Mientras el mundo celebra que haya llegado a feliz término el nuevo acuerdo internacional que protegerá la biodiversidad marina, en Taiji se sigue ejecutando una abominable práctica: la matanza de delfines que se ejecuta bajo una práctica irracional que somete al mamífero a un sufrimiento extremo, acorralándolos primero para la comercialización de los mejores ejemplares y luego para descuartizarlos sin ninguna piedad. Y es que esta historia de horror no es algo nuevo, el precedente habla de siglos y hasta un museo de ha montado para conmemorar lo que ellos llaman una “tradición milenaria”.
Esta cacería de delfines está autorizada por el Gobierno de Japón y, además, está considerada parte de la cultura popular del país. Ric O’Barry, fundador de The Dolphin Project, ha insistido que las autoridades niponas afirmas que la actividad “ayuda a la economía de esta zona pesquera”. O’ Barry protagonizó en el 2009 el documental The Cove, para denunciar, entre otras cosas, lo que allí estaba pasando. Esta tradición de cazar delfines en Taiji se ha convertido desde hace años en un motivo de denuncia por parte de organizaciones conservacionistas, que reiteran la brutalidad de las matanzas y capturas.
Del nuevo acuerdo, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, dijo sentirse satisfecho. “Es una victoria para el multilateralismo y para los esfuerzos globales por contrarrestar las tendencias destructivas que enfrentan la salud de los océanos, ahora y para las generaciones venideras”, apuntó Guterres la noche del sábado entrando el mes de marzo, apenas unas horas después de que se alcanzara el acuerdo en la sede de la ONU en Nueva York, donde tuvieron lugar las negociaciones finales sobre el borrador del tratado.
Sarah Gibbens, periodista de National Geographic, tal vez conoció los detalles del “Tratado de Alta Mar”, pero al mismo tiempo recordó el trabajo que realizó para la Revista donde recordó al mundo que quedan al menos 400 ballenas francas glaciales en el océano, lo que las convierte en una de las especies en más peligro crítico de extinción del planeta. “Un siglo de caza comercial mermó las poblaciones de ballenas para el siglo XX, y siguen disminuyendo. Solo durante los últimos cuatro años se han hallado muertas 34 ballenas francas glaciales en playas tras quedarse atrapadas en aparejo de pesca o ser golpeadas por barcos. Se realizan necropsias a cada ballena que aparece varada para determinar la causa de la muerte”, fue parte de su reporte.
Guterres sostuvo que el tratado es crucial para abordar la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Recordó que cerca de once millones de toneladas de plástico cada año y los hallazgos científicos muestran la urgencia de actuar contra la contaminación producida por esa basura. “Los ecosistemas costeros se han convertido en vertederos de aguas residuales y nutrientes, creando vastas zonas muertas y que los desechos plásticos asfixian los mares”, enfatizó.
Fue precisamente este aspecto que inspiró a Ali Tabrizi y Kip Andersen para realizar la película “Seaspiracy”, un film que muestra el impacto humano en la vida marina, como los desechos marinos de plástico, las redes fantasma y la sobrepesca. Según las investigaciones que hicieron los cineastas, el 46% de la mancha de basura del Pacífico está compuesto por redes de la industria pesquera. Plantean el rechazo del concepto de “pesca sostenible” y hacen algunas critica a varias organizaciones de conservación marina, como el Earth Island Institute y su etiqueta «dolphin safe» y las certificaciones «pesca sostenible» del Marine Stewardship Council. La película aboga por las reservas marinas y la eliminación del consumo de pescado.
¿Un mundo sin ballenas?
La Tienda Kujira (Ballena), un punto de venta sin personal que abrió recientemente en la ciudad portuaria de Yokohama, cerca de Tokio, tiene tres máquinas para sashimi de ballena, tocino de ballena, piel de ballena y bistec de ballena, así como carne de ballena enlatada. Los precios oscilan entre 1.000 y 3.000 yenes (7,70 a 23 dólares). La carne proviene principalmente de ballenas capturadas en la costa noreste de Japón.
Japón reanudó la caza comercial de ballenas en julio de 2019 después de retirarse de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), poniendo fin a 30 años de lo que llamó caza de ballenas para investigación, una actividad criticada por conservacionistas como una tapadera para encubrir la caza comercial prohibida por la CBI en 1988. Varias organizaciones ecologistas y protectoras de los derechos animales afirman que la promoción de la carne de ballena es un intento “desesperado” de reavivar el interés por un negocio en crisis.
Por su parte Gibbens informa en Nat Geo que las colisiones con barcos y enredarse en aparejo de pesca suponen el mayor reto para la recuperación de las ballenas francas glaciales. “Sus tasas de natalidad también están descendiendo, posiblemente por la escasez de alimento en sus zonas de alimentación en el norte, una consecuencia del cambio climático” sentencia.
Registros históricos recogen que a inicios de 1900, los cazadores de ballenas acabaron con la vida de cerca de tres millones de ejemplares colocando en peligro de extinción a la mayoría de estos mamíferos. Fue el precedente para que una buena cantidad de países suscribieran compromisos de conservación en el marco de la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas (1946). Existen evidencias de que cuando casi todos los países se pusieron de acuerdo para poner fin a la caza comercial, las poblaciones de ballenas lograron recuperarse.
Conferencia de los Océanos
Barcelona será la sede de la Conferencia de la Década de los Océanos de la ONU de 2024, un evento que reunirá a la comunidad y a los socios del Decenio de los Océanos para celebrar los logros alcanzados y establecer prioridades conjuntas para el futuro de la década.
El evento ofrecerá una oportunidad única para que gobiernos, líderes, sectores marítimos, filantropía, universidades, sector privado, ONG y otros actores reflexionen sobre los logros de los primeros tres años de la Década de los Océanos y definan una visión colectiva para el futuro, con el objetivo de generar el conocimiento necesario para soluciones basadas en la ciencia relacionadas con los desafíos globales, como el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad, la economía oceánica sostenible, la contaminación y los peligros naturales.
De la voluntad, acuerdos y buenas intenciones a las acciones contundentes es que esperamos que sea el verdadero norte de estas resoluciones, solamente así se podrá garantizar evitar la “sexta extinción masiva” que ya parecen haber decretado algunos avezados en la materia.
Daniel Delgado