¡Día del Padre !
El 17 de junio de 1956, Douglas MacArthur (1880 / 1964), general de cinco estrellas del Ejercito de los Estados Unidos de América y héroe de la II Guerra Mundial, escribió esta oración creando el más hermoso poema dedicado al padre en su día
Oración del padre…
¡EL POEMA!
Dame oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse a sí mismo cuando sienta miedo. Un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada, humilde y magnánimo en la victoria. Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho, un hijo que sepa conocerte a Ti…
y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos, ahí, déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan. Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos, un hijo que se domine a sí mismo, antes que pretenda dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír pero que también sepa llorar, un hijo que avance hacia el futuro, pero nunca olvide del pasado. Y después de que le hayas dado todo eso, agrégale, te suplico, suficiente sentido del buen humor, de modo que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio. Dale humildad, para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza. Entonces, yo, su padre, me atreveré a murmurar:
¡No he vivido en vano!
Padre… ¡He aquí a tu hijo!
Hijos… ¡He aquí a tu padre!
Felicito a todo5 los padres, hoy en su día y, gracias doy eternamente al Padre Todopoderoso que llamamos Dios, por todo, sí, por todo cuanto me ha concedido, especialmente por mis hijos, y a él pido perdón por mis errores, apelando al derecho que tiene todo ser humano de errar. Gracias doy al gran amor de mi vida, mi gran maestro, ductor, guía, gurú… a mi padre, Epifanio Antonio Pérez Pérez, por haberme dado todo cuanto pudo y tal vez un poco más, fundamentalmente, el amor por quien él llamaba “El Divino Maestro”, nuestro señor Jesucristo… Dios, he hijo de Dios. Es a él, como hijo de Dios, a quien suplico dé la comprensión necesaria y el valor suficiente, a esos sobrinos, a mis cuñadas, amigas y comadres que me dio la vida, a sus familiares y seres queridos, para que logren superar la ausencia de mis hermanos, confidentes, amigos, compañeros eternos, que se han marchado de este plano terrenal a sabiendas de que somos las huellas dejadas por quienes nos dieron la vida.
Papá me enseñó a orar pronunciando el Salmo 23 y yo lo adapto a quienes tengo la seguridad de que disfrutan el estar al lado del Padre Eterno…
“El señor te pastorea nada te faltará…
Te ha colocado en lugar de verdes pastos…
Te ha conducido junto a unas aguas que restauran y recrean…
Hace ya mucho tiempo oí esta frase que se me incrustó en los tuétanos:
“Porque somos eternos cuando amamos la vida… Somos eternos cuando todo es amor.”
La verdadera vida está en la fe y la inmortalidad está en el recuerdo. Creo que tenemos el deber de dejarlos disfrutar de la felicidad de estar al lado del Padre Eterno, oremos por ellos, ahora que, posiblemente, estarán más a nuestro lado y en la seguridad de que doquiera que estén, están disfrutando de su felicidad, en paz y armonía… ¡siempre!
Así mismo suplico a Dios por la salud de quienes están batallando para vencer al mal que amenaza a la humanidad, el Covid 19, y apelo a la bondad de quien pueda ayudar a Amparo Hernández. Puede ser a través de la cuenta ZELLER o PAYPAL a nombre de María Fernanda Hernández. De antemano, gracias, mil gracias.