Por Freddy Torrealba Z.

Contrario a los pronósticos de todas las empresas encuestadoras en Bolivia en las primeras de cambio,el presidente izquierdista Evo Morales ha logrado una sospechosa y cuestionada victoria que le daría un cuarto mandato.
La realidad de los hechos era la del voto castigo por su involucramiento en autoritarismo, corrupción y continuismo, pese a que su gestión presenta elementos positivos en lo económico como el liderazgo en crecimiento en la región.
Todas las empresas de opinión pública lo daban como perdedor en este proceso electoral con un 32 % de los votos ante su rival centrista Carlos Mesa con más del 40 %. Éste denunció a última hora su temor de un fraude por Morales por la manifiesta parcialización del Tribunal Electoral.
Ello era de esperarse de quien anteriormente desconoció los resultados del referendo de 2016 en el que los bolivianos le dijeron No a sus pretensiones reeleccionistas para continuar en el pode. En olímpica muestra de autoritarismo rechazó la decisión expresada en las urnas por el soberano. Morales además controla todos los poderes públicos en ese país.
Para ello acudió al Tribunal Constitucional, quien finalmente le concedió la razón con una tendenciosa interpretación de la ley argumentando a su favor que su reelección es un “derecho humano”. Un hecho mal visto por amplios sectores de la sociedad boliviana y que le ha generado impopularidad.
Con un 84 % de los votos contados, sorpresivamente se habría hecho con un 44 % y su opositor Carlos Mesa un 30 %. Sospechosamente el Tribunal Electoral ha suspendido los escrutinios dado que los mismos reflejan parcialmente los resultados de las zonas urbanas donde es fuete la oposición.
Con esos resultados Morales se asegura una victoria mediante la ejecución de un fraude mientras se espera el conteo de la votación de la zona rural que seguramente ha sido contaminada. No tendrá necesidad de ir a una segunda vuelta precisamente lo que más temía.
El opositor Mesa ha cantado fraude que en Bolivia se ha combinado entre el normativo con el uso de la ley y el funcional mediante las trampas.
Estos hechos irregulares lo convierten en el estandarte del fracasado socialismo del siglo XXI. Ello equivale a continuismo, corrupción y autoritarismo por parte de gente que no respeta los principios de la democracia.Pero los usan para llegar al poder y luego patearlos.
Foto: AP