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Los jóvenes, los más afectados emocionalmente, por la pandemia

América es un continente de gente joven, en el que 235 millones de personas tienen entre 10 y 24 años de edad, lo que equivale al 23 % del total, según una proyección de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y aunque este no es precisamente el grupo más golpeado por la pandemia, sí lo es en términos de salud mental y de oportunidades.

Para el sicólogo Pablo Monsalve, profesor de la Fundación Universitaria del Areandina y asesor de la ONU en Colombia, una de las cosas más difíciles para los jóvenes durante la pandemia «es la adaptación, especialmente cuando uno lleva rutinas específicas: el estar casi todo el día en la calle trabajando, estudiando o haciendo varias actividades».

«El hecho de cambiar la rutina implica varias cosas: por un lado, puede existir un fenómeno que le llamamos la negación. Al principio, muchos de nuestros jóvenes tuvieron esa sensación de impotencia, de (pensar) esto no puede ser, esto no puede estar pasando», dice a Efe Monsalve, especializado en trastornos afectivos y emocionales.

El estudio y el trabajo son otros campos en los que los jóvenes sienten los efectos de la crisis que se propaga por el mundo ya que la pandemia no solo golpea la salud sino los bolsillos y las expectativas de la gente.

Sea por razones financieras o de adaptación a la nueva realidad, miles de jóvenes se han visto obligados a aplazar sus estudios universitarios.

CAMBIO DE HÁBITOS

Para medir el impacto de la pandemia, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) hizo la «Encuesta de Naciones Unidas sobre juventudes de América Latina y el Caribe dentro del contexto de la pandemia de COVID-19», cuyos resultados serán presentados en algunas semanas por ese organismo que calcula en 160 millones de personas la población joven en la región.

El sicólogo Monsalve asegura que en la cuarentena los jóvenes pueden pasar por una fase en la que se llenan de «ira y enojo, no solamente hacia las circunstancias que están viviendo, sino que incluso pueden llegar a enfocar esa ira hacia sí mismos o hacia sus familias».

«Cuando las personas ya están empezando a asumir la situación (…) entran en una etapa de aislamiento y en esa fase de desesperanza pueden pasar varias cosas», como episodios depresivos o una modificación del ciclo sueño-vigilia porque buscan actividades que les ayuden a superar la situación y «se vuelven animales nocturnos», explica.

Con información y foto de EFE

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