Richardi: siempre grata excusa para la evocación.
Sin duda alguna, hay personajes que siempre son cita obligada en la crónica de los pueblos y que hablar de ellos es siempre grata excusa para dejar destilar suavemente los modos de vida de otros tiempos, como antífona para la evocación del ambiente bucólico y gentil de ese ayer que tanto nos legó para bien. Por eso, parafraseando a Aquiles Nazoa nosotros decimos: Del Barquisimeto que muere, el de aquel tiempo antañón, en que al Bosque Macuto, le cantaba Rafael Miguel López y las muchachas en los “paseos de luna” junto a sus chaperonas se iban en romerías hasta el Parque Ayacucho, de aquel viejo Barquisimeto, cuya ingenua población en el Cine Bolívar dejaba que un Valentino le robara el corazón y se asustó cuando voló el primer avión exclamado ¡…Dios santo… Una Cruz volando en el cielo…! O en las mesas del Café Bolívar la charla amena era constante, con la presencia siempre hilarante de los integrantes del Club de Los Locos. De aquel viejo Barquisimeto de pajilla y de bastón, evocar quiero una estampa, nacida en esta ciudad crepuscular, que llegó a ser tan famoso, como la “Veragacha”, “guachirongo” e “Hilarión”, nos referimos pues al célebre “Richardi” a quien el Dr. Juan Ramón Barrios le compuso un bello tema, cuya letra reza:
Barquisimeto viejo
el de la serenata
donde el recuerdo dejo
en mis cuerdas de plata
se nos van acabando
los tipos populares
Richardi con sus males
y su reír llorando.
Richardi el de los cuentos
y los ojos risueños
al golfo el sentimiento
a sátira sus sueños
Richardi sin amarras
errabundo e inquieto
al rendir su jornada
tartamudeó su rezo.
Yo rindo este homenaje
a ese mi compañero
muerto bajo el paisaje
de este pueblo sincero
a Richardi despido
en esta pieza leve
no caerá en el olvido
en su tránsito breve.
La crónica de hoy nos retrotrae en el tiempo al recibidor de la casa de Hermann Garmendia, donde fuimos amalgamando conocimiento y experiencias de vivencias formidables de un sinfín de personas que como protagonista de excepción de muchos acontecimientos de la ciudad, narraban con fácil acento esos instantes memorables y con ello la figura de personajes y personalidades. Al rememorar esos días, aun me parece estar presente ante la tertulia cordial entre Hermann Garmendia, Esteban Rivas Marchena y Francisco Reyes García de acida agudeza los tres, quienes en la sátira mordaz de la íntima complicidad de amigos entrañables, desgranaban con fluides impresionante la estampa del ayer barquisimetano, donde no podía faltar la figura del célebre “Richardi”, personaje popular de singulares características, cuyo nombre real era Simón Heredia.
La evocación es propicia para la referencia y la referencia nos trae a colación igualmente a nuestro abuelo Rafael Miguel López, quien por su parte, recordaba a “Richardi” como asiduo de la botillería de “La Francia” frente al Teatro Juares, pero que donde era fijo, era en “La “Provincia” de Abelardo González, en la acera sur de la hoy carrera 19, entre las calles 33 y 34, cuyo eslogan era: “…Sitio Predilecto de la Gente Responsable…”. De aquel lugar, Ivan Faroh Richa, traía siempre a colación, que encontrándose “Richardi” sentado en el “pollo” de la ventana del establecimiento, es decir, en los saliente que tenían las paredes internamente debajo de las hojas de las ventanas que deban hacia la calle y que se usaban para sentarse, fumándose un cola de un cigarrillo, – que alguien había tirado – escuchaba grandes transacciones de acaudalados terratenientes que allí se encontraban, al cabo que referían gruesas sumas de dinero, en la concreción del negocio, mientras charlaban de sus enormes extensiones de terrenos para la cría de animales y el cultivo de tal o cual rubro. En aquella situación de espectador silente, en su humilde condición, se le acercó un limpia botas que venía de lustrar el fino calzados de los hacendados presentes, y le dice a “Richardi”: – Sr., ¿le quito la tierra de los zapatos? – , a lo que el intrépido personaje respondió sagazmente con elegante donaire: – pero mijo, si esa es la única tierrita que tengo, y me la vas a quitar –, esa eran las ocurrentes salidas de tan singular barquisimetano.
