Neicary Albarrán.- “Agradezco a toda la feligresía este gesto hermoso, un consuelo entre tanta aflicción”. Con esta frase de monseñor José Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y arzobispo de la ciudad de Maracaibo, inició la eucaristía de bienvenida a la patrona espiritual de los fieles católicos, la Divina Pastora, a la Catedral Metropolitana de Barquisimeto ayer en horas de la tarde.
Bajo el calor de un inclemente sol, pasadas las 5:00 de la tarde, los fieles escuchaban esperanzados y con la mirada en alto las frases del sacerdote que 12 años atrás había sido designado obispo auxiliar de Barquisimeto y ayer volvió a visitar una ciudad inundada de fe y de frases que lograban que el lugar se llenara de aplausos durante los 20 minutos que duró aproximadamente la homilía.
Orar por Venezuela
“El motivo de esta procesión fue orar por Venezuela, por la santidad de todos los venezolanos, pero sobre todo orar por los presos políticos, por médicos y enfermeras que sin tener insumos ayudan a sus enfermos”, destacó el presbítero. Además enfatizó que el mapa de Venezuela en el vestido de la Virgen no era coincidencia, ya que para su juicio ella ayudará a que termine la tragedia de “miseria y corrupción”.
En sus palabras en medio de una Catedral no tan llena como años anteriores, pero sí con sus portones abiertos para recibir a sus fieles, gesto que la arquidiócesis permitió este año, el sacerdote trajo al discurso varias bienaventuranzas que enriquecieron e hicieron exaltar el lugar: “Dichosos los pobres porque de ellos es el reino de los cielos, pero dichoso el pueblo venezolano por las pésimas políticas económicas y aún siguen ejerciendo su ciudadanía en tiempos de angustia”.
Aprovechó para dar consuelo a tantas madres que vieron partir un hijo hacia el extranjero. Según la representación de la Iglesia en Venezuela, estos jóvenes no abandonaron el país “por moda” sino para cubrir sus necesidades básicas y enviar sustento a sus familiares. Para Azuaje el país tiene una inmensa sed de justicia.
Una mirada sanadora
Sus palabras lograron que jóvenes, niños, adultos y ancianos limpiaran sus rostros por el pasar de lágrimas. Una eucaristía que terminó bajo los crepúsculos larenses y la mirada sanadora de una Virgen venerada, admirada por sus creyentes quienes esperan la intercesión de la que consideran su madre espiritual por tener la fuerza transformadora para librar al pueblo del mal. Así finalizó monseñor.