Mi ciudad: Palabra que canta | Por: Rosario Anzola < El Informador Venezuela
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Mi ciudad: Palabra que canta | Por: Rosario Anzola

Mi ciudad: Palabra que canta | Por: Rosario Anzola

Mi ciudad: Palabra que canta | Por: Rosario Anzola

Con Marcel Proust (En busca del tiempo perdido) aprendimos a valorar que los aromas nos remiten involuntariamente a los recuerdos.  De repente un olor nos puede traer a la memoria eventos personales agazapados en los rincones más recónditos de nuestro cerebro.  Uno se reencuentra con las ciudades, con los mares, con las montañas y con las casas cuando se nos presenta una ráfaga olfativa que retrata algún momento vivido. 

No solo las imágenes que nos vienen a la cabeza describen los ambientes de esos destellos sensoriales…  Son también las emociones que explotan en inusitadas  sinestesias.  Los poetas y los artistas lo saben porque así lo perciben.  Sin embargo, todos los seres humanos poseen esta capacidad de sentir a través de los caminos sensoriales, sensibilidad coartada (y muchas veces enterrada) por los convencionalismos de sistemas educativos obsoletos y equivocados.

Quiero contar uno de los recuerdos olfativos más remotos que atesoro.  Tendría unos cinco años cuando papá me llevó de visita a la casa del doctor Escovar Alvizu, en el centro de Barquisimeto.   Apenas entramos el doctor Escovar me dijo: “Ochao  (que así me llamaba), vaya a jugar al patio mientras su papá y yo conversamos”. Me interné pues en el patio central -que a mis años lucía como un inmenso parque-  a registrar caminitos de hormigas y piedritas.  De pronto, en una esquina,  todo se impregnó de un olor que me transportó a un estado místico.  Busqué de donde venía esa ráfaga maravillosa y vi un montón de ramas con unas pequeñas florecitas blancas.  Arranqué unas cuantas y me las guardé en el bolsillo.  No me imaginé que se quedarían conmigo para siempre…

Años después supe que se trataba de una resedá.  Hoy sigo recordando las resedades de esa casa, de ese patio, de esa ciudad.  Por eso para mí, el Barquisimeto de mi infancia huele a resedades.

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