Según Fulgencio Orellana con su fisonomía bonachona, robusta y cordial en 1973, relata en su obra “La Ciudad y el Tiempo” que Richardi: “…en su juventud fue un aficionado al toreo, no desperdiciaba oportunidad para asistir a las corridas que se sucedían en Las Arenas; dragoneaba de conocer del arte de la tauromaquia, (…) debutó en Las Arenas un ventrílocuo de nombre “Richardini”, este farandulero llamó a la primera presentación a Simón Heredia para que le sirviera de peón en las payadas con sus muñecos y así todas las noches; al marcharse “Richardini” dejó en el ánimo del joven Heredia la nostalgia de las funciones. Días después Heredia cuando estaba metido en la botella pretendía hacer las gesticulaciones y emitía la voz de los muñecos con cualquier objeto en la mano; esto lo repetía decenas de veces y le valió que la gente del pueblo lo apodara Richardi…”
De la misma forma, Orellana señala que Simón Heredia había nacido en la capital del estado Lara en el año de 1910, en aquel Barquisimeto pequeño, bucólico y gentil, donde se desarrolló en el ambiente de una familia honorable, más sin embargo, no se sabe cómo, ni por qué, desde muy joven le tomó gusto al licor, convirtiéndose en un consuetudinario bebedor, por lo cual como lo contaba Hermann Garmendia, pasaba meses de total sobriedad y otros de perenne embriaguez.
Cuantas veces no fue referencia en la voz de Isaac del Moral, el nombre de Richardi en su programa “Barquisimeto de Ayer”, que a través de la señal de la internacional Radio Barquisimeto se transmitía todos los domingos al mediodía desde 1977, quien cultivó una gran amistad con el caraqueño Dr. Gilberto Mejías Palazzi, el autor de “Guitarra Larense”, una figura que se consustanció con el ambiente barquisimetano al punto de comprar una parcela en el Cementerio Monumental de Cerritos Blancos, mejor conocido como Cementerio Nuevo y ahora el Cementerio de la Av. Florencio Jiménez, pues deseaba ser sepultado en Barquisimeto, lamentablemente la viuda no tuvo los medios económicos que ello acarreaba cuando falleció. El Dr. Gilberto Mejías Palazzi a quien conocimos en la casa de nuestro abuelo Rafael Miguel López, le compuso varias canciones a nuestra entidad federal más allá de “Guitarra Larense”, contándose entre su prolífica producción una denominada “Mi Triquilín” dedicada precisamente a Richardi, que sin nombrarlo lo describe poéticamente en el sentimiento de alguien que también amó a esta tierra:
Dame mi palito de triquilín
el matador que me voy ya
soy un guaro alegre y soñador
no sé porque pero así soy.
Yo soy canapial de gorro e´tusa
de cholejoso y de pelón
yo soy un bohemio sin camino
de los que tienen buen corazón.
