Un grupo de caroreños están promoviendo la iniciativa de recopilar, organizar, registrar y difundir la historia de Carora durante el siglo XX, tomando como tiempo bisagra la década de los años sesenta. Uno de los aspectos claves sobre los cuales se basa este proyecto es tomar la fe católica existente en esta ciudad como impulsor del trabajo y la creación de riquezas, con el objeto de colaborar con esta noble iniciativa reproducimos una entrevista quien le hizo hace algunos años Jorge Euclides Ramírez al insigne sacerdote caroreño Alberto Álvarez Gutiérrez.
EL PADRE BETO
El Sol de Carora es una piel cristalina que somete el alma de sus habitantes a rigurosos episodios bélicos entre las fuerzas del bien y del mal. En Carora el calor aquieta los sentidos pero agita poderosamente la inteligencia y el verbo .Por ello el caroreño centra sus reflexiones en las profundidades del conocimiento y desdeña los artilugios del pensamiento cosmético. Carora es un pueblo religioso siempre buscando respuestas en las intimidades del ser, por ello es un pueblo donde la filosofía y las artes se han convertido en caminos de tránsito hacia la angustia y la eternidad.
Una expresión de esta religiosidad, quizás la más nítida y emblemática es la gran cantidad de sacerdotes que han nacido en Carora, hombres que han asumido la existencia como un reto de la fe ante las dudas teleológicas y las asechanzas de los apetitos…que en Carora son de una intensidad demoníaca.
Ser sacerdote en Carora es vestir una armadura de tolerancia para resistir los embates del Hedonismo .Ser sacerdote en Carora obliga a fortificarse en la inteligencia para no sucumbir frente al asedio de interrogantes perversas nacidas del caldero ardiente de reflexiones interminables.
El padre Alberto Álvarez es un sacerdote que solamente puede existir en Carora, inteligente, culto, afable, humilde y al mismo tiempo sobrio y distinguido, el padre Alberto semeja un águila gigante entonando la balada de un turpial.
Nació el primero de noviembre de l952. Estudió primaria en el Colegio Cristo Rey (Hoy Calasanz) con los padres escolapios. La secundaria la cursó entre este mismo Colegio y el Liceo Egidio Montesinos. Inició los estudios de Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello, en la ciudad de Caracas, posteriormente se traslada a terminar su carrera a la Universidad de los Andes, en Mérida.
Desde muy niño el Padre Alberto fue insigne lector de Historia y sesudo investigador de tradiciones caroreñas .Jamás participó en excursiones juveniles que tuviesen como fin la caza de animales silvestres , como iguanas o palomas .Jamás se pasó de tragos y nunca de su boca salían expresiones ordinarias y groseras . En su juventud nunca militó en causas rebeldes, no fue rockero ni comunista, jamás se dejo crecer la barba o las patillas…el Padre Alberto desde muy niño fue ejemplo de cordura, de amistad, de espiritualidad .Toda Carora puede testimoniar sobre estas verdades.
Alberto Álvarez se gradúa de abogado en l976 y de inmediato se instala en Carora. Se incorpora al escritorio de su cuñado, el Doctor Cecilio Zubillaga. El confiesa que nunca se consideró un abogado litigante y más bien se dedicó a la defensa de intereses religiosos. Con todo y que por su talento era solicitado como asesor jurídico de varias empresas y esto le representaba honorarios profesionales muy jugosos, jamás se dejó seducir por Don Dinero por aquello que no se puede servir a dos patronos al mismo tiempo .Es así como el padre Alberto Álvarez combinó doce años de ejercicio profesional como educador, cursillista y abanderado legal de la iglesia católica. Al igual que San Ignacio percibía que los éxitos del mundo le dejaban siempre insatisfecho, mientras que su alma se llenaba de gracia y tranquilidad cuando la fuerza de su corazón lo empujaba hacia el servicio de Dios.
Inmerso en el torbellino de la fe Alberto Álvarez vio crecer con gran fuerza la raíz de su devoción católica, gradualmente lo mundano se le convirtió en algo insípido mientras que los caminos de Dios se le hicieron cada vez más deseados. Impelido por una clara visión de su destino como persona ingresa al Seminario, en México y Venezuela, allí fue un estudiante de primera y un facilitador de cátedra para sus compañeros. Carora ganó un gran sacerdote, un clérigo de la mejor estirpe espiritual, un hombre de fe que irradia bondad y comprensión .Betote, el gordo inteligente, de figura plácida y sedentaria, se convirtió mediante una metamorfosis espectacular, en un ser de gran luminosidad, en una persona donde residen con gran fuerza la autoridad y el prestigio. El Padre Alberto está en las oraciones de miles de familias caroreñas, él encarna lo ancestral de un catolicismo militante y al mismo tiempo la renovación carismática de una iglesia incorporada en los grandes espacios laicos de la fe.
