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Patagonia-Alaska: el proyecto que investigará el cambio climático

Glacier Bay Basin in southeastern Alaska, in the United States, encompasses the Glacier Bay and surrounding mountains and glaciers, which was first proclaimed a U.S. National Monument on February 25, 1925, and which was later, on December 2, 1980, enlarged and designated as the Glacier Bay National Park and Preserve under the Alaska National Interest Lands Conservation Act, covering an area of 3,283,000 acres (1,329,000 ha). In 1986, UNESCO declared an area of 57,000 acres (23,000 ha) within a World Biosphere Reserve. This is the largest UNESCO protected biosphere in the world. In 1992, UNESCO included this area as a part of a World Heritage site, extending over an area of 24,300,000-acre (98,000 km2) which also included the Wrangell-St. Elias National Park, Kluane National Park (Canada) and Tatshenshini-Alsek Park (Canada). Part of the National Park is also designated a Wilderness area covering 2,658,000 acres (1,076,000 ha)

Surcar los más de 20.000 kilómetros que separan la ciudad argentina de Ushuaia de Punta Barrow, el rincón más septentrional de los Estados Unidos, para estudiar los efectos del cambio climático: este es el objetivo del proyecto ‘Patagonia-Alaska’, una iniciativa sin fines de lucro que pretende medir la composición de los cielos de las Américas a bordo de un avión experimental.

La aeronave, construida por los pilotos argentinos Juan Martín Escobar y Guillermo Casamayú, oriundos de la provincia sureña de Chubut, comenzó sus vuelos preliminares en abril y partirá rumbo al norte el próximo julio, en un periplo que se prolongará durante 35 días y que pasará por más de veinte países del continente americano.

«El viaje lo íbamos a hacer de todas maneras para divertirnos, pero si le podíamos sumar este proyecto científico nos gustaba más, porque no era sólo para nosotros, sino para el cuidado del planeta en general», confiesa Escobar, de 36 años, en una entrevista a Efe por videoconferencia.

La Patagonia argentina -territorio de unos 1,7 millones de kilómetros cuadrados de superficie- presenta unas condiciones algo complicadas para la aviación: las distancias entre municipios son muy largas, hay pocos aeropuertos con combustible y las pistas de aterrizaje no están en buenas condiciones.

Ante esta realidad, Escobar y Casamayú decidieron construir un pequeño avión biplaza, con una velocidad punta de unos 280 kilómetros por hora y una autonomía cercana a las seis horas, que permitiera realizar grandes travesías, hasta el punto de llegar hasta los confines de América del Norte, sin consumir demasiada energía por el camino.

«Es un avión experimental porque cumple con la condición de que al menos el 51 % fue diseñado, construido o ensamblado por sus propietarios, lo cual no significa que sea menos seguro, porque nos basamos en instrucciones del fabricante y de la autoridad aeronáutica argentina», afirma Escobar sobre una aeronave cuyo coste operativo es «equivalente al de una camioneta».

La construcción del avión, apodado «Correcaminos», demoró un total de siete años, cinco más de lo previsto; un tiempo que sirvió para sumar «nuevas ópticas» al proyecto, pasando de ser una aventura entre amigos a convertirse en un viaje científico inédito en Argentina.

Expectativa del viaje

Pese a contar con apenas un centenar de horas de vuelo, el «Correcaminos» ya recorrió con éxito el extremo sur de América, pasando por lugares tan espectaculares como las Torres del Paine (Chile), el estrecho de Magallanes, el monte Fitz Roy o el glaciar Perito Moreno.

Respecto al viaje definitivo hacia Alaska, Escobar sostiene que lo llevarán adelante «con paciencia» y siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan: «No queremos volar en instrumental, ni tampoco meternos en problemas», subraya el piloto argentino.

«Yo vuelo desde los 17 años, así que conozco bien el tema de la aviación. En todos los vuelos uno comete errores y en todo momento está aprendiendo, por eso queremos ir despacito y con calma», asegura acerca de un proyecto que, además de contribuir al estudio sobre el cambio climático, tiene otro propósito: demostrar a los más pequeños que la ciencia «puede tener aristas y visiones divertidas». 

Fuente: 800Noticias

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