Realmente el problema de la escasez de agua, no solamente en Barquisimeto y en el estado Lara, sino también en todo el país, cada vez parece agravarse más, en lugar de irse solucionando, como se supone, y como es lo lógico.
Máxime en un país que ha tenido –y tiene todavía– tantos recursos naturales de todo tipo, pese a la estrepitosa caída de la industria petrolera.
No obstante, hay detalles que llaman, no tanto a la reflexión –¿Hasta cuándo vamos a estar reflexionando, para que nada ocurra…?–, sino a la molestia, a la rabia y hasta a la indignación.
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Y lo más triste es que son detalles pequeños, pero que, como son tantos, sumados todos dan un resultado muchas veces inesperado y no deseado, pero altamente dañino.
Por ejemplo, el caso de los brotes de aguas blancas, en la mayoría de lo casos por la rotura de la tubería misma, roturas que se producen casi siempre porque éstas ya cumplieron su tiempo de vida, y no se han hecho las debidas sustituciones.
Pero lo más triste es que muchas veces son brotes de agua que están ahí, a la vista de todo el mundo, como lo es el caso de dos brotes de agua que se suceden exactamente en la Plaza de la Justicia, vale decir, exactamente frente al Edificio Nacional, llamado ahora Palacio de Justicia.
Por cierto, a propósito de justicia, la gente tiene pleno derecho a preguntarse: ¿Es justo esto…? ¿Cuántos millares de litros de agua potable se habrán desperdiciado allí…?
Se trata de un desperdicio de agua que, según personas habitualmente transeúntes del lugar, lleva ya unas cuantas semanas, sin que hasta ahora ninguna autoridad en la materia se haya molestado en buscar su reparación.
Reinaldo Gómez
Fotos: José Daniel Sosa