Desde su pequeña tienda minorista y como muchos otros venezolanos, Rim Hassam ve con recelo un nuevo impuesto que le recuerda al pasado reciente, cuando los precios subían a diario en el país con la mayor inflación del mundo.
Ahora, tras meses de lo que parecía una esperada estabilidad en el costo de vida, esta mujer de 43 años nuevamente se enfrenta a bienes y servicios cuyo importe puede variar dependiendo de que se adquieran en divisas o en la alicaída moneda local.
“De octubre para acá todo marchaba bonito”, dijo a The Associated Press. Sin embargo, agrega, la estabilidad en los precios que disfrutaba desde finales de año pasado se acabó cuando en febrero se aprobó el impuesto de 3% a las transacciones en divisas y monedas digitales, sin importar que se trate de un puñado de dólares.
En Venezuela los precios tienen como referencia su valor en la moneda estadounidense, por lo que la introducción del Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) se tradujo en el aumento de los precios de productos y avivó en muchos el temor a que se desate una nueva espiral inflacionaria.
Por años coexistieron dos tasas de cambio en Venezuela: la del Banco Central y la del mercado negro. La brecha entre ambas genera fuertes distorsiones en los precios y en el comercio en general, por lo que históricamente ha sido determinante en el alza de la inflación. Por ello, para tratar de frenarla, desde hace dos años se legalizó el uso indistinto de bolívares y divisas, incluso criptomonedas.
Para algunos venezolanos, la llegada del IGTF también genera malestar porque establece una suerte de “discriminación en los tipos de transacciones”, es decir, dependiendo de que un pago se realice en bolívares o divisas, los bienes se encarecen en menor o mayor medida.
Aquí un ejemplo que visibiliza el efecto del nuevo impuesto en alguien que paga un producto en dólares: con el Impuesto al Valor Agregado de 16% más el IGTF, una gaseosa de dos litros que solía costar dos dólares se eleva a 2,43 dólares.
Quienes pagan en moneda local tampoco se salvan, porque deben pagar su producto con sobreprecio en bolívares debido que los comerciantes buscan protegerse a la hora de reponer una mercancía ante los posibles aumentos de su valor en dólares.
Asdrúbal Oliveros, economista y director de la firma local de análisis Ecoanalítica, explicó a The Associated Press que esto último podría ser lo más perjudicial del nuevo impuesto. Es decir, que éste podría poner mayor presión al alza de precios y por ende incidir en la inflación dado que para comprar podrían requerirse más bolívares.
La economía venezolana estuvo sumida en una hiperinflación por cuatro años. Se le consideró la más alta del mundo y el incremento de precios de bienes y servicios fue de más de 50% al mes. Apenas el año pasado comenzó a recuperarse, en buena medida por la decisión de Maduro de flexibilizar el control de cambio vigente desde 2003. Antes de que la reforma fuese aprobada en febrero, Ecoanalítica estimaba que 65% de las transacciones comerciales se realizaban en moneda extranjera.
El gobierno no siempre puede detectar cuando las transacciones se realizan en efectivo -y por ende éstas podrían librarse del IGTF- pero hay una circunstancia que sí le permite monitorear las compras y ventas para cobrar el nuevo impuesto. En octubre de 2021 debutó una nueva moneda con seis ceros menos para facilitar las cuentas en bolívares, pero los billetes nuevos siguen sin llegar a las manos de los venezolanos. Por ello, casi todas las transacciones deben realizarse por medios electrónicos y los inspectores gubernamentales podrían detectar los pagos en dólares no declarados por los comerciantes.
El nuevo impuesto supuestamente busca incentivar el uso del bolívar, pero expertos coinciden en que también dota al gobierno de una herramienta tributaria que le permita recaudar como impuesto una parte de las divisas que circulan y que actualmente no llegan a sus arcas. “El impuesto va a tener una incidencia en la recaudación del gobierno”, indicó Oliveros, quien estimó que ésta podría incrementar entre 1 o 1,5 puntos del Producto Interno Bruto (PIB).
Según este analista, el gobierno no recauda más de cinco puntos del PIB en impuestos no petroleros, lo que podría considerarse un mínimo histórico. «Por lo tanto, con ese nivel, con esa base de tributación tan baja, es claro que el gobierno tiene una motivación para buscar nuevas fuentes de financiamiento y el IGTF puede jugar un rol importante”.
Si bien las estrategias que el gobierno ha empleado recientemente para mejorar la economía han dado frutos -como haber terminado con la hiperinflación- esa leve recuperación no se ha traducido en un incremento del poder adquisitivo de los venezolanos. Aunque lo precios tengan su valor de referencia en dólares, los sueldos se fijan en bolívares y se estima que millones de ciudadanos viven con menos de 1,90 dólares al día, lo que se considera el estándar internacional de pobreza extrema.
El salario mínimo fue incrementado en marzo a unos 126 bolívares mensuales, lo que equivale a unos 27 dólares al tipo de cambio oficial. El anterior salario mínimo era equivalente a 1,47 dólares al mes. Se estima que 56% de la población recibe entre un dólar y 100 dólares, mientras solo 30% tiene ingresos entre 101 y 300 dólares.
“Si me quieren cobrar el 3% me voy y compro donde no lo cobren”, dijo María Vélez, que trabaja limpiando casas en el centro de Caracas y recibe parte de su pago en dólares. “Lo que uno gana no alcanza para nada”, agregó la mujer de 45 años, mostrando el recibo tras comprar una caja de tabletas para tratar su hipertensión, que tiene un costo promedio de un dólar por cada pastilla que toma a diario.
El tipo de cambio en el mercado paralelo, que se mantuvo estable en los últimos meses, empezó a modificarse en coincidencia con la incursión del IGTF. Esa cotización rondó por meses los 4,58 bolívares por dólar, ligeramente superior al tipo de cambio oficial, pero en los últimos 30 días ha experimentado un alza y cerró la semana pasada en 5,32 bolívares por dólar. El tipo de cambio oficial, por su parte, aumentó de 4,44 bolívares por dólar a 4,78 en las dos últimas semanas.
La inflación, en tanto, también se aceleró en abril en comparación a marzo, cuando el Banco Central informó que la tasa de fue la más baja desde 2012, cuando se ubicó en 1,1%. En abril trepó a 4,4% en relación con el mes anterior, que fue de 1,4%.