Soy enamorado de la luna
de esa que llega crepuscular
soy guaro rajao soy larense
de esos nacidos para soñar
Y soñó Richardi con ser ventrílocuo o ilusionista quizás, no lo sabemos, pero en la nostalgia barquisimetana que tanto cautivó al Dr. Gilberto Mejías Palazzi, éste interpretó ese sentimiento idiosincrásico de tal manera, que de ello surgió esta inspiración, donde aparece Richardi en la pulpería o el botiquín, pidiendo un palito de triquilín, que eran las sobras de las bebidas de los clientes que se iban echando en una gran garrafón y de allí se les servía los tragos gratis a los pordioseros, pedigüeños y beodos. Por eso dice “…dame mi palito de triquilín, el matador que me voy ya…” elocuente frase que ilustra lo fuerte que era ese aguardiente de sobras de distintas bebidas y más adelante “…yo soy canapial de gorra e´ tusa y de pelón…” ello corresponde a licores baratos que se envasaban en botellas de reciclaje y se tapaban con pedazos de tusa de jojoto y el pelón que era un tipo de cocuy de 56 grados para arriba. “…soy un guaro alegre y soñador, no sé porque pero así soy (…) yo soy un bohemio sin camino, de los que tienen buen corazón (…) Soy enamorado de la luna, de esa que llega crepuscular, soy guaro rajao soy larense, de esos nacidos para soñar…” bella letra que pone a Richardi en contacto con la gente, lo pone a andar nuevamente y a deambular entre nosotros por los caminos de la mente en la ilusión fantástica que recrea un tiempo pasado de donde venimos.
Por su parte el Dr. Juan ramón Barrios, en su canción nos deja un sentimiento más luctuoso ante la pérdida de un personaje que él había conocido cercanamente y que describe como “…Richardi con sus males, y su reír llorando. Richardi el de los cuentos y los ojos risueños…” rasgos denunciadores de la personalidad y forma de ser de Simón Heredia a quien había tratado con diáfana deferencia. Por eso lo retrata de la forma como lo hace: “…Richardi sin amarras, errabundo e inquieto, al rendir su jornada, tartamudeó su rezo…” ya que Richardi vivió en su mundo con plena libertad “Richardi sin amarra, errabundo e inquieto”, quien era tartamudo por eso al llegar el momento culminante de su vida es decir, “al rendir su jornada” para finalmente al expirar “tartamudeo su reo”. Por su parte, don Carlos Pereira (1975), en su obra “Anécdotas de Humor Larense” nos recuerda que “Richardi” siempre andaba “a medio jumo” y que era tartamudo, defecto éste que según el citador autor, más bien resaltaba su personalidad
La sentida expresión del Dr. Juan Ramón Barrios, al final se muestra como un tributo a Richardi: “…Yo rindo este homenaje, a ese mi compañero, muerto bajo el paisaje, de este pueblo sincero, a Richardi despido, en esta pieza leve, no caerá en el olvido, en su tránsito breve…”
En la remembranza que escuchamos de Hermann Garmendia, relataba que “Richardi” era un personaje que vivía cerca del “Colegio de las Hermanas”, como se le decía al Colegio Inmaculada Concepción y que había sido, la oveja negra de decente familia, su nombre era Simón Heredia, quien tenía largos episodios de sobriedad y otros de embriaguez. En su estado de sobriedad se desempeñaba pulcramente como muchacho de mandado, una especie de mensajero, de lleva y trae recados, objetos y misivas, lo cual realizaba con solícita diligencia, siempre chispeante y ocurrente, mordaz y decente al mismo tiempo, nunca le faltó el resto a caballero alguno y mucho menos a una dama.
Todos con quienes conversé en su oportunidad sobre “Richardi” coincidían en que, en muy raras ocasiones se le oía proferir insolencias, pues poseía una educación natural de la época en sus formas de trato y comportamiento, sobre todo en sus periodos de sobriedad y en cualquier caso, fue su distinción su gran honestidad, por lo cual, nadie le indilgó jamás el séptimo mandamiento de la Ley de Dios, como lo enfatiza en su crónica Fulgencio Orellana.
Manuel Felipe López (1985), periodista de honda pasión por las letras, institucionalista de primera línea, locutor, declamador, poeta y escritor de fina prosa lirica, expresa que “Richardi” recibió el cariño de toda la gente de valía de Barquisimeto y que hoy recordamos como semblanza que es espejo de un ayer barquisimetano que se filtra en el alma, para luego proyectarse en la visión de un tiempo, en la ciudad de otrora con los cantos de la gentes y las cosas, porque las cosas se van pareciendo a las gentes de un modo que pasan a formar parte del inventario del gran libro de la ciudad, ese que está en cada casa vieja, en cada ventanal, en cada postigo que al abrirse permite iluminar la estancia de nuestra esencia como pueblo, de donde se nutre nuestra identidad y nuestro sentido de pertenencia.
