Franklin Abarca es un joven de 27 años, antes de que se decretara la cuarentena en Venezuela a causa de la pandemia por coronavirus, trabajaba en una tienda de zapatos. Poco después terminó su contrato, y con su liquidación, decidió emprender en un puesto de comida rápida, emprendimiento que duró muy poco, porque con el confinamiento tuvo que cerrarlo.
«Tenía un trailersito (…) allí vendía choripanes, hamburguesas y perros calientes, pero decidí cerrarlo, porque para tener un salvoconducto exigían una serie de permisos, que al no conseguir me podían acarrear multas».
Ahora este joven se rebusca vendiendo tostones en las kilométricas colas por gasolina ubicadas en la Av. Venezuela del este de Barquisimeto, donde decenas de conductores esperan surtir combustible a precio internacional.
Franklin relata que ofrece promociones para poder vender sus tostones, pero además cuenta que a cada estación de gasolina le da cuatro vuelta diarias, lo que equivale a 12 vueltas en totales.
Otros prefieren utilizar las noches para recorrer las colas por la gasolina, como el caso Manuel Vázquez, quien en una bicicleta y un bombillo recargable ofrece café, panes y chucherías. También esta el emprendimiento joven que aprovecha las horas nocturnas para vender hamburguesas.
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Mientras en las mañanas hay personas que ofrecen desayunos como arepas con varios contornos o promociones de empanadas o panes rellenos con jugo por un dólar.
Así lo cuenta Joanmel Brito, quien decidió junto a su esposa vender arepas y malta con todas las medidas sanitarias. Al preguntarle, porqué arepas y no empanadas, responde que se debe a que el aceite es mucho más caro, y lleva más tiempo.
También hay personas que salen a vender sus productos sin ni siquiera haber desayunado, mientras otros aseguran que este calvario para los conductores, para ellos, es una oportunidad de generar ingresos.
Por Anderson Piña Pereira
Fotos: Enmanuel de Sousa