor cultural de la música y muy temprano así lo entendió, que la música no puede ser cosa de élites: “Que las escuelas básicas apliquen en su contenido curricular ordinario la enseñanza de las artes, desde el niño de dos años hasta el nivel universitario, ese día el país será otro: Venezuela será una gran empresa educativa y a través de una educación sabia, avanzada, profunda y consciente de sus principios y propósitos, el país encontrará su camino“.

De allí derivó a una obra concreta alimentada desde su niñez por la herencia musical de sus abuelos Antonio Anselmi Berti y Duilia Garbatti, llegados a fines del Siglo XIX de la isla italiana de Elba al pueblo de Monte Carmelo, en el estado Trujillo, donde fueron grandes promotores culturales y organizadores de orquestas y bandas.

De esa unión nació Ailie Anselmi Garbatti quien se casó con Melpómene Abreu, sus padres y de sus hermanos Dora, Jesús, Enrique, Beatriz y Ana Cecilia, siendo él el mayor.

Bachillerato lo cursaron en Barquisimeto, ciudad musical por excelencia, en el Liceo Lisandro Alvarado de actividad musical intensa porque había orquesta y orfeón, claves educativas para él, al tiempo que se formaba musicalmente con la gran educadora y pianista Doralisa Jiménez de Medina.

El bachiller Abreu se fue a Caracas donde compartió estudios musicales con universitarios de Economía, lo que le llevó a ser el emprendedor creador del sistema de orquestas con el respaldo oficial suficiente para su desarrollo, sin depender de los vaivenes de la política al incluir hábilmente su funcionamiento como parte del presupuesto nacional de donde nadie lo podrá sacar. Específicamente, en el sector social.

Conocido como El Sistema, replicado en todo el mundo, reconocido por instituciones y personalidades de distintas áreas de la cultura y del conocimiento, este año cumple su quincuagésimo (50.º) aniversario de su creación. Se dice fácil, pero más allá de los avatares y las circunstancias de diversas naturaleza vividas, son notoriamente mayores las razones para celebrar y aplaudir de pie y por largo rato, el hecho de que El Sistema haya tenido como cuna a Venezuela, y como promotor fundamental a José Antonio Abreu, quien al parecer y sin dudarlo, vino a este mundo a cumplir tan magnífica tarea, titánico esfuerzo digno de ser emulado por siempre. El maestro José Antonio Abreu, director fundador del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, obtuvo en septiembre de 2004 el Premio Internacional por la Paz para el Arte y la Cultura, conferido por el Encuentro Mundial de las Culturas, promovido por la organización World Culture Open. Por sus méritos, en 1998 la Unesco lo había nombrado embajador para la Paz, y en 2001 recibió el Premio Nobel Alternativo, cabalmente por la creación de El Sistema. Y en el 2008 El Sistema recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Alguna vez me dijo: “querido, la cultura no puede seguir siendo la cenicienta del presupuesto nacional. Algo ornamental, prescindible. No. La cultura debe contar con su cuota determinada y justa en el presupuesto de la Nación, y no esperar que surgida la necesidad, se le quite a otro sector para darle a ésta”.

Bastante plantón pagó –valga la frase- con paciencia de relojero ante la Comisión de Finanzas del extinto Congreso Nacional, en búsqueda y aprobación del presupuesto suficiente para la música, área a la que dedicó con tesón y ahínco toda su vida.

Antes, mucho antes, de inaugurarse el Teatro Teresa Carreño, hecho ocurrido el 19 de abril de 1983, ya el maestro Abreu, insistente, trabajador incansable, hormiga y ola persistente organizaba y montaba conciertos en la Sala José Felix Ribas del coso de Los Caobos.. ¡Admirable!

En ejercicio de la Consultoría Jurídica de la Fundación Teresa Carreño,  tuve en mis manos un oficio del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia, firmado por su titular, Carmelo Lauría Lesseur, en el cual se le asignaba a las orquestas juveniles el uso de la referida sala, llamada “la sala pequeña”. Con base en ese acto administrativo –seguramente- aunado a su afán por difundir la música, su enseñanza y metodología, daba uso a ese recinto, como adelanto de lo que sería en un futuro no muy lejano, el Complejo Cultural Teresa Carreño.

Como Ministro de Estado. Presidente del Conac, se conoce a cabalidad su meritoria gestión. Por cierto, toda su labor la cumplió desde las oficinas del citado teatro. Y aunque dejó de ser Ministro por los sucesos acaecidos en 1992, aquellas intentonas golpistas de ingrata recordación, Abreu siguió presidiendo el Consejo Nacional de la Cultura. Para sorpresa o asombro de muchos, no rendía cuentas al ministro de adscripción, sino directamente al propio presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Astuto y hábil, inteligente y metódico. Dicho de otro modo, no dejó de estar en el gabinete. La cultura siguió teniendo su silla en el consejo de ministros y al propio tiempo la concepción social que de El Sistema acompañó al maestro Abreu toda su vida.

Murió García Márquez, me quedé con su obra. Cerró sus ojos el maestro Abreu hace siete años, me quedo con El Sistema, del cual honrosamente soy embajador de buena voluntad. La miseria humana no va conmigo, tampoco la mezquindad.

Dijo bien Robert Browning cuando afirmó: «El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla».

Hoy celebro y aplaudo a El Sistema, deseo un feliz cumpleaños, que sean muchos años más, muchísimos, cumpliendo la noble tarea, el sublime objetivo, el luminoso sueño del célebre promotor cultural larense, ese de cambiarle la vida y ofrecer un mejor futuro a tanta gente a través de la música. Y también me uno a quienes dedican una palabra sensible en recordación y elogio a José Antonio Abreu, una figura venezolana ineludible.

Jesús Peñalver

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