A Los Naranjos se le conoció como un importante caserío ubicado al extremo sureste del antiguo distrito Palavecino, cuyos linderos corresponden hoy en día a los límites de la actual jurisdicción de la parroquia Agua Viva, con el municipio Simón Planas.
Para conocer un tanto de sus faenas, fue necesario apelar a la sabiduría de quienes vivieron de cerca el laborioso mundo en que se encontraba aquel punto, envuelto en una atmosfera de amplios corredores de haciendas y conucos, cultivados principalmente de café, maíz, ocumo, cambur, quinchoncho y caraotas; además de una intensa relación casi diaria, de arrieros que constantemente adquirían la producción de esos campos montañosos para surtir el principal centro abastecedor de Cabudare, como lo eran las antiguas pulperías de Augusto Casamayor y José Francisco Patiño.
Inventario de creencias y tradiciones existentes en aquellos lares
Según el valioso aporte de los hermanos José Filiberto Mújica y José Guillermo Mújica, nativos ambos de los Naranjos, e hijos a su vez de José Gregorio Mújica y María Peralta, quienes eran oriundos de los Naranjos y Guamacire, respectivamente; junto a su tío materno, Pompeyo Peralta, también nacido en Guamacire. Ellos escriben los escenarios de creencias culto religiosas, que con apasionada entrega organizaban los moradores de caseríos adyacentes como Quebrada Abajo, Lagunita, Los Caimitos, Los Puentes y Las Adjuntas.
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José Guillermo Mújica, Pompeyo Peralta y José Filiberto Mújica, nativos de las montañas del Terepaima y testigos fehacientes de aquellas anécdotas.
Festejaban las efemérides religiosas de la Virgen del Carmen, Cruz de Mayo, San Antonio y San Rafael. Todo envuelto en sus propios sistemas de creencias.
José Gregorio Mújica, además de compositor, entonaba salves y décimas, y contribuía con las festividades a San Antonio, perteneciendo al conjunto de músicos junto a: Toribio Colmenarez, Alberto Anzola, Rito Flores, Juan Anzola, Trino Agüero, Valentín Chacón. Y en el cuerpo de baile o negrera, estaban al frente Diego Peralta y las distinguidas bailadoras Francisca Colmenarez y Nicasia de Torres.
Fundos cafetaleros y comercialización
Sus recuerdos nos llevan a lugares cargados de extensos fundos cafetaleros con familias dependientes de aquel rubro, entre quienes estaban, en La Lagunita, la familia Peralta, Colmenarez, Tua, Torrealba; entre otras.
En Los Naranjos, el mayor productor era José Abel López y su familia, incluyendo la propia familia Mújica, los cuales también alternaban cultivando y criando animales en aquella entrañable fila.
A la memoria afloran personajes como Domingo y Pastor Sosa, arrieros que llegados del sitio de Guamacire, frecuentaban los caseríos localizados en los Naranjos, para cargar las bestias con importantes cosechas de maíz, caraota, apio, cambur y café.
Normalmente, el arreo consistía en andar con siete mulas o burros, con el animal más fornido al frente, al cual usualmente se le colgaba una campana en el cuello, para evitar toparse y chocar con otra caravana ya descargada de animales.
Los caminos de recuas estaban diseminados por toda la montaña de Terepaima, y eran transitados por caminantes y arrieros.
De acuerdo al oportuno comentario de José Guillermo y don Pompeyo, los arrieros más conocidos en las postrimerías de los años 60, fueron Rafael Lucena, Francisco Chacón, Esteban Peña y Blas Inojosa.
Una vez cargados, tomarían rumbo hacía Cabudare, para surtir la demanda de antiguas pulperías, o tal vez eventualmente almacenar los sacos de granos y semillas en un depósito que existía en el histórico caserío Chupa la Flor.
Datos imprecisos y otros curiosos detalles
La extensa tertulia obligó a esté trío de amigos a invocar algunas de sus andanzas de niños, teniendo entre sus haberes recorrer una parte del camino para dirigirse a donde el maestro Teobaldo, “quien venía de los Naranjillos, cerca de los Rastrojos, para enseñarnos a leer y escribir”; no logrando recordar el apellido, por las edades muy párvula.
Otro curioso pero oportuno detalle, eran las parteras, una de ellas llamada Brígida Escalona, oriunda del caserío Santa Fe, y otra de nombre Anita. Fueron comadronas que prestaron ayuda en momentos de dar a luz alguna mujer.
También, pormenorizar la amplia lista de individuos dedicados a confeccionar escobas de bejuco de murciélago, entre ellos Juan Vicente Mendoza, Ramón Linarez, Dolores Linarez y Leocadio Roa. Estas escobas eran encargadas en establecimientos de Cabudare o quizás adquiridas por vecinos de la capital cabudareña. Caso particular era Dolores Linarez, quien se dedicaba a fabricar cuatros, violines, guitarras, de acuerdo fuese el encargo.
Cuando alguien fallecía, solían buscar para los rezos a Leocadio Roa o a Ramón Garcés, quienes normalmente se desplazaban entre las Adjuntas y el caserío Los Puentes.
Para culminar el relato de don Pompeyo, José Filiberto y José Guillermo, recordaron las diversas ocasiones cuando se decidían ir a buscar bestias a un lugar en particular, logrando siempre ir hasta Agua Viva o al Dividival, donde por lo general se podía capturar un burro silvestre, hasta que aparecía el presunto dueño y llegar a un arreglo de compra.
Y así los recuerdos y las anécdotas jamás culminan en los corazones de estos albaceas, a quienes el destino me permitió conocer.
José Luis Sotillo J.
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