ICOLT / Una fuerte presencia policial custodiaba París este 15 de diciembre ante la nueva jornada de protesta del movimiento de “chalecos amarillos”. Sin embargo, los disturbios y la violencia de semanas anteriores distó mucho de la de este sábado en la que se evidenció una reducción en notable en la cifra de participantes.
Se trata del 5° día consecutivo de protestas por reivindicaciones diversas. Grupos antimotines tomaron sitios estratégicos de la capital francesa, donde negocios optaron por no abrir y hasta proteger sus vitrinas con tablas de madera, considerando que el pasado fin de semana, grupos de manifestantes destrozaron y saquearon comercios y levantaron barricadas.
No obstante, esta vez la situación no ha llegado a tales niveles aún cuando la policía de París reportó la detención de 21 personas. En esa ciudad, según algunos cálculos, menos de 3.000 personas participaban en la movilización, cuando hace una semana eran unas 10.000.
El viernes, Macron pidió calma durante las manifestaciones, y el Ejecutivo reiteró en internet su llamado a la movilización pacífica.
En un discurso a la nación a principios de semana, el muy vilipendiando mandatario reconoció que es parcialmente responsable de la ira mostrada durante las protestas, y anunció medidas destinadas a mejorar el poder adquisitivo de los disconformes.
Sin embargo, declinó reinstaurar, es un impuesto a la riqueza retirado para estimular las inversiones.
Diálogo
Reportes informativos dan cuenta de que varios miembros del colectivo empiezan a pedir calma. Algunos «chalecos amarillos» decidieron desvincularse del llamado «canal histórico», que juzgan demasiado radical, y pidieron una «tregua» porque «ha llegado la hora del diálogo».
Para recordar
El movimiento de los “chalecos amarillos”, que toma su nombre de la prenda amarillo neón que todos los conductores franceses deben llevar por ley en sus autos, surgió a mediados de noviembre como una protesta contra el incremento de los impuestos a los carburantes.
Pronto se transformó en una expresión del descontento por el alto costo de la vida en el país y por la sensación de que el gobierno del presidente Emanuel Macron está desligado de las luchas cotidianas de los trabajadores.