Richardi en su tránsito breve, como lo menciona el Dr. Juan Ramón Barrios en la letra de su canción, a lo sumo tendría unos 50 años cuando falleció, hecho acaecido el 23 de marzo de 1956, según lo muestra la prensa local de la época, donde aparece publicada la invitación a su velorio entre los obituarios, el cual tuvo lugar en el Cuartel de Bomberos de Barquisimeto, donde muchas personas fueron a despedir a este personaje popular del Barquisimeto de ayer, de hoy y de siempre, de esta ciudad que pretendemos siempre viva.
“Richardi” un seudónimo que se convirtió en nombre, pues todos le llamaban “Richardi”, hasta las que se atrevían detrás de las celosías de las ventanas que también le gritaban “Richardi” y tanto oyó ese apodo como en larga pesadilla, que hasta se olvidó del suyo, el de Simón Heredia, quien vivió el Barquisimeto de las empanadas con suero picante de Patepalo, del de las conservas de Las Cuibas y los gofios de Las Veritas, el de las serenatas, donde no era raro ver a “Richardi” colarse entre los serenateros por su condición de noctambulo y bohemio.
Cuando “Richardi” murió en los albores de los años 50, varios médicos, entre ellos el Dr. Antonio Pineda Castillo, según nos lo comentaba nuestro abuelo Rafael Miguel López, se interesaron por saber cómo estaba el hígado de “Richardi” y cuan grande sería la sorpresa, cuando al practicarle la autopsia, encontraron su hígado intacto y perfecto como el de un niño sano, tal cual como lo refiere en su crónica don Carlos Pereira.
La realidad es que los aspectos del colorido popular que pincelan la fisonomía de nuestro folklore urbano, son simiente de la consustanciación del ciudadano con su tierra, con el aliento de la tierra y en nuestro caso local, con el crepúsculo, con esos encendido atardeceres que tiñen el firmamento de vivo color rojo, azul y anaranjado, como un día el Dr. Juan Ramón Barrios pinceló a “Richardi” en una canción, como también lo hizo el Dr. Gilberto Mejías Palazzi con “Mi Triquilín”, para que no cayera en el olvido, como no debe caer en el olvido ese valioso patrimonio intangible de nuestra menuda historia y el tangible que está en las edificaciones de estampa tradicional, que se ha permeado desde el Siglo XIX hasta nuestros días, con sus robustos muros de adobes, sus techos de limatones y cañas bravas recubiertos de tejas, con sus largos zaguanes, que sirvieron de ateneos y sus patios interiores, donde el tímido ladrillo deja sensaciones de frescor y quietud que invitan a la conservación, en inquietudes humanas como la voz silente del pretérito anunciando un tiempo que se fue, como lo han hilvanado los autores en la urdimbre de las notas y en los arpegios de una guitarra hecha de fiesta y de vino…
Barquisimeto, domingo 16 de febrero de 2025.
Fuentes Consultadas:
Azparren R. (1972). Barquisimeto, Paisaje Sentimental de la Ciudad y su Gente. Tipografía MERSIFRICA. Caracas. Venezuela.
Cámara de Comercio del Estado Lara (1952). Guía Económica y Social del Estado Lara. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.
Estado Lara, Guía 1954. C. A. Guía de Venezuela. Tipografía Dinelli. Barquisimeto. Venezuela.
Orellana, F. (1973). La Ciudad y el Tiempo. Tipografía Orellana. Barquisimeto. Venezuela.
Orellana, F. (1977). Vivencia, Tradición y Narración. Tipografía Orellana. Barquisimeto. Venezuela.
Pereira, C. (1975). Anécdotas de Humor Larense. Editorial Lucila. Barquisimeto. Venezuela.
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