LOS CURAS DE CARORA
El Padre Alberto Álvarez Gutiérrez desde muy niño fue gran estudioso de la Historia caroreña, especialmente de todo aquello relacionado con la iglesia católica. El tiene un registro organizado de todos los curas que han pasado por nuestra ciudad.
Confiesa que buena parte de su información le viene de las lecturas que hacía desde muy pequeño de la biblioteca de Ramón Pompilio Oropeza, padre de su abuela María Auxiliadora, quien además era gran preceptora de imágenes y tesoros eclesiales.
Mi diversión cuando niño – revela – era sentarme a leer el epistolario de Ramón Pompilio Oropeza y allí está registrado todo el acontecer de la Carora de ese tiempo. Además está interpretado y organizado el desenvolvimiento de toda una sociedad que buscaba desde hace muchos años caminos de realización para el talento y la creatividad que le es connatural.
Antiguamente los sacerdotes atendían a la feligresía en sus casas de familia, no había una organización religiosa desde el punto de vista administrativo y de allí que los curas eran más guías espirituales, intelectuales de prestigio que funcionarios atentos al cumplimiento de cronogramas pastorales.
En Carora desde siempre han existido grandes e importantes sacerdotes .Por ejemplo allí tenemos a Ildefonso Aguinagalde , Lisimaco Gutiérrez y Carlos Zubillaga , hombres de una fe acendrada y de un alto vuelo social , lo cual los convirtió en precursores de causas populares motivadas por el principio de la justicia Social. Yo le escuché decir en mi casa al poeta Luis Beltrán Guerrero que mucho antes de la aparición de la Teología de la Liberación en Latinoamérica, estos sacerdotes habían elaborado los conceptos básicos de cómo debía la iglesia católica enfrentar el problema social de nuestra gente.
Indudablemente que ello les trajo inconvenientes. Por ejemplo el Padre Aguinagalde, quien era Capuchino fue acusado de soliviantar voluntades en base a estos principios de justicia social, él mantuvo fuertes enfrentamientos con propietarios de esta localidad. Eso era en tiempos de Guzmán Blanco cuando existía un ambiente claramente anticlerical. Es parte de nuestra leyenda que al padre Aguinagalde lo expulsaron de Carora atado a un burro pero montado al revés, es decir mirando hacia la ciudad mientras el animal se alejaba. Se dice también que el fraile sacudió sus sandalias y maldijo a los caroreños, hasta la generación de quienes hoy tenemos sesenta años .Posteriormente al ser trasladado a Caracas cuando le tocaba oficiar una misa de difuntos antes preguntaba si había sido liberal o conservador, en el caso de que fuese conservador exclamaba, mientras asperjaba el agua, Agua Bendita Perdida porque alma de Godo no se Salva.
Otro caso muy sonado fue el de la controversia que sostuvieron los padres Agustín Álvarez y Carlos Zubillaga, esta disputa prácticamente enfrentó a varias familias caroreñas y condujo al traslado de ambos sacerdotes fuera de la ciudad. Al padre Agustín Álvarez, un hombre muy bien formado y de posiciones muy ortodoxas, lo radicaron en Barquisimeto, mientras que a Carlos Zubillaga, un intelectual profundo y despierto lo mandaron para Duaca. Allí perdió la vida en momentos cuando fue atacado por un rapto de paranoia. Mientras daba misa creyó ver un tigre y corrió en defensa propia hasta el campanario, allí se prendió de las cuerdas, estas no resistieron y cayó mortalmente al suelo.
Por cierto cuando se recuerda a Chío Zubillaga, el gran intelectual caroreño y hombre emblemático por la defensa de sus ideas libertarias y justicieras, se olvida decir que su formación se la debe básicamente a Lisimaco Gutiérrez y Carlos Zubillaga, quienes desde mucho antes fueron abanderados de estas ideas y de su puesta en práctica.
Deseamos éxito al proyecto de contar con nuevas perspectivas la historia de Carora. Jorge Euclides Ramírez.
LA
Foto: Cortesía